La Diócesis de Salamanca recoge la experiencia de estos religiosos en los territorios más necesitados de países como Mongolia, Ecuador, Bolivia o Mozambique.
“En camino y con el corazón ardiente”. Así dejaron Salamanca hace décadas estos misioneros salmantinos para difundir el mensaje del evangelio por cada continente y servir en núcleos de población con graves necesidades. Con motivo de la celebración de la campaña del Domund, La Diócesis de Salamanca recupera varios testimonios de su trabajo en comunidades que viven realidades complicadas en países como Argentina, Mongolia, Ecuador, Bolivia o Mozambique.
Esta misionera del Evangelio de la Misericordia de Dios lleva 45 años en diferentes países de América del Sur, los últimos 20 en Argentina. Allí acompaña a la comunidad parroquial en la que vive y participa de todas las actividades de la capilla Nuestra Señora del Valle. Algunas de sus tareas son visitar a familias, acompañar a enfermos, llevar la comunión y hacer misiones en el barrio. “Es un trabajo a full time. Un día entendí que el Señor me decía ‘Te necesito’ y yo le dije: ‘Envíame”. Marisol recuerda que para ser misionero no hace falta salir del país. “Jesús necesita nuestros pies, nuestra boca, nuestra mirada, nuestra alegría, para que podamos ser instrumentos de su amor a través del cual toque a muchos corazones y los transforme. Necesitamos una dosis de esperanza muy grande”.
Tras pasar 16 años en Japón y 8 en China, este sacerdote diocesano y misionero del Camino Neocatecumenal vive desde hace 9 en Mongolia. “Tratamos de hacer presente a Jesucristo a través de la vida ordinaria”, afirma. Aunque carecen de parroquia, organizan su misión pastoral a través de encuentros. El sacerdote cuenta que se dedican a transmitir “un mensaje de esperanza, una palabra de aliento” a un pueblo que ha sufrido mucho. “Que sepan que Dios les ama, que a través de nosotros quiere mostrar su amor gratuito”.
La hermana célibe de las comunidades ADSIS de Garrido y Santa Marta salió de Salamanca hace 21 años para divulgar el mensaje de Jesús en Chile durante 15 años. Desde allí viajó al Alto de la Paz (Bolivia), donde lleva viviendo 6 años y dirige el centro educativo Utasa. “Tenemos refuerzo al estudio con niños de primaria, un comedor, un centro juvenil, talleres educativos para padres y madres y microemprendimiento con mujeres para la confección de polleras –la falda típica de Bolivia–”, explica. Nieves también desarrolla su labor en la parroquia Santa Clara de Asís, en la periferia del Alto. “La población viene del campo y están acostumbrados a las celebraciones cuando hay bautizo, difuntos, bodas… es difícil hacer una comunidad eclesial. Mi corazón arde de ver al Señor en estas familias que tienen tantas necesidades y me ponen en camino”.
Esta misionera comboniana de Tordillos lleva varias décadas comunicando el evangelio en distintos países de Latinoamérica. Actualmente vive en Mozambique, donde no hace mucho vivió la traumática experiencia de un ataque terrorista en el que una de sus hermanas fue asesinada. Desarrolla su labor pastoral con grupos de mujeres y en internados para jóvenes. “Cada uno donde esté tiene que tener ese corazón ardiente para ayudar a los demás y compartir nuestros dones. Que nuestros pies estén siempre en camino y sigamos esa vocación que el Señor nos da”.
El sacerdote de Santa Teresa vive desde hace 24 años en Ecuador, actualmente en la ciudad costera Bahía de Caráquez, donde ejerce como párroco del Sagrado Corazón de Jesús. “Trabajamos en muchas obras sociales con niños, en un comedor infantil, en la cárcel, en aulas con niños discapacitados… Se trata de construir allí donde la falta de vida está muy presente”.
Esta pareja de misioneros salmantinos laicos en Zambia, donde Gonzalo vive desde hace 45 años y Teresa, 25, tiene claro que su futuro se encuentra en África junto a sus cuatro hijos. “Nuestra misión es evangelizar a través de la educación, aprendiendo de la gente zambiana, disfrutando de ellos, de su fe y de su cultura”, declaran Teresa y Gonzalo, que también trabajan como profesores.
Desde San Juan de Lurigancho a las afueras de Lima, esta servidora del Evangelio de la Misericordia de Dios comparte su experiencia de trabajo con personas que buscan un futuro mejor en la capital del país. Es profesora de religión en un instituto en el barrio Caja de Agua. “Mi misión es que esos adolescentes descubran el sentido que da a sus vidas el encontrarse con Dios. La experiencia de fe te toca el corazón y te transforma hasta el punto de vivir según los valores del evangelio: la solidaridad, el ir al encuentro de las necesidades de los demás, la generosidad, el diálogo con otros…”
El más longevo de los misioneros salmantinos es Leoncio Redero, un sacerdote diocesano de 96 años. Llegó a Asunción (Paraguay) hace más de 30 años y se muestra preocupado por la falta de vocaciones religiosas en España. “La misión está cambiando. Ahora son los paraguayos los que van a España a evangelizar. Me preocupa que España se convierta en tierra de misión”.