Llevamos más de dos meses de barbarie, terror y muerte de inocentes en Oriente Próximo, sin saber hasta cuándo durará, ni el grado de destrucción y genocidio que alcanzará. El 28 de octubre, en esta misma tribuna, apuntábamos que la diplomacia era la esperanza frente a la guerra. Pero aquella esperanza se evaporó, la comunidad internacional no fue capaz de frenar la venganza y la diplomacia fracasó en sus intentos de poner fin a la barbarie en aquellos territorios.
También fracasó la diplomacia religiosa. La máxima autoridad de la cristiandad católica, el Papa Francisco, en aras de rebajar la beligerancia y la catástrofe, decidió recibir en el Vaticano a sendas delegaciones de las partes enfrentadas: Israel y Palestina, compuestas por los familiares de israelíes secuestrados por Hamás y por parientes palestinos encarcelados por Israel, bajo el Gobierno de Benjamín Netanyahu. El encuentro no sirvió más que para constatar lo que es de conocimiento público y que el Papa fue rotundo al acabar la reunión y afirmar, que lo que está sucediendo entre Israel y Hamás “no es una guerra, es terrorismo”
Aunque ya es sabido, parece que no se puede hablar de este tema sino es recordando que el detonante de este episodio sangriento fue el ataque salvaje de Hamás a bienes y personas israelíes, acción reprochable y condenada enérgicamente por la comunidad internacional y particularmente por quien suscribe. Los mismos que aceptan y comprenden el derecho de Israel a la defensa de sus bienes y de sus gentes, dentro del derecho internacional y el derecho humanitario.
Pero esto del derecho internacional o derecho humanitario, emanados de la Carta de las Naciones Unidas, parece que no lo entiende el Gobierno de Benjamín Netanyahu que se enfrenta a todo aquel que ose invocarlo. Por ello, rompió relaciones con la Organización de Naciones Unidas (ONU) exigiendo la dimisión de António Guterres, Secretario General de la misma; retiró el embajador israelí en España porque el presidente del Gobierno español manifestara, tras su visita a la zona en cuanto que Presidente de turno de la Unión Europea, sus dudas sobre si se respetaba el derecho internacional humanitario.
Tras algún titubeo inicial, la postura de los 27 países de la Unión Europea es clara, aunque con algunos matices: una condena unánime, rotunda y sin matices, de la matanza perpetrada por Hamás; insistencia en el derecho a la defensa propia de Israel, pero dentro del derecho internacional; la necesidad de proporcionar ayuda humanitaria a los habitantes de Gaza; establecimiento de corredores humanitarios; un alto el fuego duradero; y, para después, el establecimiento de un estado Palestino viable que pueda vivir en paz junto con el de Israel. El instrumento para todo ello sería una Conferencia Internacional de Paz lo más pronto posible. Postura a la que cada vez se van sumando más países. Pero eso tampoco le parece aceptable al Gobierno de Netanyahu, ese que falló, estrepitosamente, en la protección y la seguridad de los ciudadanos israelíes próximos a la Franja de Gaza y que ahora parece que le haya declarado la guerra al mundo.
Las cifras se ceban en Franja de Gaza, en los dos meses de tragedia, los muertos son en torno a los 19.000, la mayoría de ellos mujeres y niños. Unos 8.000 niños inocentes han perdido la vida en el conflicto. Para algunos, Gaza es un cementerio de niños y los que no han muerto están sometidos a bombardeos constantes, vagando sin esperanza. La misma desesperanza de más de un millón de gazatíes desplazados y hacinados, sin comida, sin agua. Personas sin esperanza que quieren morir ante tal sufrimiento. Una catástrofe humanitaria la que se está dando. Según las ONG, Gaza está al borde del colapso, es el drama del genocidio que algunos parece que están buscando.
Las palabras hacen y deshacen las guerras. La verdad es la primera víctima de la guerra y el arma más usada, buscando el matiz de las palabras. La contienda verbal busca dibujar un relato que lleve a la victoria no solo en el campo de batalla, también en el de la opinión pública. Me cuesta recordar algún conflicto que mantenga la trinchera de las palabras tan viva y activa como este israelí-palestino, utilizada por ambos bandos, con diferente carga explosiva según el receptor de los mensajes y de la propaganda bélica. Debemos estar atentos a las palabras de la guerra, porque estas, las guerras, comienzan cuando cerramos nuestras mentes y permitimos que la falta de diálogo, de análisis y la soberbia, se apoderen de nuestra alma, haciendo imposible la comprensión mutua, la tolerancia y el entendimiento.
Con todo, hay que mantener la esperanza de que se puede y se debe salir de la tragedia. La historia nos dice que todas las guerras acaban siempre con un acuerdo, más o menos justo, entre diferentes. Comparto con el exministro israelí de Asuntos Exteriores Shlomo Ben Ami la idea de que, a lo largo de los tiempos, entre Alemania y Francia ha habido más conflictos y sangre de la que, hasta la fecha, ha habido entre israelíes y palestinos y, ahora, son buenos vecinos.
Nos encontramos en medio de guerras, violación de derechos humanos, polarización, crispación y, ¿qué podemos hacer para contribuir a un mundo más pacífico y mejor? Pienso y entiendo que es primordial que practiquemos la humildad y el respeto mutuo, incluso ante los opositores con diferentes creencias y opiniones. Desde nuestra responsabilidad social, la de todos y cada uno de nosotros, debemos ser capaces de celebrar y aprender de la diversidad, porque es un vector enriquecedor personal y social. Paz y bien.
Les dejo con José Luis Perales y Navidad :
https://www.youtube.com/watch?v=GAJ5HgG3aYY
© Francisco Aguadero Fernández, 15 de diciembre de 2023
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