“Lo que perdura para siempre son los amigos, es la amistad. Las amigas, los amigos. Los recuerdos. Lo que se lleva uno es el amor, finalmente. Eso es lo que vale más la pena en el universo”. Carlos Garibay Millán
I
El modo de la columna lo impone la cantidad de materia acumulada en el objeto referido. El escritor aspira a la comunicación de ese bien no ponderado aún en su cálculo sustancial. Generalmente —esto todas y todos lo sabemos—, se reviste de un atractivo mayor el anhelo sublime por asir la sombra del vuelo del ideal inapreciable del mañana, en lugar de quedarnos solamente con el tesoro descubierto tiempo atrás. Por esta razón, la historia de las conquistas humanas ha puesto de relieve un ímpetu sostenido en el deseo de la consecución de un bien común, que a su vez reditúe en el bienestar individual, en aras de una comodidad existencial moderadamente aceptable. En este programa del ser, el paraguas de la historia ha reunido a la mujer y el hombre de toda condición social. Este sueño, entonces, lo persigue el escritor de la columna con su pluma. Esa cantidad de masa de la realidad palpable con los sentidos el autor la desea abarcar con su poética y retórica. En el caso presente, mediante una persona en concreto, Carlos Garibay Millán.
No resulta fácil encontrar en el día a día un sujeto que porte el estandarte de esta ensoñación del bienestar humano, con un fervor impagable en el altruismo y la generosidad. Se requiere la base firme del humanismo cimentado en la filosofía del sentido común y la capacidad de recuerdo de la belleza material histórica, para dirigir la mirada a la arquitectura analógica y digital de un mundo mejor. El destino cotidiano de los días grises, sucesivos, no progresivos, ni cromáticos, como lo son los del hado cifrado en la maravilla y el asombro, bajo la mano de la mujer y el hombre de bien, se vuelve un objeto real. El arte azul rubendariano, o del color que sea juanvaleriano, pone de realce algo velado hasta entonces y los ojos bien abiertos, por fin, atestiguan cara a cara la realidad.
II
En distintos territorios del orbe, entre los que podríamos enumerar, por no ser prolijos y atenernos a la natural extensión de una columna, en distintos territorios del planeta, decimos, como México, Bélgica, Luxemburgo, Alemania, Italia, China, etc., hemos atestiguado diversas condiciones del ser humano, distintas maneras de volcar en el uso y la costumbre consuetudinarios la sprezzatura renacentista, el ornamento cortesano castellano, el yuanfen milenario del Oriente y siempre, en todos los casos, una alegría apacible ha brotado del seno de la amistad cuando el trato diligente y respetuoso entre las partes se ha encumbrado en la plataforma del hábito de la razón fraterna. Estas cuentas del rosario del desarrollo humano personal y profesional, con énfasis en la esfera de las artes plásticas consagradas al grabado y el dibujo, las hemos contado con fervor en el trato gratuito y desinteresado, abundante, del grabador mexicano Carlos Garibay Millán.
La ciudad de Xalapa, Veracruz, México, con una historia inserta en el camino prehispánico de la ruta de la Conquista Española, Ciudad de las Flores ejercitada antes en la disciplina de la cultura y la civilización madre mesoamericana, la Olmeca, así como en la Huasteca y la Totonaca; la ciudad de Xalapa, que cuenta con distinciones nacionales de la Iniciativa Rutas Mágicas de Color, con el nombramiento de Barrio Mágico para su pintoresco y amable Barrio de Xallitic; la ciudad de Xalapa, decimos, se ha visto encumbrada en el escalafón de las artes plásticas, el grabado, durante un arco de tiempo difícilmente igualado por otros artistas, con base en la obra paciente y abnegada de la gubia de Carlos Garibay Millán, muchas veces gratuita, ofrecida de manera incondicional sin ninguna retribución contante y sonante, ya sea por los vecinos de la capital de la Cuatro Veces Heroica Veracruz, o por otras personas de la región y el país. Si en términos de la praxis material de la historia del grabado de la tierra veracruzana contamos con otros referentes de calidad indiscutible, incuestionable, algunos respaldados por la Máxima Casa de Estudios de la Universidad Veracruzana, en ese universo selecto de la inundación Castálida regional serán contados los casos de un espíritu tan noble y bondadoso, tan monumentalmente y gigantescamente fraterno, como el de nuestro grabador Carlos Garibay.
La obra del artista mexicano puede consultarse en su página de Facebook Bosque Gráfico. La flora y la fauna de la tierra veracruzana, así como sus arquitecturas más emblemáticas, sus callejones, sus parques, sus lagos, sus recodos, sus puntos de encuentro, toda su geografía física y humana ha sido perpetuada en los grabados originales del artista afincado en Xalapa, Ciudad de las Flores. En sus piezas, el movimiento refleja un entendimiento profundo de las leyes de la naturaleza. Los registros vitales responden a una observación atenta del cosmos, y más que del cosmos, del interior a veces sí escrutable del corazón humano. La vitalidad y el soplo del silencio de sus grabados cobra su aliento del respeto profundo de Carlos Garibay por todo lo que tiene su morada en algún lugar visible o invisible del ser. Sus sentidos interiores, como atinara a verlo siglos atrás San Agustín de Hipona, gozan de la lucidez y la claridad derivadas de la condición debida al abrazo de una vida humilde y abnegada, apoyada en el amor a su familia y consagrada a la disciplina del grabado.
