Decimos con frecuencia que el tiempo vuela, y cuando llega el momento de conmemorar algo, nos sorprendemos al citar las cifras, como si no fueran consecuencia de la rapidez que nos envuelve.
Y es que, letra a letra, página a página, hemos ido acumulando años que se han ido depositando sobre nuestros hombros, en las sendas recostadas, en los colores de las flores que bordean los caminos, en la palidez del cabello que cede su espacio al aire, en la danza que dibuja el viento moviendo las hojas.
Con paso dudoso avanza la primavera, que llenó de libros los paseos entre los árboles con el variado colorido de sus mensajes, con tan diversas portadas expuestas a las curiosas miradas, con sus casetas blancas como nubes.
Y allí estuvimos, esta vez, no para echar un vistazo allá o aquí, sino para participar de lleno leyendo la música que tienen las palabras que escribieron los grandes a la infancia. También para disfrutar gratamente de la oportunidad de leer poemas propios, en esta ocasión dedicados a los peques; esas poesías llenas de sonoro ritmo que hacen que sus personajes se peguen, completamente, como un koala, a quienes escuchan, y se vayan con ellos, abrazados.
Aparte de ser y estar muy activa, me gusta mucho aprender. Y esto me lleva a explorar nuevos caminos, a ponerme (a veces, a imponerme) nuevos retos, a desarrollar otras habilidades, en este caso dedicadas, como la propia Feria del Libro, a público infantil y juvenil.
Además (de coincidencias está la vida llena), el sábado, día 4, se han cumplido seis años desde que mi primer escrito se publicó en esta columna, llamada Insomnios y Sueños, que va recogiendo el día a día de las inquietudes y celebraciones, pequeñas y grandes, en el transcurrir de mi vida cotidiana.
Mis fieles lectores se sorprenden de la cifra. Confieso que yo también, a pesar de estar siempre aquí, como dirían en un concierto de rock, “a los teclados”. Incluso acarreando el portátil de acá para allá, hasta en vacaciones, para procurar no faltar nunca a la cita semanal, pase lo que pase.
Pero sí, seis años, uno tras otro, que afirman este vínculo estrechado, rozando trescientos escritos; los números, sorprendentes, van sumando, y nos dejan aquí, a la intemperie, a merced de las musas y de los acontecimientos que tengan impacto, que dejen una huella, indeleble, en el recuerdo de las horas intensamente vividas; en el fuego, inagotable, del compartir.
Mercedes Sánchez
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