El hambre en el mundo no para de crecer. El último informe de Naciones Unidas, del 2022, sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”, revela que el hambre ha seguido creciendo, hasta alcanzar a 828 millones de personas en el 2021. Lo que demuestra que, en lugar de acercarnos, nos estamos alejando del Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número dos de “Hambre 0” (cero) y de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición de aquí al 2030, en todas sus formas.
Entre 13 y 18 millones de seres humanos mueren cada año por hambre e inanición. Morir de hambre es la derrota más cruel que puede soportar el ser humano. Las razones por las que se llega a morir de hambre pueden ser muchas, pero nunca, casi nunca, es porque así lo quiera la persona afectada. No podemos entrar aquí a analizar todas las causas. Tomaremos como referencia aquellas circunstancias en que las personas mueren de hambre por causa o como consecuencia de la guerra y el caso más palpable que está ocurriendo en Gaza.
La ONU estimó, a principios de este 2024, que la mitad de la población de Gaza corría el riesgo de morir de hambre. Señalando que más del 90 por ciento de los palestinos de aquel territorio afirmaban pasar un día entero sin comer, regularmente. Una lucha diaria por la supervivencia en busca de comida, agua y refugio donde protegerse. Es una catástrofe humanitaria provocada por la guerra, la presión y las condiciones impuestas por Israel a la población gazatí compuesta de unos 2,2 millones de personas.
El pasado lunes 11 de marzo empezó el Ramadán que durará hasta el miércoles 10 de abril. El periodo más sagrado del islam, tiempo en el que los fieles ayunan durante el día y, al ponerse el sol, se reúnen a compartir el iftar, un festín. Pero este año, esa abstinencia voluntaria es obligatoria por el recrudecimiento de las condiciones de hambre y sed en Gaza, como consecuencia del asedio por tierra, mar y aire impuesto por Israel. Para la inmensa mayoría de los gazatíes no hay festín alguno a la caída del sol. Los niños mueren por desnutrición en los hospitales donde no tienen nada para darle, solo agua con azúcar.
Las cornadas que da el hambre pueden ser y son mortíferas. Como le pasó a aquellos gazatíes que murieron el dos de marzo cuando iban en busca de comida para sobrevivir, desafiando a la muerte sí, porque el hambre les empujaba, aunque no iban en busca de ella. Resulta descorazonador ver las imágenes de niños y adolescentes desesperados en busca de algo que poder llevarse a la boca.
En aquel fatídico día y en territorio de la Franja de Gaza, una multitud de civiles desesperados trataban de conseguir alimentos de un convoy que llevaba ayuda humanitaria, cuando fueron atacados por el Ejército de Israel. El balance de muertos fue de 110, al menos, y más de 700 personas fueron heridas físicamente, todos los demás quedaron tocados en los más profundos sentimientos.
La muerte desatada de personas ante la hambruna suma y sigue. El pasado miércoles día 13 murieron al menos cinco personas y otras 22 han resultado heridas en un ataque contra un centro de distribución de alimentos de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos en Oriente Próximo (UNRWA) en Rafah, al sur de Gaza.
Estamos ante una matanza, de vergüenza humana, cuyo máximo responsable es el Primer Ministro israelí, Benjamín Netanyahu, quien parece haber perdido el norte, despreciando el más elemental respeto a las reglas internacional y al derecho humanitario. Ante tal desafío, algunos países se han planteado y llevado a cabo el lanzamiento de ayudas en paracaídas y la construcción de un muelle flotante que permita la llegada de alimentos por mar.
La apertura de un corredor marítimo humanitario es el objetivo de la operación Safeena, una colaboración del barco español Open Arms y la World Central Kitchen (WCK), organización humanitaria fundada por el cocinero español José Andrés, que ya ha repartido 35 millones de comidas en Gaza. Por su parte, una veintena de ONG globales que operan en el territorio reclaman dar prioridad a la entrada de ayuda humanitaria por tierra debido a la ingente cantidad que se necesita, pero tampoco son atendidas por el señor Netanyahu, sino es en algunas operaciones mínimas y concretas.
Llevamos ya medio año de guerra desde que los milicianos de Hamás cometieran aquella salvajada el 7 de octubre de 2023 contra la población israelí que causó 1.200 y la toma de rehenes, a la que Israel respondió infringiendo un castigo colectivo a más dos millones de personas gazatíes haciéndoles responsables, de hecho, de aquel sangriento ataque. El penoso resultado, hasta la fecha, es que han muerto más de 30.000 personas, un tercio de ellas mujeres y más de 13.000 niños. Además de la lamentable pérdida de vidas humanas, resulta insoportable la sistemática violación del derecho humanitario por parte del Gobierno de Benjamín Netanyahu, asediando a la población de Gaza, condenándola al hambre y la sed, obligándola a desplazamientos forzosos y aterrorizándola con ataques militares sin cesar.
La muerte de civiles tratando de obtener alimentos no puede quedar impune. Es responsabilidad de la comunidad internacional investigar y sancionar a los responsables de tal atropello humano. Como también resulta ya imprescindible el establecimiento de un alto el fuego duradero que alivie el sufrimiento de la población palestina, garantizándole el suministro de alimentos, agua y medicamentos, así como un lugar seguro donde cobijarse. Mientras, Netanyahu ignora las recomendaciones de la ONU, desafía la presión internacional y, según él, promete “terminar el trabajo”. Una tragedia humana.
Escuchemos a Melendi y Cuestión De Prioridades:
https://www.youtube.com/watch?v=FVC5isanmOE
© Francisco Aguadero Fernández, 15 de marzo de 2024
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