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11M: Pilar Manjón
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11M: Pilar Manjón

Actualizado 08/03/2024 07:57
Ángel González Quesada

Si los nombres de la indignidad no merecen pronunciarse, justo enfrente, en el territorio del respeto, de la verdad y de la talla moral, hay un nombre de mujer, madre de una víctima mortal el 11 de marzo de 2004, víctima ella misma en la posterior comisión de investigación, insultada, vilipendiada y atacada por defender la verdad frente a los que no merecen ser nombrados: PILAR MANJÓN.

Se cumplirán el próximo 11 de marzo veinte años de los atentados yihadistas de los trenes de Atocha, en Madrid, que causaron casi doscientas víctimas mortales y un gran número de heridos y afectados y que, también, apuntalaron en este país la dolorosa certeza de que la mentira en política es un argumento válido, y que la falsedad argumental y las falsificaciones con fines electorales son aceptables. Personajes con la peor catadura moral, el desprestigio ético y la ausencia de rectificación con un engreimiento bravucón, siguen paseándose por tribunas, dando lecciones de comportamiento democrático y arrastrando a la parte de la ciudadanía menos informada y, por tanto, más proclive a la boquiabierta credulidad, hacia una duda artificial sobre la realidad de aquellos atentados, que pueda convertirse hoy en votos para los autores de semejante falsificación.

Quienes experimentaron y vivieron con atención, dolor y cierta capacidad crítica tanto el 11 de marzo como, sobre todo, las sesiones de investigación parlamentaria posteriores, que trataban de clarificar la identidad de los autores de los salvajes atentados y las conexiones, contactos e implicaciones de sus responsables, no podrán olvidar la mezquindad, la chocarrera bastedad de las mentiras y la burla con que muchos responsables políticos en la fecha de los asesinatos, en aquella comisión respondían con desgana y doblez a las preguntas directas de las fuerzas de seguridad, de los jueces y parlamentarios, de los investigadores y de las mismas víctimas, sembrando bulos, mintiendo sin pudor, mofándose de los muertos y burlándose así de todos nosotros.

La manipulación informativa oficial y periodística que se realizó sobre la autoría de los atentados desde el mismo día 11 de marzo de 2004, significó un inmenso descrédito de un gobierno derechista y reaccionario que, contra la opinión mayoritaria de la ciudadanía, había apoyado la brutal ocupación de Irak por Estados Unidos. Ese gobierno utilizó todos los mecanismos del Estado español para mentir sobre la relación directa entre los atentados de Atocha y aquel apoyo sumiso y ridículo a la torpe venganza de Bush por las torres gemelas. La campaña de prensa posterior, que durante años inventó pruebas falsas, atribuyó responsabilidades inventadas, mintió descaradamente y realizó una de las labores, llamémolas periodísticas, más indignas que se recuerdan, intentó apuntalar una manipulación tan tosca como efectiva en ciertos ámbitos y que hoy sigue siendo estudiada en las escuelas de periodismo como la antítesis de la honestidad.

Dar nombres de responsables que entonces cavaron su eterno descrédito moral, políticos, “periodistas” o charlatanes de toda laya, sería otorgarles una importancia, o una trascendencia que ni tienen ni nunca merecieron a ojos de cualquier demócrata. Todo el mundo sabe, o debería saber, quién era el presidente del gobierno el 11M, quién el ministro del Interior, quiénes los responsables políticos de la derecha, los comentaristas radiofónicos que hoy siguen inexplicablemente teniendo audiencias y seguidores, los periódicos que siguen hoy, como entonces, sin servir ni para envolver sobras, pero que crearon, en un país excesivamente boquiabierto, una de las mayores mentiras conscientes de la historia de este país, aderezada con el manoseo de 193 asesinados. Esos personajes, en su mayoría, siguen veinte años después condicionando parte de la opinión pública de este país, manipulando la información, tergiversando la realidad, mintiendo y, sobre todo, captando mediante el engaño, la intoxicación y los silencios interesados, el voto de muchos (demasiados) jóvenes desinformados. En un mundo escorado hacia la mezquindad, la lucha contra la impunidad, como la de Pilar Manjón, puede ser uno de los últimos reductos de la dignidad. Un aniversario, cualquiera, éste por ejemplo, podría ser el umbral de esa victoria, el principio del fin de la desvergüenza, la puerta a la condena de tanta vileza.

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