A Feijóo, derrotado y humillado después de las sesiones de investidura de Pedro Sánchez como presidente del gobierno, -obtenida por 179 votos a favor frente a 171 en contra-, le ha salido “por la culata” la infame munición que ha disparado contra el PSOE y sus socios de investidura. Cuando Feijóo salió del hemiciclo y le dio un frío apretón de manos a Pedro Sánchez, le espetó que había sido una equivocación y que se iba más preocupado de cuando llegó al Congreso de los Diputados. Lo que es rigorosamente cierto es que se va con su orgullo herido después de que los portavoces de las diferentes formaciones políticas le hayan puesto en su sitio, dejándole las cosas muy claras y enviándole –eso sí, con una dialéctica contundente y unos argumentos irrefutables por parte de los líderes de las diferentes formaciones políticas- al rincón impío que se merece y del que nunca debió salir.
Resulta patético e indigno que el principal partido de la oposición –que es alternativa de gobierno- se haya dedicado a instigar, incitar e inducir a la ciudadanía a reventar las sedes del PSOE, a insultar de forma grave y carroñera al presidente del gobierno con calificativos que aquí no voy a narrar, porque me quedaría sin espacio y a fraguar un odio cainita entre los ciudadanos españoles. Para ello, cuentan con los más desalmados personajes, como Ayuso, que es capaz de llamar “hijo de puta” al presidente del gobierno y en la sede de la soberanía nacional –Congreso de los Diputados- porque éste censuró algunas maniobras de presunta corrupción realizadas por la actual presidenta de la Comunidad de Madrid, que carece de recursos intelectuales para debatir sosegadamente sobre cualquier asunto relacionado con la política y la sociedad.
Que en la fase mas dura de la pandemia de la COVID-19 cuando morían miles de personas al día por esta enfermedad, el hermano de la presidenta madrileña se llevase una cuantiosa comisión económica por interceder para traer a Madrid mascarillas, resulta, a todas luces, inmoral. Recordarle esto a Ayuso en el debate parlamentario, algo que realmente ocurrió, no le justifica en ningún caso a Ayuso insultar al presidente del gobierno. Y nadie en el PP –menos aún Feijóo- se atrevió a desautorizar a la presidenta, porque saben que quién lo hizo –Pablo Casado- fue cesado de forma fulminante como presidente del partido. Esta señora tiene un problema –y muy grave- con su ego personal, cuyas consecuencias pueden ser letales para los ciudadanos y para la formación política que la sustenta. Y si no, ¡al tiempo!
Por su parte, que Pedro Sánchez, como responsable del PSOE, haya tenido la capacidad de alcanzar un pacto con otras 7 formaciones políticas diferentes (Sumar, Bildu, ERC, Junts, PNV, BNG y CC), frente al hermetismo reaccionario de PP, Vox y UPN, dice mucho a favor del presidente y muy poco de líderes como Feijóo o Abascal, con nula capacidad negociadora, aunque sean muy hábiles para manipular e intoxicar la información, incitando a las masas a la barbarie, como hemos visto en las últimas semanas. Y lo hacen al estilo de Trump, cuando provocó con sus arengas el asalto al Capitolio o al de Bolsonaro, que alentó las protestas que reclamaban una intervención militar y cortes de carreteras, ambos después de perder las elecciones frente a Biden y Lula Da Silva, respectivamente.
Con la investidura de Pedro Sánchez se abre un tiempo de esperanza en el que la cainita oposición que tenemos pueda subirse al tren del entendimiento, el diálogo, el consenso y la negociación precisa para alcanzar pactos necesarios que garanticen la convivencia pacífica, el progreso y la mejora de la calidad de vida de todos los españoles. Pactos que posibiliten la reactivación de políticas públicas que fomenten y garanticen el respeto a los derechos individuales y sociales: educación, sanidad, servicios sociales, vivienda, salarios y pensiones dignas y la intervención necesaria del Estado en momentos económicamente críticos de alta inflación, como ocurre actualmente en la comunidad internacional; provocada, fundamentalmente por conflictos bélicos como los de la guerra de Ucrania.
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