Ideal para pasear, esta coqueta ciudad, bañada por el Duero, rebosa historia y arte
Es la capital de provincia más cercana a Salamanca y quizá, por eso, muchos salmantinos no le han prestado la atención que merece. Zamora se encuentra a tan solo 64 km de la capital charra por la A-66. Su estratégica localización geográfica, encrucijada de caminos en la Vía de la Plata, y la calidad de su oferta turística y cultural la convierten en un destino muy interesante.
Se trata de una ciudad hermosa, tranquila e ideal para pasear. Con 66.000 habitantes, es pequeña en tamaño pero grande en historia, cultura y oferta patrimonial.
La capital zamorana posee muy buenos recursos patrimoniales. El mejor románico urbano de la península con más de una veintena de edificaciones de este tipo. El Duero, el gran río de Castilla y de Portugal, presidiendo la ciudad e icono de referencia turística de Zamora. La catedral y su cúpula gallonada… el delicado toque modernista, el gran legado medieval con innumerables personajes, historias y leyendas, Dª Urraca, el Rey Alfonso VI, el Cid Campeador o el Cerco de Zamora y junto a ellos, el recuperaro Castillo de Zamora y el Museo Baltasar Lobo, uniendo en su conjunto historia y arte.
Artistas zamoranos con proyección internacional de los que Baltasar Lobo y Coomonte son un ejemplo. Junto a ellos los poetas entre los que destacan de manera especial Claudio Rodríguez y León Felipe. Arte en estado puro unido a una calidad gastronómica y paisajística digna de conocer.
Recursos que Zamora está convirtiendo en productos turísticos contemporáneos, relevantes, plenos de emoción y provocadores de experiencias facilitadas con la calidad y versatilidad de la industria turística –alojamiento, restauración, comercio- y una gran relación calidad/precio, una de las más competitivas de España, que posibilitan la creación de ofertas abiertas y plásticas que pueden ser adecuadas “casi a la carta”, a las demandas de un turismo muy especializado, y segmentado.
Una ciudad histórica, segura, acogedora, y abierta a la experiencia de los visitantes con una atmósfera y servicios absolutamente actuales.
El románico de la capital zamorana abruma por su carácter híbrido y sintético, primorosa arquitectura de frontera, con acordes de solar romano y exóticas notas morunas. Capaz de poner los pelos de punta por sus arpegios francos y sus redobles de orden militar.
Románico umbral de la Extremadura leonesa, enhebró ingredientes ensayados aguas arriba del Esla y se hermanó con savias castellanas llegadas desde Ávila de los Caballeros para –siguiendo la vía de la Plata– fecundar los focos salmantino y mirobrigense.
La cabecera de Santo Tomé, la Puerta del Obispo, el sepulcro de la Magdalena, los capiteles del interior de San Juan de los Caballeros o el desmigado calendario de San Claudio son sólo algunos latidos que permiten auscultar el corazón de un singular conjunto románico capaz de hechizar al viajero más ajetreado.
El pasado de Zamora nos dice mucho de su presente y futuro. La historia de la ciudad nos da las claves de la estructura urbanística actual. La Edad Media y el arte románico configuraron la disposición de sus calles, de sus plazas, condicionadas siempre por un río que ha sido y es parte integrante de esta historia y como no, del urbanismo de la ciudad.
Todo indica que los primeros pobladores de estas tierras fueron los Vacceos, pero será la Roma imperial quien funda la ciudad “Ocellum Durii” (los ojos del Duero), como una de las poblaciones que destacaba en la calzada romana o Vía de la Plata, que partiendo de Mérida llegaba hasta Astorga y cruzaba el Duero por Zamora. De estos primeros contactos con Roma, datan las crónicas del pastor lusitano Viriato.
A mediados del siglo VIII llegan los árabes a la ciudad, la llamarían Azemur “olivar silvestre” y Semurah “ciudad de las turquesas”. Alfonso III el Magno, la reconquista en el año 893 y la repuebla rodeándola de murallas, convirtiéndose por su emplazamiento y características en la ciudad fortaleza más importante de los reinos cristianos.
En el año 981 es tomada por Almanzor “el terrible” y años después vuelve a manos cristianas definitivamente. Fernando I de Castilla la repuebla en el año 1061 y a él se deben la reedificación de la ciudad y las primeras obras de fortificación que se conservan en la actualidad, convirtiéndola en plaza inexpugnable y concediéndole fuero.
Tras la muerte de Fernando I, las tierras quedan divididas entre sus hijos, concediéndole a Urraca el reino de Zamora. Durante su reinado tuvo lugar uno de los acontecimientos más importantes de su historia, lo que se ha dado en llamar “El Cerco de Zamora”. Sancho II, hermano de Urraca, intenta unificar el reino y después de haber despojado de sus tronos a sus hermanos, pone cerco a Zamora el 4 de marzo del año 1072. Un asedio que duró más de 7 meses, dando pie al famoso dicho de “no se ganó Zamora en una hora”.
El aislamiento acabó el 7 de octubre de ese mismo año, con el asesinato del rey Sancho por parte de Bellido Dolfos, quien después de asesinar al rey a las afueras de la ciudad, entró en la misma, perseguido por el Cid, por una puerta conocida hoy en día como “el portillo de la lealtad” o “portillo de la traición”.
La edad de oro de Zamora es el siglo XII. Es en este siglo cuando se configura su estructura urbana y se edifican la mayoría de sus monumentos más representativos, de estilo Románico, lo que le ha supuesto merecida fama.
Al finalizar la Edad Media, Zamora era uno de los principales centros urbanos de Castilla y León. Las guerras con Portugal devuelven a la ciudad y a su territorio el valor estratégico.
En el siglo XV, ya en tiempos de los Reyes Católicos, es escenario de las luchas que la Reina Isabel mantenía por el trono de Castilla contra su sobrina Juana “la beltraneja”. En la batalla de Toro de 1 de marzo de 1476, salió derrotado Alfonso V de Portugal, consorte de Juana, consolidándose de esta manera en Castilla el trono de Isabel y Fernando.
El conflicto contra los franceses, que ocuparon la ciudad durante más de tres años (1809-1813), y el proceso desamortizador, supusieron un duro golpe para el patrimonio histórico-artístico zamorano que se vio seriamente afectado.
Ya en el XIX llegaron algunas construcciones de notoriedad gracias a casas nobiliarias y las magníficas fachadas de tipo Modernista nos hablan de una Zamora que a principios del siglo XX brilla con luz propia.
Fuente Turismo Zamora / Fotos de Manuel Lamas