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Paso a paso, corona de espinas
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Paso a paso, corona de espinas

Actualizado 28/03/2024 11:20

"Es para mí una alegría oír sonar el reloj: veo transcurrida una hora de mi vida y me creo un poco más cerca de Dios" (Santa Teresa de Jesús)

Ahora que comienzan días de recogimiento, donde el gesto de tristeza y melancolía invade las calles, donde afloran lágrimas, y alguna penitencia, e invaden en su recorrido las procesiones, mostrando atención a todos esos pasos, en los que se observan en mayor número una manifestación clara de la crueldad, de linchamiento, de sadismo, así como un vertido de injusticia, aderezado en un mar de sangre.

Esto ha dado – dentro de mi ignorancia- a considerar y preguntarme: ¿Qué tienen estas atroces imágenes, que año tras año, siguen siendo atrayentes y veneradas? ¿Qué atracción mantiene tanta crueldad y trato humillante, vejatorio a un hombre, que sabemos, bueno, humano, alegre, justo y bondadoso? ¿Qué nos invita a seguir celebrando este Viacrucis lleno de encontrados sentimientos y vibrantes emociones?... ¿Es la belleza del arte?:

A ninguna de las artes de imitación es permitido cebarse tanto y poner tan a la vista el mecanismo de ejecución de estos atroces suplicios, que horrorizan más que edifican. Suelen los pintores y escultores presentar la efigie de Cristo chorreando sangre, cubierta de llagas lívidas, con la piel y músculos destrozados. Parece que tal crudeza entroniza la belleza y majestad del hombre- Dios; debiendo así sobresalir en medio de los sayones y de los padecimientos que vemos todos como bueno y artístico tan bárbara complacencia, al tiempo que se descarga sobre el cuerpo divino el primer azote, son movimientos bellísimos, del más noble entusiasmo que rayan en lo sublime. Comienza el suplicio, vemos en sus recorridos que:

Alaban al que tanto ha padecido, por el hombre mortal en carne humana y, en vez de pena, canto y gemido, mezclan su armonía soberana, y comienzan con ímpetu furioso a desnudar los miembros delicados del Señor de señores, con modo vil y agravios nunca usados, el vestido le quitan… Allí le dan crueles empellones, y le dicen palabras desmedidas, oféndenle con duros bofetones, desprecios y burlas atrevidas, afrentas, buscan invenciones nunca pensadas y jamás oídas, con que darle dolor y causarle pena…Todo lo sufre con amor suave, y callada cordura, y con sereno rostro obedeciendo a la canalla cruda que desnudar le manda… Se desnuda, descubre aquellos brazos admirables, los hombros incansables, su pecho grave, como esta su cetro queda… Llegan a la columna el cuerpo santo, y átenle con rigor los brazos nobles y los estiran y adelgazan tanto, que a fuerza se rompieran como secos robles. El humo de las venas revienta y tiñe los cordeles dobles, y las manos se hinchan abrasadas y gimen las muñecas apretadas… Salpican las gotas de sangre roja, que ya con el licor, más se enriquece cuanto más se moja, pero en ellos, la saña inexorable no se amansa por esto, ni se afloja, antes le echan al cuello blanco otro nuevo cordel más grueso y duro, que por detrás anudan de esta suerte…

De verlo así quedan pasmados y dicen: ¿Este es el Rey eterno que a nosotros espíritus sagrados mantiene y rige con feliz gobierno? ¿Este es el Todopoderoso, que asombra al auditorio? ¿Este es el Jesús de Nazaret, que obra milagros? Esto y más dicen los verdugos desdichados. Así, Cristo mirándose desnudo, a los ojos de aquella gente infame, de la vergüenza el sentimiento agudo no reprimió, y broto sensiblemente, hablo con lengua roja, levantando su rostro ensangrentado y amable y dijo sin apenas mover los labios:

¡Padre, por ti baje a la tierra! ¿Oye a tu hijo!...

Este es el pasaje que se ofrece ante nosotros. Evidentemente hay otros, que explican el resucitar, y el encuentro con su madre… Otros, donde también el arte resplandece y enriquece este tradicional e ilustrado sentimiento, para muchos llenos de exquisito fervor popular, que viven y sienten con pasión, en paz, alegría y armonía.

Fermín González, Salamancartvaldia.es, blog taurinerías

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