María Olivera y Pedro Hernández son los padres de Celia (13), Pedro (12), Vega (10), Javier (7), Rodrigo (5) y David (3), que esperan a su séptimo hermano y disfrutan de una infancia algo diferente en una sociedad individualista.
El día en casa de los Hernández Olivera comienza la noche anterior. Celia (13), Pedro (12), Vega (10), Javier (7), Rodrigo (5) y David (3) son responsables, saben que tienen que dejar preparada su mochila para el colegio, la ropa y todo lo que necesiten para las actividades extraescolares. Del desayuno y el almuerzo se ocupan sus padres, María y Pedro, que madrugan más que ellos para ir “un paso por delante y correr lo menos posible”.
Esta joven pareja de maestros de música tuvo claro desde que pasó por el altar que aceptaría voluntariamente “los hijos que Dios quisiera”, así que están a la espera del séptimo niño. ¿Cómo se organiza una familia numerosa en 2023? “Tenemos un plano gigante con los horarios de todos para ver quién lleva y recoge a unos y a otros. Nos organizamos como un centro escolar. Las actividades extraescolares hoy en día son imprescindibles en la sociedad actual, pero en las familias grandes es muy difícil a veces encajarlo todo”, explica Pedro Hernández. “Normalmente uno de los dos está en casa para ir controlando que hacen las tareas o si hay que comprar algo”, añade María Olivera.
Además de ser familia numerosa, todos son músicos, y los niños estudian en el Conservatorio o en la Escuela Municipal. “A partir de las 21:00 horas no hay ni un ruido. Tenemos un planning para cada uno. Cuando llegan del instituto o del colegio se sientan y apuntan lo que tienen que hacer esa tarde, cuándo tienen examen, concierto… y ya tienen marcados los momentos de tocar. Procuramos que coincidan y que no sean a las 15:00 horas”, afirma María.
Al encaje de bolillos de las actividades extraescolares se suma el de la economía familiar. “Afrontar cada mes es difícil. Si la cesta de la compra cada vez es más cara para todos, en una familia de ocho y en breve de nueve se nota muchísimo más. La subida del aceite, de la leche, del diésel, de los impuestos… Hemos pasado de llegar bien a fin de mes a estar haciendo cuentas. Estamos pagando las consecuencias de la situación actual de la sociedad”, se lamenta el padre.
Por ello María y Pedro echan de menos más apoyo por parte de las instituciones y alertan de que los últimos cambios en la normativa les perjudican. “Antes, las familias numerosas de categoría especial, como es nuestro caso, estaban exentas del impuesto de matriculación de los vehículos. Ahora solo del 50%”, explica Pedro, tras adquirir un nuevo coche de nueve plazas, que ni siquiera han podido ver en el concesionario porque apenas se fabrican. María llama la atención sobre el transporte público, que sus hijos mayores utilizan habitualmente: “Antes, te cobraban la mitad del viaje individual, ahora no. En España con la falta de niños que hay, hace mucha falta que se apoye a las familias numerosas. Al perder la categoría por número y englobar a otros muchos tipos de familia, lo único que se hace es dividir el pastel entre más gente”.
El matrimonio recuerda que la vuelta al cole o las actividades extraescolares son gastos que en su casa se multiplican por seis y, pronto, por siete. Algunas de las ventajas que aún se mantienen son el comedor escolar gratuito en el colegio público y el programa de madrugadores, que anticipa la entrada al centro de los niños para facilitar la conciliación laboral. María y Pedro necesitan ambos servicios para poder ir a trabajar. “Para nosotros es mucho. Si tuviéramos que contratar a una persona, sería muchísimo más difícil el día a día”, reconoce la madre.
Como familia numerosa, siguen aprendiendo los unos de los otros. Gracias a su profesión de maestros, María y Pedro, adquieren herramientas en ambas direcciones y están más atentos a la escucha de las necesidades de cada pequeño. “Hemos trabajado con niños desde siempre y sabemos que es complicado. Como maestros hemos aprendido un montón. Por ejemplo, qué actividades son mejores en función del carácter del niño, qué nos ayuda a que el que está más acelerado se calme y viceversa. Pero seguimos aprendiendo. La mayor tiene trece años y empieza una etapa que suele ser complicada. Cuando se junte con el bebé, será una mezcla que irá más allá de lo que podamos imaginarnos”, reflexiona María. Priorizar y no atorarse con las complicaciones cotidianas son otras de las claves que este matrimonio tiene siempre presente. “Cuando son muchos niños te das cuenta de que muchas cosas son importantes, pero imprescindibles no son todas. Vemos a qué merece la pena dedicarle tiempo y a qué no”.
Ellos son conscientes de que la infancia que están viviendo sus hijos es algo diferente a la experiencia de un hijo único o de una familia con solo dos niños. “Aprenden a compartir y a resolver problemas, a mediar. Lo normal es que haya conflictos porque es ley de vida, pero se resuelven. En nuestra casa normalmente hay mucho barullo. Es inevitable y no hay que poner el grito en el cielo porque estén discutiendo o se peleen. Lo importante es que luego se perdonan y les gusta estar juntos. Es inevitable”, cuenta María.
Y como entre tantos hermanos es complicado que los padres tengan tiempo para cada uno por separado, María y Pedro han inventado el Día Especial. “Sacamos al niño del colegio y ese día desayunan con nosotros y hacemos lo que les apetece. Es su día de asuntos propios. Hay momentos en los niños necesitan atención de manera individual, pero en una familia numerosa no siempre se puede”, reconocen los padres. A cambio, los hijos de María y Pedro han aprendido desde siempre a compartir, a jugar en compañía y a desenvolverse con niños de diferentes edades. “Los mayores se acostumbran a tener paciencia con los pequeños”, apunta María.
Pese al cansancio, María y Pedro están convencidos de que tener una familia numerosa compensa, y mucho. A este matrimonio, tener tantos hijos les ha enseñado una importante lección: “la vida es un regalo”. “Nosotros una vez perdimos un bebé. Que tú estés dispuesto a tener los hijos que Dios te quiera dar, tampoco implica que vayas a tenerlos. Hemos aprendido a vivir confiados porque sabemos que de todo se sale”, afirma María.
El matrimonio observa que se están perdiendo los valores de la familia y el “poner en común”. “La sociedad es cada vez más individualista. Los niños crecen están menos acostumbrados ceder”. También tienen que escuchar comentarios poco afortunados a los que con sentido del humor, Pedro siempre consigue darles la vuelta. “Cuando vamos por la calle todo el mundo se nos queda mirando y Pedro les dice a nuestros hijos: “Mirad, están pensando, ¡Jolín, esos niños tienen la madre más guapa del mundo!”, recuerda María entre risas.
Orgullosos de la familia que continúan construyendo, se reafirman en un modo de vida que fomenta la comunidad en una sociedad poco acostumbrada a las familias grandes. “No estamos descansados, pero sí felices. Los problemas son más llevaderos y si un día no tienes ganas, sabes que por ellos lo tienes que hacer. Las alegrías se multiplican. Si alguien hace algo bien, todos lo celebramos”, concluye María.