, 28 de abril de 2024
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¿Podemos pensar en una paz común?
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¿Podemos pensar en una paz común?

Actualizado 24/02/2024 07:54
Juan Ángel Torres Rechy

Esa paz la ubicamos no en un bien recibido, sino en uno creado. Baja al alma y la impregna cuando el alma la ha bajado a sí. El camino se extiende por años, como leemos en los libros al inicio de la columna, mas no tantos.

Dónde radica la paz, desprovista de cualquier interpretación histórica asociada a religión alguna. En qué lugar la paz, con su soplo, “mueve, esparce y desordena” el cabello portugués o no portugués de las personas. En qué lugar la gente la trata de manera cordial, sin perturbarla. ¿Podemos pensar en una paz común?

En el tiempo de una vida humana apenas tenemos ocasión de palpar instantes demorados en una felicidad estable. El sistema nos empuja a la crisis. No existe la belleza y contemplación. En lugar de tener tiempo delante, lo tenemos perdido detrás. No nos alcanza lo poco que queda filtrado por las horas del siglo frente a los ojos.

Retrato del artista adolescente, El guardián entre el centeno, La tumba, El lobo estepario, Demian: Historia de la juventud de Emil Sinclair… Hasta cierta edad, la literatura con estos u otros títulos (Las batallas en el desierto, El palacio de la luna, A salto de mata, Cartas a un joven poeta), nos ha mostrado un sino del ser humano cifrado en la búsqueda de una identidad. En la elegante oración renacentista de Pico della Mirandola hemos leído que la persona se hace a sí misma.

En ese destino compartido por la mujer y el hombre llega el momento cuando el ser cobra uso pleno de razón y no puede seguir dando tumbos. No es la etapa de iniciación reflejada en libros como los anteriores. Ahora, adultos, no podemos poner en riesgo la dignidad propia, ni la integridad del entorno. Lo digo por los países de Medio Oriente, Oriente y Occidente. La paz del género humano no puede pender de un cabello.

Cuando leemos una obra literaria —cito a Borges, porque solo lo he leído a él, aparte de Joyce, Salinger, José Agustín, Hesse, Pacheco, Auster, Rilke, etc.—, cuando leemos una obra literaria, de Borges, por ejemplo, tenemos la impresión de encontrarnos ante un escrito cuyos recursos estaban en la mente del creador desde antes. La crítica literaria de Borges en sus ensayos, cuentos y poemas, probablemente surgía conforme redactaba sus composiciones y se enfrentaba a problemas formales que solo podía resolver mediante el escrutinio de autoridades. Sus datos, su información, su conocimiento, no se encuentran distanciados de la realidad. Sus referencias geográficas e históricas tienen una base documental, con independencia de la ficción que pega un brinco a otro lado.

Sucede en su cuento “El jardín de senderos que se bifurcan”, con la mención del “doctor Yu Tsun, antiguo catedrático de inglés en la Hochschule, de Tsingtao”. Esa cátedra de inglés tiene un antecedente histórico real, que no alcanzo a referir ahora. Ese apunte, más otros tantos, me lo dio una estudiante egresada de Soochow University, de nombre español Teresa. La puesta en página de cuentos como este, manuscrito en un cuaderno Lanceros Argentinos de 1910, parte del conocimiento del mundo.

Las exigencias formales del escrito marcan la pauta para el desarrollo. La hipálage de la Eneida, de Virgilio, citada por Borges, Ibant obscuri sola sub nocte per umbram (iban oscuros bajo la solitaria noche por la sombra), con el atributo “oscuro” de la noche para la Sibilia y Eneas, y el complemento humano “solitarios” para la noche, en ese paso por el infierno, nos obliga a leer en sigilo.

La creatividad encuentra su sustento en el trabajo. No tiene ningún antecedente en la nada. Baja a la mesa del artesano cuando se encuentra sentado al oficio. La disposición mental, en esos casos, goza de apertura y alcanza un horizonte lejano en el vuelo de la imaginación. Un sueño con su lote perfecto nace de la mirada de la persona cuando despierta.

La perfección no puede no contar con la paz. Esa paz la ubicamos no en un bien recibido, sino en uno creado. Baja al alma y la impregna cuando el alma la ha bajado a sí. El camino se extiende por años, como leemos en los libros al inicio de la columna, mas no tantos. Esa paz no tiene conflictos en Medio Oriente, Oriente, ni Occidente.

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