Era llegar a casa y oler, desde la puerta, la comida caliente y húmeda, llena de vitaminas de amor de mi madre, que dejaba, en cada alimento que preparaba, el calor de sus manos, el hervor del cariño, la pimienta y el clavo salmantinos, el tiempo y la dedicación, el cuidado.
En cada vuelta con la cuchara de palo en la sartén diseñaba círculos entre la cebolla, caramelo concéntrico rehogado, ajo picado ya despojado de sus vestidos, hojitas de laurel, verde perejil enhiesto y fresco, pizca de sal como un sabroso pellizco a las papilas gustativas, la ebullición del vino blanco tras añadirse con el fuego fuerte, y lo que no podía faltar: el tarareo de Machín en su garganta, gardenias a pares, la pieza de zarzuela, las segadoras, una morena y una rubia, canciones montañesas, el Ave María de Schubert, las Czardas, El Coro de los esclavos del Nabuco de Verdi, ballets de blancos cisnes, algún chotis… daba igual lo que surgiera ese día. Toda la música que llevaba dentro, siempre ingrediente inefable en sus comidas, formaba parte, como por arte de magia, del acto de cocinar, contagiando sus guisos de todas las corcheas y semicorcheas, fusas y semifusas, que salían cada día del alegre pentagrama de su corazón.
Después, repaso a todo, bien limpio, delantal colgado y a llenar caras de achuchones, a plagar cuerpos de arrumacos, a saber qué tal fue aquello en el colegio, qué aprendiste, a qué tuviste la suerte de jugar.
Creo que todos esos recuerdos de mi madre acompañan el olor y el sabor del laurel, forman parte de mi vida como cada plato de mi infancia, manos bien lavadas antes de sentarse a comer, aroma inconfundible a hogar; entre cuchara y cuchara, todos alrededor de la mesa, contando con alegría las anécdotas diarias, aderezadas con amenos juegos de palabras y sus significados que, sin pretenderlo, forman parte también de las comidas de mi casa y de mi propia familia.
Sin planear compartimos lo vivido y lo extendemos a generaciones, transmitimos lo que somos, como maleta de mano en mano, unos padres a unos hijos, y éstos después a unos nietos, porque todo aquello que sirve, que nos hace felices, encuentra cobijo entre los granos de arena del reloj y riega otros corazones.
La vida, hecha de detalles simples, nos recuerda que todo lo que de verdad importa se encuentra contenido en una simple, sencilla, humilde, hoja de laurel.
Mercedes Sánchez
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.