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Rebaño, caterva, manada
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Rebaño, caterva, manada

Actualizado 26/11/2023 16:30
Ángel González Quesada

Dos informaciones que se alternan, casi mezclan y comparten espacio de actualidad en los informativos, diarios y hojas volanderas de la Red, reflejan, tal vez sin pretenderlo, una complementariedad e interdependencia que las hace, si cabe, más preocupantes. Una se refiere a la denuncia, por parte de las autoridades policiales de Euskadi, de la existencia de grupos de Whasapp integrados por miles de adolescentes, en los que se intercambian imágenes pornográficas sexuales, violentas, consignas políticas fascistas y de odio, propuestas xenófobas y de defensa del machismo. En la otra, los psiquiatras y psicólogos se quejan de la escasez de profesionales de su especialidad para la atención de adolescentes, sobre todo debido a un exagerado aumento de los problemas mentales de los jóvenes en cuestiones, afirman, de “conducta, relación e impulsividad”.

De la lógica preocupación por ambas realidades, abaratamiento moral de parte de la adolescencia y progresiva descomposición de la sanidad pública, se pasa muy rápidamente a la indignación, al comprobar cómo las direcciones de los colegios afectados por la existencia entre su alumnado de esos grupos fascistas y violentos, intentan desentenderse de su evidente responsabilidad, trasladando la culpa a una deficiente educación familiar de los jóvenes o, en general, apuntando a la ‘existencia’ de las redes sociales y sus contenidos, como causa primera (y casi única) de que existan semejantes grupos de indeseables. Al mismo tiempo, las asociaciones de padres y madres de alumnos (las que se pronuncian), absuelven a sus criaturas de toda responsabilidad, inculpan a las autoridades sanitarias por no atender suficientemente a sus maleducados hijos, y acusan a los centros de enseñanza tanto de una permisividad que genera todas las maldades de sus vástagos, como de una deficiente atención psicológica en los programas y plantillas de los centros.

Las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas (que tienen transferida la totalidad de la atención sanitaria de la población), buscan zafarse de su responsabilidad sobre la atención a los problemas de tipo psiquiátrico o sicológico de los jóvenes (ese territorio de la conducta, la relación y la impulsividad), con el casi único argumento de la escasez de profesionales, sin tocar ni de lejos la inexistencia de una política sanitaria adecuada, de unos protocolos eficaces y, sobre todo, de una gestión política eficiente que oriente, distribuya y procure la racionalización no solo de las plantillas, que también, sino de la misma naturaleza de la atención médica y su esencia universal en relación con equipos, salarios, condiciones laborales y estructuras hospitalarias y de atención ambulante.

Las direcciones de los centros de enseñanza, las asociaciones de padres y madres (y los padres y madres) y las autoridades sanitarias cumplen así, a la perfección, el viejo adagio del escaqueo. Es paradigmático en este país el no reconocer ni la más mínima responsabilidad en cosa alguna, en buscar rápidamente chivos expiatorios y culpables ajenos, aducir circunstancias incontrolables o jugar indefinidamente a los bucles y espirales de cadenas sin fin de la culpa, siempre depositada en quien puede, a su vez, transmitirla a otro.

Que esos grupos de Whats detectados en Euskadi no son sino la punta de un iceberg que se extiende por todo el país y con mucha mayor virulencia y participación, es una evidencia que nadie puede negar. Que los adolescentes que los integran, a pesar de lo que quiera transmitirse en falsamente compasivas notas de solidaridad, tienen la suficiente edad y madurez para saber qué comparten, qué difunden y qué provocan, es otra certeza incontestable. Que las ideas machistas, violentas, agresivas, xenófobas y fascistas están calando muy rápidamente en una juventud desatendida en todos los ámbitos (enseñanza, familia, sanidad pública), es una certeza tan clara como dolorosa. Que la atención psiquiátrica y psicológica es precisa para algunos de ellos (solo algunos de ellos, la maldad no es un problema psicológico), con mucha antelación a que integren esos indecentes grupos, es también un hecho. Que la responsabilidad de padres y madres y centros de enseñanza en la existencia de estos grupos machistas, xenófobos y pornográficos es directa e innegable, lo sabemos todos. El aumento del maltrato entre los jóvenes, las violaciones en grupo, las agresiones, palizas y actos violentos de todo tipo protagonizados por jóvenes, son problemas que corresponde afrontar a todos, desde todas las perspectivas y con todos los recursos.

La solución está, en parte, en el papel de los centros educativos, más allá de su dinámica centrípeta sobre los derechos de los enseñantes, siempre por encima de los de los enseñados, y la incorporación orgánica en las plantillas de los centros de la especialidad de Psicología educativa, y no de comentarios ‘psicológicos’ del profesor de turno, incapaz de enfrentarse con una realidad que requiere especialización y no generalidades. También en la presencia de la Psicología en los modelos de atención social primaria y en el desarrollo de programas y la acción de los ayuntamientos en la promoción del bienestar de la infancia, adolescencia y juventud; en las acciones en la población infantil y adolescente de las unidades de salud pública dependientes de las comunidades autónomas; en la respuesta de salud comunitaria de la atención primaria, y la imprescindible incorporación estructurada, integrada y estable de la Psicología en ella y, por supuesto en la atención especializada en salud mental (y el necesario crecimiento de las plazas de especialistas en Psicología clínica y la creación de la especialidad de Psicología de la infancia y la adolescencia).

La reciente creación del Ministerio de Infancia y Juventud en el gobierno de España, apunta a la existencia de una cierta sensibilidad con problemas de niños y adolescentes, y en su labor habrán de afrontarse asuntos y carencias relacionados con esa población. Que la derecha reaccionaria y ultra-reaccionaria de este país haya cuestionado (y hasta insultado) la creación de dicho ministerio antes de conocer sus proyectos o acciones, da noticia del nivel de cainismo del conservadurismo político español, de su oceánica ignorancia y de su ruin indiferencia hacia la desigualdad, su desatención a la lucha contra el machismo, sus trabas, recortes y desprecio a los mecanismos de defensa de las mujeres, su normalización del maltrato, del clasismo y la aporofobia y su desprecio a las luchas a favor de los oprimidos, de los adolescentes y de los niños. En la imitación de ese desprecio, en la siembra de esa desatención y en la transmisión de esa ignorancia, se originan todos los grupos fascistas de Whats, todas las excusas y todas las manadas.

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