La defensa de la democracia, de los derechos humanos, de las libertades (no entendidas al simplista y cínico modo madrileño), de la igualdad y la fraternidad… son otras tantas formulaciones de ese fuego que el héroe Prometeo arrebató a los dioses para ponerlo al alcance de todos; de ahí que Prometeo sea, por ello, un héroe civilizador, pues ensanchó el territorio de lo humano.
Pero sufrió un duro castigo. Los dioses (léase los tiranos, aquellos que quieren someter lo humano a sus intereses y sus conveniencias) lo encadenaron, con invencibles cadenas, a unas rocas y un buitre terminó devorándole las entrañas.
¿Quiénes son los nuevos héroes? ¿Cuál es su tarea? ¿Qué castigos sufren por seguir ensanchando, y defendiendo, el territorio de lo humano, el poner al alcance de todos esos bienes a los que al principio aludíamos?
Surgen estos días encarnaciones humanas de esos héroes prometeicos, a lo ancho y largo del mundo, que, por su tarea civilizadora, han sufrido o bien la muerte o bien duros procesos judiciales para ser extraditados y privados de libertad.
Tales encarnaciones, estos días tan inciertos y con tantos nubarrones (ese tiempo nublado de que hablara Octavio Paz), no son otros que Alexei Navalni, Celestino Alfonso o Julian Assange. Todos ellos están de trágica actualidad y aparecen en los medios de comunicación día y noche.
El abogado y político ruso Alexei Navalni ha muerto, sospechosamente, prisionero en una durísima cárcel del ‘gulag’, en plena madurez, por defender en su país la democracia y los derechos humanos. Estamos ante un trágico héroe prometeico que ha ofrendado su vida en aras de una causa que a todos nos atañe. ¿Cómo no recordar la terrible narración Archipiélago Gulag de su compatriota, el narrador ruso Alexandr Solzhenitsyn, que fuera Premio Nobel de literatura, que diera a conocer el sistema de campos de trabajos forzados de la extinguida Unión Soviética?
El carpintero salmantino Celestino Alfonso (nacido en Ituero de Azaba en 1916), emigrante a París, entraría en la Resistencia francesa que luchaba contra el nazismo, dentro del grupo conocido como ‘Affiche rouge’. Sería detenido en octubre de 1943 y fusilado el 21 de febrero de 1944, junto con otros veintidós miembros de su grupo. Estos días de atrás, ha sido el primer español inscrito en el Panteón de París, ámbito que homenajea a los hombres y mujeres ilustres de la historia de Francia, por decisión del presidente y gobierno galo. Nada menos.
Mientras que el programador, periodista y activista australiano Julian Assange, portavoz del sitio web WikiLeaks, sufre estos días, en el Reino Unido un proceso judicial con motivo de una petición de extradición estadounidense, por revelar documentos militares de la guerra de Irak y otros por el estilo. De nuevo, nos encontramos ante un héroe prometeico, castigado, en este caso, por ejercer la libertad de prensa, frente a la opacidades de los poderes.
Estos días, incierto y nublados, nos encontramos, en los medios de comunicación, con nuevas encarnaciones humanas de ese héroe prometeico que, verbalizado por e mito, desde la antigüedad clásica, sigue teniendo no poca vigencia.
Quienes se apropian del fuego de los más altos bienes para ponerlos al alcance de la humanidad siguen sufriendo ese castigo inmerecido de todo tipo de poderes que, de distintos modos, tratan de que no avancemos por esa senda de humanización que nos pertenece a todos.
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