Apophis, caprichoso como el que más, decidió retrasar levemente su llegada, haciéndolo tan solo un día después al que tenía planificado la NASA. Así, grande e imponente, impactó al este de París, a cincuenta y seis kilómetros de la gran capital gala. La violencia con la que chocó, para suerte de la humanidad, también fue menor de la calculada, asemejándose a trescientos megatones de TNT, lo correspondiente a unas trece bombas atómicas. Una locura en un principio, pero nada comparado a las más de cincuenta que se esperaban según las previsiones.
El enorme shock mundial que se produjo actuó como perfecto caldo de cultivo para que otras especies extraterrestres acudieran, intrigadas, a ver el acontecimiento tan curioso que había ocurrido en la Tierra, un planeta mediático y muy apreciado por su especie. Un grupo de ellos, el destacamento 27J, proveniente de Próxima Centauri, uno de los sistemas planetarios más cercanos al Sistema Solar, completó una misión relámpago a través de la cual capturaron un rehén humano que les serviría para múltiples estudios e investigaciones. Lo hicieron en un país próximo al lugar del impacto, apenas a unos cientos de kilómetros, llamado España.
—¿Qué crees que trata de decirnos? —preguntó uno de ellos.
—No lo sé —respondió el otro recluta, haciendo uso de la telepatía—. Ojalá entendiéramos su idioma.
—¡Suéltenme, joder! ¡No saben quién soy yo! —gritaba el prisionero, enfundado en su traje de tres mil euros—. ¡Soy ministro, no tienen una idea de dónde se están metiendo al secuestrarme!
En ese momento, la puerta de la nave nodriza se abrió y el comandante al mando hizo su aparición. Ambos se genuflexionaron.
—Completada la misión, camaradas. Volvemos a casa —anunció decidido—. ¡Todos a sus puestos!
Aquel catorce de abril del año 2029 fue un día negro para el Planeta Tierra y también para el Planeta OBY-87, como así se llamaba el lugar en el que residían aquellos seres. Los terrícolas, por un lado, habían perdido población e infraestructuras por doquier. Millones de muertos y daños materiales provocados tanto por el impacto como por la onda expansiva. Les costaría años reponerse del duro golpe, si es que algún día lograban hacerlo. Los extraterrestres, por su parte, no habían salido mejor parados, pues emplearon una gran cantidad de recursos y energía en una misión que resultó ser un completo desastre. Ellos, apenados y tristes, regresaron a su planeta con el regusto que produce un fracaso reciente.
Tendrían que volver a viajar en un futuro a la Tierra para ver si, de una vez por todas, encontraban vida inteligente.
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