Supongo que ya se nos ha pasado a muchos la obsesión por ser de un club, o pertenecer a un grupo al que otros no pertenecen. A nuestros jóvenes no sé si eso les importa tanto, porque pertenecen todos a su grupo con el que se intercambian fotos y poses en Instagram, o en la red social que toque, que yo ya no sigo la evolución del asunto ni ganas tengo de ello. Pero a esta generación infame a la que pertenezco, verbigracia la que asentó la democracia en España y tantas veces nos culpan por ello, le gustaba ser de algo.
Cuando el fútbol era cosa de hombres a ellos les resultaba muy fácil, bastaba con ser del Madrid, del Atleti o del que fuera. A las mujeres de mi tiempo los dilemas nos los planteaban muchas veces las estrellas de cine: ¿éramos de Tom Cruise? ¿O de Mickey Rourke? (¡madre mía, quién ha visto a este último!) y barriendo para casa, éramos de Imanol Arias, aunque ahora cueste creerlo. Algunas de mis sempiternas amigas, esas que desde hace más de cincuenta años lo so y con las que compartí pupitre escolar, pinturas de cera y hasta chicles a medias, eran de Luis Eduardo Aute y yo, ante ellas, jamás osé confesar que no me gustaba nada y que, además, era de Frank Sinatra. En aquel entonces no me atreví y solo la muerte de Aute hace un par de años me permitió salir de ese armario y gritar a los cuatro vientos que Aute no sabía cantar (aunque sí escribir canciones) y tenía pinta de poco aseado. Afortunadamente mis amigas me lo perdonaron porque en eso consiste también el envejecer juntas: en perdonarnos las ofensas, como dice el Padrenuestro moderno.
Ahora la prensa que ya no cuenta las noticias, sino que es la versión edulcorada de El Caso mezclada con el Pronto de los domingos, propone diariamente pronunciarse sobre grandes cuestiones llamadas a inquietar las mentes: ¿es usted de la tortilla con cebolla? ¿O sin ella? ¿Está a favor de la siesta? ¿En contra? Halloween o todos los Santos? ¿Reyes Magos o Papá Noel? Carnívoro o vegano? Mientras que la humanidad se desinforma en la prensa y resuelve tamaños dilemas, pasan cosas, algunas muy graves, que no parecen ser objetivo de los titulares como lo hubieran sido en otros tiempos no tan pretéritos. Hagan ustedes la prueba un día que tengan tiempo y ganas: compren un periódico en papel y lean su versión digital acto seguido, verán que están ustedes leyendo dos realidades paralelas y que, la noticia de Vargas Llosa a todo color y con foto de su ex consorte, apenas tiene un recuadro en su versión en papel; y así todo. Por no hablar del referéndum de la tortilla de patatas con o sin cebolla, que en el diario tradicional ni aparece.
Claro que, bien pensado, en este mundo edulcorado y de cartón piedra en el que quieren convencernos de que vivimos, mejor es preguntar a la audiencia si prefieren la tortilla con o sin cebolla que si están a favor o en contra de la causa Palestina, de la jornada semanal de treinta y siete horas y media o de que se hablen las lenguas cooficiales (no sé si debería subrayar lo de “cooficiales”) del estado en el Congreso de los diputados. Para estos otros debates hay que hacer antes mucha pedagogía, mandar mucha lectura previa y lo peor de todo: estar dispuestos a escuchar al contrario a ver qué tiene que decirnos. De esto último, de lo de escuchar, andamos muy escasos, y muy cortos de paciencia para ponerlo en práctica.
Así que, queridos lectores de esta columna escrita en formato digital para un diario digital (todos somos pecadores) hagamos el esfuerzo de pertenecer al grupo de los más o menos informados, leídos y dispuestos a escuchar los argumentos del contrario. Como club al que adherirse me parece bastante más interesante que el de los radicalizados, gritones, poseedores de la verdad y adiestrados por “X” (antes Twitter) y otras muchas cosas peores que hemos inventado. Y luego hagan ustedes la tortilla de patata como les de la gana y escuchen a Aute, a Frank Sinatra y hasta al Fary si es lo que les pide el cuerpo.
La empresa Diario de Salamanca S.L, No nos hacemos responsables de ninguna de las informaciones, opiniones y conceptos que se emitan o publiquen, por los columnistas que en su sección de opinión realizan su intervención, así como de la imagen que los mismos envían.
Serán única y exclusivamente responsable el columnista que haga uso de nuestros servicios y enlaces.
La publicación por SALAMANCARTVALDIA de los artículos de opinión no implica la existencia de relación alguna entre nuestra empresa y columnista, como tampoco la aceptación y aprobación por nuestra parte de los contenidos, siendo su el interviniente el único responsable de los mismos.
En este sentido, si tiene conocimiento efectivo de la ilicitud de las opiniones o imágenes utilizadas por alguno de ellos, agradeceremos que nos lo comunique inmediatamente para que procedamos a deshabilitar el enlace de acceso a la misma.