Es uno de los pasatiempos más llamativos, que se mantiene tal cual se creaba en 1949
Es sin duda una de esas tradiciones que se confunde entre el blanco y negro y el color en Peñaranda, ya que los tiempos y los peñarandinos han querido que siga adelante cada Semana Santa, manteniéndose sin retoque alguno como una estampa que poco o nada tiene que sufrir con el paso de las décadas.
Y es que cada Viernes Santo, un puñado de peñarandinos, que cada año son más, reciben un mensaje y activan su cita con una historia que suma ya más de seis décadas, protagonizada por el Juego de las Mecas, evento que en 2024 volverá sin duda al Centro Social, siendo una de las singularidades mas llamativas de la Semana Santa en Peñaranda.
Un año más, y ya suma su 75 aniversario, será uno de los salones de este espacio municipal el que acoja un pasatiempo, cuyo origen se remonta a principios del año 1949, cuando los juegos de azahar estaban prohibidos, y que es una forma original de disfrutar de un rato divertido entre amigos y acompañarlo de la también clásica limonada.
Este curioso juego tiene una única cita anual, que como decimos se desarrolla durante la tarde del Viernes Santo, a las cinco en punto de la tarde, un horario y un juego que tiene su origen en el "bar Autocar", establecimiento en el que se celebraba en origen y durante una larga temporada. Tras cerrar, 'Las Mecas' se vivían en un nuevo bar, "La Flor del vino", y tras la jubilación de sus dueños, fijaba su sede hasta nuestros días en el espacio interior del Centro Social.
NORMAS Y JUEGO DE LAS MECAS DE PEÑARANDA
El juego en cuestión consiste en la suma de puntuaciones a través de los dados tirada tras tirada. Cada jugador los lanzara tantas veces como sea necesario para sumar entre 24 y 31 puntos. Llegada a esta cantidad el jugador se planta. Pero si se pasa, ha perdido la ronda y la jarra de limonada, que recibe el nombre de lamentación.
El participante que supere los 31, o que se plante en 24 o más, pero el resto de jugadores le superen, pierde la lamentación y recibe las burlas de los demás, lo que provocara que durante la jugada siguiente, tenga delante de él, sobre la mesa, un cirio alumbrando, en señal de perdedor.
Finalizado el juego, se redacta el acta correspondiente, reflejando los momentos y jugadas principales y se firma con originales mensajes, siendo la denominada ‘hora de las lamentaciones’.
Todo ello se registra manteniendo detalles originales desde su creación como un grueso lapicero Purgante Besoy con el que se anotan, año tras año, las partidas perdidas por cada jugador.
Una bonita y curiosa tradición que, lejos de perderse, se mantiene con más fuerza año tras año.