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São João de Tarouca, el monasterio que nació con Portugal, tiene un órgano que suena castellano
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TERRITORIO TÁVORA-VAROSA

São João de Tarouca, el monasterio que nació con Portugal, tiene un órgano que suena castellano

Actualizado 01/12/2023 18:33
Raquel Martín-Garay

Los monjes del Císter otorgaron a este paraje una identidad que aún pervive, auspiciados por el primer rey de Portugal

Habíamos subido hasta lo alto de la Serra de Leomil, al nacimiento del río Varosa, y estábamos ahora en el merendero que hay en el cruce donde la carretera N-329 se bifurca en ascensión hacia Pinheiro, verdaderamente rodeados de pinos.

Desde ahí, no conseguimos ver el monasterio, ni la iglesia, ni el campanario, nada. Sin embargo, oímos las campanas. Una placa indica ‘Mosteiro de São João de Tarouca 1 km’, pero, verdaderamente, parece impensable bajar en coche por esta estrecha carretera de empinadísima pendiente. Tal vez a pie, pero… ¿dónde está el monasterio? La abundante vegetación no nos permite verlo.

Regresamos a São João de Tarouca, a la población, y vemos un camino adoquinado que parece correr en paralelo al río. Ahora sí, ahí está.

Desde la llegada, una música inunda todo el paraje. Hay algunos turistas, pero nada que perturbe la tranquilidad de este lugar a los mismos pies de la Serra de Leomil, en la Beira Alta portuguesa, en el principio del valle del río Varosa, antes de llegar al “puente medieval”.

Antes de traspasar la verja, queremos merodear un poco por el lugar. Hemos notado que S. Blas y S. Bernardo deben ser muy importantes en esta parroquia, ya a la entrada de la localidad eso se percibe. Hay baños públicos, un Centro Interpretativo y un bar al fondo del camino, donde la dueña recibe con simpatía y timidez, habituada al viajero, pero no tanto.

La música sigue sonando. Conforme nos aproximamos a la iglesia se escucha más nítidamente un órgano bien afinado. Dos pináculos flanquean la verja. Al traspasarla, cuidados parterres enmarcan rosales también bien cuidados.

En el frente de la fachada, la imagen de San Juan coronado por el escudo de armas de la Orden del Císter. Y el rosetón, lo que más llama la atención en esta seria fachada de cantería de granito, dividida en tres partes por pilares salientes. En la parte posterior de su lado izquierdo, se vislumbran los restos de un campanario.

Esta iglesia con diferentes volúmenes, de estilo gótico, manierista y barroco, fundada en el siglo XII anexa al monasterio, y ampliamente alterada en los siglos XVII y XVIII, adopta influencias del Renacimiento tardío, sobresaliendo el exceso expresivo de su decoración interna.

La simplicidad del exterior se transforma en exuberancia en el interior. Una maravilla policromada, con azulejería en azul y blanco, arcos apuntados y dorado barroco. Por una alfombra de rico terciopelo rojo, vamos caminando hasta la altura del órgano.

Una pianista de Lamego lo está afinando, porque este sábado aquí se celebrará una boda. El instrumento es una fantasía barroca en tonos pastel, con tubos verticales y ángeles.

Las lámparas del techo son modernas, de diseño, contribuyendo a una mezcla de estilos donde nada combina y nada desentona.

Esta fue la iglesia del Monasterio de São João de Tarouca, cuyos monjes se instalaron aquí a principios del siglo XII, siendo el primer monasterio de la Orden del Císter en Portugal, comenzando su construcción en 1154. Fueron apoyados por Afonso Henriques, que se convertió en el primer rey de Portugal, y éste se apoyó en ellos como orden militar, religiosa y de profundos conocimientos agropecuarios, los ingenieros agrónomos de la Edad Media.

Por eso se dice que este monasterio estuvo en el origen de la nacionalidad portuguesa. Desde aquí se fortificó un reino recién nacido y se cree que surgió lo que hoy conocemos como vino de Oporto.

Estamos a las puertas del Duero por su margen izquierda, a 15 km de Lamego y a 25 de Régua, en el Vale do Varosa, una tierra milenaria en los confines de la Beira Alta, flanqueada por varias sierras, propicia para que prosperasen todas las innovaciones agrícolas que los monjes introdujeron.

El primer rey de Portugal, Afonso Henriques, les cedió a través de una Carta de Coto de 1140, una reserva con muchas hectáreas, en compensación a la ayuda prestada por los frailes en la conquista de Trancoso a los musulmanes.

