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Un diamante moral
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Un diamante moral

Actualizado 11/05/2024 09:24
Ángel González Quesada

En varias universidades de todo el mundo, algunas de ellas españolas, grupos numerosos de estudiantes realizan acampadas y acciones informativas y de de protesta, todas ellas dirigidas contra el genocidio al pueblo palestino por parte de las fuerzas armadas de Israel. Pero, sobre todo, cada una de esas acciones, y en cada uno de sus participantes, habita un sentido crítico y bulle una postura moral que es hoy, sin duda, el mayor crisol de esperanza humana que existe. Pero al tiempo que aumenta tanto el número de participantes en esas acciones (no solo estudiantes universitarios, también personas de diferentes procedencias, profesiones, edades y ámbitos), los dirigentes universitarios, sin embargo, mantienen, exhiben y guardan el más vergonzoso silencio de aceptación de la barbarie y el crimen, explicitando en ocasiones la más mezquina “argumentación” justificativa, discursos por los que la historia, la ética y el puro humanismo les pedirá cuentas un día.

Se recurre a la referencia del llamado “Mayo del 68” francés, a los sucesos de la “Primavera árabe” de Túnez, Egipto y otros países, a las concentraciones del “No a la guerra ” en todo el mundo respecto a la invasión de Irak o a las grandes acampadas del “15M” español y otras manifestaciones que han marcado la historia con acciones de movilización ciudadana extrapartidistas, extrapalaciegas y extraacadémicas, para buscar comparaciones con las crecientes movilizaciones universitarias actuales contra el genocidio israelí. Y, en efecto, existen paralelismos, lugares comunes y, sobre todo, se repite la expresión de capacidad crítica y sentido de la justicia, en términos morales y humanos, entre las movilizaciones de entonces y las de ahora. En todas ellas puede comprobarse que el ejercicio del pensamiento crítico, el rechazo al rebañismo impuesto y, sobre todo, la fuerza de las personas pensantes, la talla moral que el ser humano demuestra en situaciones de flagrante injusticia y la capacidad ética de solidaridad entre semejantes, valen más, infinitamente más, que las mezquinas indecisiones cómplices de poderes establecidos, siempre siervos del interés geoestratégico que asfixia, mata, tortura y asesina.

La ‘desautorización’ de ciertos cargos públicos de estas acciones pro palestinas, es uno de los elementos que apuntalan y dan más fuerza, si cabe, a las concentraciones universitarias contra el genocidio del pueblo palestino que realiza hoy, sin trabas y con información periodística en directo, el criminal estado de Israel. Cada vez que un político reaccionario, un rector magnífico (?) o un empresario desautoriza la solidaridad con Palestina, ésta, la solidaridad, crece entre la gente.

Que la universidad, la cuna y el origen de todo pensamiento moral, el germen del aprendizaje de la crítica, el lugar en que se ejerce el cuestionamiento de la realidad y se convierte en herramienta de la inteligencia el saber y la reflexión, haya sido una de las primeras instituciones en rebelarse con acciones directas contra la vergüenza de lo que ocurre hoy en Palestina, nos informa de que las entidades universitarias pertenecen a los estudiantes. Y que las universidades no son, de ningún modo, propiedad del entramado burocrático de cargos, carguitos, jefes y jefecitos, docentes y no, que pueblan, copan y manosean el nombre y la historia de instituciones que, como las universitarias, pertenecen a los pueblos que las mantienen y no a los intereses gregarios que manipulan su nombre.

Hobbes, Spinoza, Russell, Bacon, Diderot, Marx o Hume, pero también Adorno o Benjamin, Pascal o Feyerabend, Protágoras, Heráclito o Parménides acampan hoy en los campus universitarios para gritar contra los horrendos crímenes de Israel y contra la indiferencia del “Poder”. La Filosofía, es decir, el pensamiento, juzga hoy, debe hacerlo y dictar sentencia ética contra el crimen. El jurado, mujeres y hombres que tal vez nunca leyeron o escucharon a los grandes pensadores están hoy, sin embargo, como ellos despiertos por el fragor de las bombas y la insoportable injusticia contra Palestina. Por eso mujeres y hombres derriban los muros de silencio que quieren imponerles, por eso queman las mordazas con que buscan enmudecerlos y ostentan por eso el orgullo de sentir y pensar. Así, en la protesta, en el grito y en la acción, hoy en los campus mañana en las calles, las personas reconocen su inequívoca perla del deseo de justicia, su diamante moral y la certeza de sentirse seres humanos.

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