Tras sobrevivir a la tragedia de Ribadelago siendo apenas un niño, Modesto García Lorenzo acabó siendo víctima de otra tragedia, la del terrorismo, que se llevó su vida cuando contaba apenas 22 años.
La semana pasada se cumplió el 65º aniversario de la tragedia de Ribadelago, localidad zamorana en la que fallecieron 144 vecinos tras ser arrasada la mayor parte del pueblo en la madrugada del 9 de enero de 1959 por una ola gigante de nueve metros, procedente del colapso de la presa de Vega de Tera, construida de forma deficiente para abaratar costes.
Uno de los supervivientes a aquella tragedia fue un niño, Modesto García Lorenzo, que apenas contaba con un año de edad cuando sucedió la catástrofe de Ribadelago, a quien el destino le tenía reservado un inesperado final trágico dos décadas después.
Natural de una comarca dura como Sanabria, de la que costaba sangre, sudor y lágrimas sacar el sustento diario, Modesto buscó su futuro laboral dentro de los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, una forma de asegurarse un salario cada mes y que no faltase el alimento en la mesa cada día. De esta manera, Modesto ingresó en la Guardia Civil, estando destinado en la Agrupación de Tráfico de Guipúzcoa en 1980, cuando contaba con 22 años.
En una década como la de los ochenta del siglo XX, denominada como “los años de plomo” por el terrorismo de ETA, Modesto sufría en Guipúzcoa el aislamiento social que sufrieron muchos guardias civiles, policías o miembros del Ejército en aquellos años en tierras vascas, con los vecinos y resto de habitantes intentando que no les viesen relacionarse con ellos por miedo a quedar señalados y convertirse en objetivo de los terroristas.
De este modo, los compañeros de cuartel pasaban irremediablemente a convertirse en la única cuadrilla de amigos posible en muchos casos, más si cabe en el caso de aquellos que estaban destinados en tierras vascas pero procedían de otros territorios, como era el caso de Modesto.
Por ello, de vez en cuando los guardias que estaban fuera de servicio intentaban salir un poco de la rutina y, de paisano, se iban como amigos a tomar un vino y un pincho a algún bar de la zona en que residían o a algún pueblo cercano.
Y así sucedía el 3 de noviembre de 1980 en el caso de Modesto García Lorenzo, que se encontraba en el bar Haizea de Zarauz tomando algo con varios compañeros, estando en la barra junto al extremeño Ángel Retamar (de 26 años), el asturiano Julio Castillejo (de 22 años) y el andaluz Arturo López (de 37 años), mientras que el aragonés Nicolás Martín Maestro (de 26 años) se había acercado a jugar a una máquina de entretenimiento ubicada junto a la puerta del bar.
En un momento dado, cuando se acercaban las doce de la noche, tres terroristas entraron en el bar, disparando una ráfaga de disparos con metralleta, sin dar tiempo a ser repelida la agresión, para salir a continuación del bar y subirse a un Renault 18, en el que les esperaban otros dos terroristas para la huida.
A sus espaldas, los terroristas habían dejado un reguero de sangre, habiendo acabado con la vida de cuatro de los cinco guardias civiles que se encontraban en el bar (entre ellos Modesto García Lorenzo), dejando herido a otro (Nicolás Martín Maestro), así como a cinco personas más que también sufrieron heridas de bala, concretamente al camarero del bar, Antonio Izquierdo, la joven pareja formada por Izaskun Garmendia (de 19 años) e Ignacio Aguirre (de 23 años) que residían en Azpeitia, y dos vecinos de Zarauz, el pescador Basilio Elola (de 39 años) y el peluquero Miguel Lasa (de 49 años), falleciendo este último horas después en el hospital por la gravedad de sus heridas.
Tras el asesinato, el pleno del Ayuntamiento de Zarauz, reunido en sesión extraordinaria, condenó de forma mayoritaria los hechos, mediante el voto favorable al acuerdo de condena de todos los grupos salvo HB, que decidió abstenerse, lo que devino en la dimisión de uno de sus concejales, Juan José Marcaide, que según recoge la prensa de la época señaló que “soy contrario a la violencia, y así, ante esta situación, yo no puedo ocupar este escaño, por eso os anuncio mi dimisión”. Sus compañeros de partido, sin embargo, se reafirmaron en no condenar el atentado.
Por otro lado, tras el atentado una manifestación de cerca de 2.000 personas recorrió las calles de Zarauz de forma silenciosa para mostrar su repulsa ante los asesinatos ocurridos en el bar Haizea, que se saldaron con cinco muertos y cinco heridos.
Un atentado en el que ETA segó la vida de uno de los niños que había logrado sobrevivir a la tragedia de Ribadelago, dejando una herida abierta más en una familia que ya había soportado demasiado sufrimiento, y que sin embargo tuvo que afrontar un destino excesivamente cruel para aquel niño que sobrevivió a la tragedia que destruyó su pueblo, pero al que el terrorismo decidió impedirle sobrepasar la juventud: Modesto García Lorenzo.
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