En este coto los religiosos comenzaron a plantar, entre otros cultivos, viñas. Cuentan los lugareños que, con el tiempo, este vino pasó a ser célebre, siendo conocido como Vino Oloroso de Lamego, un vino elaborado según las reglas del actual Vino de Oporto. Por eso se dice que el vino más famoso de Portugal nació en un monasterio.

Aún es visible el antiguo sistema de canalización de las aguas que bajaban de la Sierra de Leomil, aprovechadas para el convento, sus huertas y terrenos agrícolas de todo el valle.

A partir de 1834, con la supresión de las órdenes religiosas en el país, los monjes perdieron la propiedad y uso de los edificios del monasterio y de las tierras. El edificio conventual fue desapareciendo poco a poco, piedra a piedra, pues aquí se instaló una cantera que funcionó hasta principios del siglo XX, por lo que piezas del monasterio deben andar hoy por construcciones de toda la región.

La abadía era de gran valor arquitectónico, se dice que única en Portugal, por la distribución de las celdas en dos pisos, con claustro central. Se puede aún percibir su anatomía en las ruinas que se conservan. El campanario se mantiene parcialmente.

Puede verse cómo fue el monasterio en su día y saber todos los pormenores de la implantación de la Orden del Císter en Portugal, a través de este convento masculino, en el Centro de Interpretación habilitado en lo que fue la Casa da Tulha, el lugar donde los frailes guardaban los cereales y otros productos de la cosecha. La entrada incluye visita a las ruinas.

Proveniente de Francia, São Bernardo de Claraval introdujo la Orden del Císter en Portugal. Por eso, la imagen de S. Bernardo está presente por todas partes, dentro del tempo y en el pueblo.

São João de Tarouca es el nombre de una localidad, de un monasterio (las ruinas que quedan de él) y de una iglesia.

Rico interior y un órgano que suena castellano

S. Bernardo, S. Blas, S. Juan, ..., santos, obispos, papas, vírgenes, abades, monjes, de todo ello no le falta a São João de Tarouca, una localidad marcada por el monasterio, ya eso a la entrada se ve. ¡Y qué grata sorpresa la Virgen de la Naranja!

Azulejos en blanco, azul y amarillo, arcos apuntados, musgo en las lanchas del suelo, sillares de granito, dorados, … ¿Qué mezcla de estilos es esta? Una mezcla donde todo disuena, llama la atención, emociona y acaba por armonizar.

Avanzamos por la nave central de este templo cruciforme dividido en tres espacios. Enseguida nos deparamos con una larga sillería en madera de palo santo, compuesta por un total de 60 asientos distribuidos en dos filas, con alto espaldar de talla dorada enmarcando ocho retratos de cada lado, todos representando figuras masculinas, de abades y papas.

En la parte derecha del coro se encuentra el órgano de esta iglesia de São João de Tarouca, un primor en perfecto estado de funcionamiento, después de los trabajos de restauración llevados a cabo entre 2021 y 2023 por la empresa palentina Acitores, ubicada en la localidad de Torquemada, en colaboración con el Atelier Samthiago, de Viana do Castelo. Fue construido por el maestro organero António Francisco Solha y colocado en este templo en 1767.

Es un órgano pintado imitando mármol, en tonos azules, rojizos y blancos, con los tubos en castillo de tres alturas, los de la fase central coronados por el escudo de armas de Portugal y los laterales por angelotes. Permanece la figura del centro, que en tiempos estaba animada, abría y cerraba la boca marcando con los brazos el compás.

La rusticidad de los sillares de granito, -verdeando a ras de suelo por la humedad que emana de este terreno, por donde corren aguas subterráneas, muy hábilmente conducidas por los monjes con la construcción de una canalización hidráulica con azudes, contrasta con la abundancia de arcos apuntados, de iconografía y la voluptuosidad del altar mayor, con azulejería figurativa en azul y blanco y el retablo de estilo barroco. Contiene obras atribuidas al gran pintor Grão Vasco (s. XVI).

El transepto del lado del Evangelio guarda la puerta del acceso que antiguamente unía la iglesia con las dependencias monacales, dando paso a una estancia donde aún permanece rico mobiliario, como un escritorio y un largo aparador, bajo un bello techo pintado.

Antes de la puerta, la tumba de Don Pedro Afonso, conde de Barcelos, hijo bastardo del rey Don Dinis, uno de los nobles más influyentes de su tiempo, que fue sepultado aquí tras su muerte en 1354. El sarcófago es grande, tiene 3,28 m de largo y 1,22 m de ancho, y en él están labradas escenas bíblicas y de caza, destacando el perro acostado a los pies.

En el lado opuesto, la Virgen con el Niño, aquí llamada Virgen de la Naranja, por tener en su mano derecha un objeto redondo, no se sabe si, en realidad, haciendo alusión al pasaje bíblico. Una virgen en piedra pintada muy bonita.

