Está muy claro que Feijóo arrastra un baldón ignominioso desde que asumió la presidencia del PP y dejó su reinado gallego. Le suele ocurrir a los mandatarios que creen ser el ombligo del mundo, a los gobernantes caciques y soberbios que desprecian a sus adversarios porque han conseguido varios triunfos en feudos en los que se sienten con derecho a mandar, por casta y por tradición y que pisotean sistemáticamente los principios y valores de un Estado Social y Democrático de Derecho.
Después de ocultar durante más de un año la realidad del salario que recibía -concretamente ocultó casi la mitad de su sobresueldo como líder del PP-, se encontró con un incremento considerable del poder obtenido por su partido en las elecciones locales y autonómicas de 2023. Aunque todo fue debido a los pactos entre su partido, el PP y la extrema derecha de Vox; pactos de los que el PP consiguió gobernar en más de 100 ayuntamientos de toda España y en varias comunidades autónomas. Los que se creían moderados van de la mano de la extrema derecha más rancia, casposa y fascista que ha conocido España en los 46 años de democracia desde aquellas primeras elecciones generales constituyentes de 1977.
No obstante, la inminente convocatoria de las elecciones generales, del 23 de julio, por parte del presidente Sánchez, provocó que el PP se diera de bruces con su destino y sus pretensiones y, aunque ganó las elecciones, inmediatamente se percataron que sería muy difícil pactar con fuerzas políticas diferentes a Vox. En cambio, Pedro Sánchez, líder del PSOE, consiguió negociar y pactar cuestiones políticas y de gestión con la inmensa mayoría de fuerzas políticas parlamentarias, con todas menos con la derecha y la ultraderecha, consiguiendo, de nuevo, ser investido presidente del gobierno, a pesar del cabreo, la decepción y la rabia que está descargando esta derecha reaccionaria, por el revolcón recibido en el Congreso de los Diputados.
Por su parte, Feijóo nunca ha reconocido éxito alguno al gobierno de Sánchez. Intentó engañar a los ciudadanos en campaña electoral negando el crecimiento económico de España -mayor que el de los países más fuertes de la UE como Francia, Alemania o Italia-, los excelentes datos de empleo, la subida del SMI, los incrementos de salarios y pensiones, la importancia que tuvo la puesta en marcha de la denominada “excepción ibérica” en el precio de la luz y el gas para los bolsillos de los ciudadanos, la contención de la inflación o la llegada de fondos europeos de recuperación debido a que España sí ha hecho los deberes para poder recibirlos. Y todo ello, a pesar de las zancadillas que han estado poniendo siempre los políticos ultraconservadores y sus aduladores mediáticos. Se consideran tan patrióticos -de hojalata y de bandera en la muñeca o en la solapa-, que se han dedicado a hablar mal de España en Bruselas en todas las instituciones europeas, con la finalidad de que la UE paralice la llegada de fondos europeos a España.
A pesar del tiempo transcurrido y del revés de Pedro Sánchez consiguiendo ser de nuevo presidente del gobierno, Feijóo sigue siendo un agorero del desastre, sigue vaticinando que durante este otoño que ahora termina, España iba a tener problemas económicos evidentes, que iba a ser un “otoño caliente”, cuando España es la economía europea que presenta las perspectivas más positivas para el año 2024.
Y como lo de la caída económica ya no “cuela” entre la ciudadanía, utilizan de forma carroñera e indigna el desaparecido terrorismo de ETA para intentar derribar al gobierno socialista. Un terrorismo que acabó hace 12 años, precisamente con un gobierno socialista, el presidido por Zapatero, siendo ministro del interior, Rubalcaba. Con el anuncio de moción de censura que apoyarán, entre otros Bildu y PSOE en el Ayuntamiento de Pamplona, las palabras gruesas, las insoportables hipérboles, la desfachatez y la inmoralidad insoportable, siguen presidiendo las actuaciones de la derecha y la ultraderecha. Han llegado a decir que, con la moción de censura los socialistas han entregado la alcaldía de Pamplona a los terroristas y han calificado a los socialistas navarros de “escoria”, olvidando los pactos de la desvergüenza al que han llegado PP y Vox en más de un centenar de instituciones, utilizando la censura de actividades culturales cuando no son de su “cuerda ideológica” y negando sistemáticamente la violencia de género.
Con estas conductas, la derecha y la ultraderecha están fomentando, promoviendo e incitando directamente al odio, la hostilidad, la discriminación o la violencia contra un grupo o una parte del mismo. Eso es lo que han hecho PP y Vox, convocando a los ciudadanos para que se concentren ante las sedes del PSOE y actúen violentamente contra ellas y contra los militantes de esta formación política. Ese es su legado, pero estoy seguro que lo pagarán caro y la ciudadanía les dará la espalda.
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