III
Cuando estuvimos en Xalapa hace no muchas semanas, en más de una ocasión tuvimos el inmerecido honor de encontrarnos con Carlos Garibay en distintos lugares del casco histórico, para debatir sobre sus conceptos del grabado y la apreciación y expresión humanística y artística en general. En una de las ocasiones, las circunstancias del tiempo y el espacio no tuvieron a mal acercar nuestros pasos a los de otra persona cuya fama igualmente inasible en las artes plásticas, en el dibujo y la arquitectura, lo antecede con grandeza dondequiera que vaya, José Antonio Flores Fulladosa. En el seno de Flavia, una galería de arte contemporáneo de una estética futurista llena de luz, al lado del bien conocido parque de los Berros, ahí mismo en Xalapa, Veracruz, recorrimos la exhibición de la temporada y tuvimos la ocasión de escuchar con interés minucioso y demorado los criterios compartidos por ambos artistas sobre las paletas de colores, las perspectivas, los ritmos, los puntos ciegos, las hierofanías, las anagogías, etcétera. Ese mismo día por la noche recorrimos de nuevo la exhibición, pero a través de su cuenta de Instagram, @flavia_galeria, para cerrar unos apuntes destinados a la publicación de un artículo.
En Flavia, con José Antonio Flores y Carlos Garibay no dejamos de degustar un café de la región de prestigio internacional, de ese que tanto comienza a degustarse y consumirse aquí en China, más otras bebidas igualmente preparadas con ingredientes de la región. De manera paralela, con los sentidos sanagustinianos bien entonados, seguimos intercambiando pareceres en torno a artistas locales e internacionales. Carlos Garibay trabaja con la gubia y los soportes materiales del grabado, José Antonio Flores con la paleta de color y el diseño arquitectónico del alma. Ambos cifran su grandeza en la capacidad de abrazar al género humano plural y único de principio a fin. Por nuestra parte, procuramos no perder detalle de ese instante único con el encuentro de los dos referentes del arte veracruzano. Como botón de muestra de la experiencia recogida en esos casos, señalamos un estudio de un cuadro del Sassetta (Italia, s. XV), donde José Antonio Flores puso de relieve la explicación material y el sentido inmaterial de un tono verde marino de la composición, vinculado con un sentido moral de amor al género humano.
No distante de esas fechas, Carlos Garibay Millán tuvo la deferencia de invitarnos a su taller, donde nos explicó las etapas del proceso de su trabajo. Al lado de sus últimos grabados colgados en la pared o reclinados en el suelo, en unas estanterías tiene la obra de otro grabador joven, una promesa artística también afincada en Xalapa, Alan Jair Hernández Huesca, quien echa mano del color para reflejar una semántica de lo que por ahora podríamos denominar potencias interiores del alma. La narrativa de los cuadros de Carlos Garibay deja entrever el intrincado proceso ontológico del agotamiento de una ciudad paso a paso, calle a calle, kilómetro a kilómetro, siempre con la mirada puesta en la caza al vuelo de los instantes de belleza únicos, que saltan de los lugares menos inesperados o a veces más previsibles. La obra de Carlos Garibay tiene un carácter enciclopédico. Toda la fauna de la región, toda la flora, toda la arquitectura colonial y moderna, todo el sentido histórico de Xalapa, con sus leyendas y su vida urbana sin distinción de criterios ajenos a lo que no sea la verdad de una mirada perfeccionada en la praxis del humanismo y la belleza, lo ha esculpido en sus grabados. Todo lo ha recogido a la luz de su vigilia. Sus cuadros los conservan edificios gubernamentales, edilicios, casas nobles de xalapeños ilustres, galerías y otras tantas amistades que no citaremos aquí para no robarle más tiempo a nuestro auditorio.
IV
El lugar donde nos encontramos redactando la columna, en un punto intermedio entre Xalapa y Salamanca, si consideramos como marcos cartográficos Europa, Asia y el Océano Pacífico, exhibe dos piezas suyas al público en general. No lejos de Nanjing, en otra de las ciudades más prósperas de China, cuyo Producto Interno Bruto suma lo que los dedos de las manos no alcanzan a contar, sus grabados también han sido exhibidos y ponderados. La gente comienza a familiarizarse con su nombre y su mirada. Por esta razón, nosotros ahora hacemos un llamado a los artistas y los coleccionistas de arte y los invitamos a guardar un silencio respetuoso y condecorado ante la mesa de madera del trabajo del artista, pues nos encontramos ante alguien que encarna sin decirlo de manera explícita todo el valor de un tesoro citadino que solo el cielo y la virtud moral pueden comprar, Carlos Garibay Millán, Bosque Gráfico en sus redes sociales. “Lo que perdura para siempre son los amigos, es la amistad. Las amigas, los amigos. Los recuerdos. Lo que se lleva uno es el amor, finalmente. Eso es lo que vale más la pena en el universo”.
Con esas palabras suyas enmarcamos por el momento la columna, dirigiendo la mirada al hecho de que no tardando mucho tiempo, en cosa de la vuelta de la esquina, colgar un grabado suyo en cualquier espacio público o privado comportará una señal de distinción artística cuyo valor, al menos por ahora, como sucede cuando estamos ante un genio, todavía no podemos atinar a cuantificar en el valor de las monedas acuñadas en metal. Las galerías que exhiban sus grabados formarán parte de una red de comunicación analógica y digital a lo largo y ancho del orbe. En principio, no al nivel de galería, pero sí al de hogares de personas conocedoras de arte, lo referimos en relación con Xalapa, Salamanca, Madrid, Luxemburgo, Baviera, Cerdeña, Nanjing, Suzhou y Shanghái, donde con el ocaso, al anochecer, las luces de los hogares se encienden y alumbran los cuadros de Carlos Garibay, que reflejan el sueño de la historia urbana xalapeña.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.