Al frente, el altar mayor, con paneles de azulejos que cuentan la historia de la fundación de este monasterio, con la visión de San Bernardo, en la que se le pedía la fundación de monasterios en la península ibérica, el santo francés enviando a los primeros monjes a la península o la colocación de la primera piedra de este edificio por Afonso Henriques.

A partir de 1567, el Papa Pio V congregó todos los monasterios cistercienses, pasando a depender São João de Tarouca de la casa-madre, situada en el Monasterio de Alcobaça.

A finales del siglo XVIII, vivían en la abadía 38 frailes. En 1834 fue secularizada, manteniéndose sólo la iglesia, como parroquia. Los habitantes de São João de Tarouca cultivan muchos lazos con este templo, elegida para celebrar bodas y otras ceremonias religiosas por residentes de toda la región.

Desde 1998 y hasta 2007 fue objeto de un exhaustivo estudio con excavaciones arqueológicas, que dieron origen a la transformación de las ruinas en museo. En 2009 obtuvo la protección como Monumento Nacional.

El Camino de los Monjes

Se cree que este monasterio se construiría teniendo como antecedente una comunidad de eremitas benedictinos instalados en este paraje desde el siglo XI.

Entre 1141 y 1144 se afiliarían a la Orden del Císter, comenzando así el primer monasterio cisterciense en Portugal. En ese tiempo, Afonso Henriques dona al convento muchas tierras en diversos puntos de la región. El 18 de marzo de 1169 la iglesia del convento es consagrada, con la presencia de los obispos de Lamego, Viseu, Oporto y Braga.

Esta ruta senderista se adentra por las tierras de Távora- Varosa y del Duero, en una llanura cruzada por sierras de mediano porte, como la Serra de Santa Helena o la de Leomil. El valle dejado por el curso de los ríos Távora y Varosa, afluentes del Duero por la izquierda, es un territorio vinatero que da paso, sin transición, al escarpado Vale do Douro.

Vinos tranquilos, vinos fortificados y espumosos se producen en las fincas agrícolas que aprovechan todo el terreno. El Vale do Varosa fue la primera región productora de espumante certificada en Portugal.

Este corredor de 41 kilómetros y trayecto lineal, comienza en el Monasterio de S. João de Tarouca y atraviesa los municipios de Tarouca y Lamego, al noreste de Viseu, a las puertas del Duero. La monumentalidad lo caracteriza, pues a su paso el caminante conocerá importantes edificios religiosos y civiles, que dan asiento a la historia de Portugal.

El Camino de los Monjes nos cuenta una historia íntimamente ligada al surgimiento de la nación portuguesa, contemporáneo a la fundación del Monasterio de São João de Tarouca, también íntimamente unido a la producción de vino en la región.

El Camino se inicia al pie del Monasterio, en la orilla del río Varosa, pasando por el Puente Románico de tres ojos, construido por los monjes.

Pasa por la capital del concejo, Tarouca. En Dalvares, encuentra la Casa do Paço, perteneciente en origen a Egas Moniz, el preceptor del primer rey de Portugal, que hoy acoge el Museo del Espumoso. La ruta continúa por el Puente Fortificado de Ucanha y el Monasterio de Santa María de Salzedas.

Seguimos por la margen izquierda del Varosa, ya en el concejo de Lamego. El río se va encajando entre paredes cada vez más verticales, hasta llegar a la denominada “Sala de Audiencias del Diablo”.

En las proximidades de la desembocadura del Varosa en el Duero, se encuentra la que es considerada la primera casa vitivinícola del Duero, donde los monjes plantaron viñedos y elaboraron vino licoroso, allá por mediados del siglo XII. Aún hoy está en uso con la misma función, bajo el nombre de Casa dos Varais.

São João de Tarouca se sitúa unos 50 km al noreste de Viseu, desde donde se llega por la A24 dirección Lamego, Tarouca. La población tiene unos 500 habitantes.

Una visita a esta región al sur del Duero, transición entre la Beira y el paisaje duriense, tan cerca del Duero, pero, a la vez, con una identidad tan propia, es conocer una de las tierras más antiguas de Portugal y remontarnos al mundo feudal de un país en pañales.

La iglesia tiene visita libre, aunque varios funcionarios del departamento de Turismo de Tarouca están disponibles para dar más que solventes explicaciones a todo tipo de preguntas que se les puedan plantear.

La visita a las ruinas del monasterio, así como al Centro Interpretativo, donde se puede conocer mediante de reconstrucción cómo era el conjunto monástico, tiene un coste de 3 euros la entrada general, y un 50% más si queremos visita guiada. Está abierto de martes a domingo, por la mañana y por la tarde.