Los tres centros educativos recuerdan los nombres de las mujeres asesinadas por sus parejas y ex parejas
Un año más el patio del IES Mateo Hernández no se llena de juegos, sino de palabras y música para luchar contra la violencia hacia la mujer en una jornada reivindicativa que se comparte con los centros escolares tan vecinos: el Félix Rodríguez de la Fuente y el José Herrero. Hay abrazos entre los estudiantes que tanto se conocen, con los maestros a los que se recuerda y, los más pequeños, acaban sentados en el suelo jugando con la arena. Hace sol, un sol de invierno para iluminar los nombres, cuidadosamente escritos en cartulina morada, de las mujeres asesinadas por sus parejas y exparejas. Un nombre, una ciudad y una cifra… leerlas es recordarlas, asistirlas, colocarlas en el espacio de juego, de encuentro, ahí donde el balón va y viene durante todos los recreos.
Música que se canta, primero tímidamente y, después, con alegría. Y baile, ensayos y nervios, ropa negra y pañuelos morados como los lazos de todas las chaquetas. Nombres de mujer que se levantan como las manos. Un manifiesto leído y sentido escrito por la poeta y activista cultural, la profesora Nuria Benito. Una actividad que no solo sale al sol a escuchar la música de los alumnos, a disfrutar con el encuentro de los coles… días de tutorías hablando de una lacra que solo se puede erradicar con educación, concienciación, pequeñas pancartas que sostienen los más pequeños, fascinados al estar en el enorme patio del instituto cercano.
Nombres que son leídos con voz de hombre, y que reciben los profesores como una ofrenda para ser colgados del espacio del recreo. Del espacio donde todos somos iguales, del espacio del respeto. Una jornada de nuevo al sol, con música y jaleo de cables, instrumentos… es la ya constante y reconocida solidaridad del Mateo Hernández, fechas que se repiten para educar en igualdad y valores. Hay un aire de fiesta, de sol y de encuentro, pero también de doloroso recuerdo. Nombres que eran mujeres trabajadoras, madres, ciudadanas que nos faltan, a las que recordamos gritando que ni una más, levantando los brazos, leyendo sus nombres, mimando su recuerdo. Y la esperanza cierta de que sean las últimas, de que la semilla al sol de este día sembrada por quienes enseñan lo que verdaderamente importa tenga música, alegría y vida. Vida y vida y vida.