He tenido la suerte de tener el mejor suegro posible, Ángel Fontanillo. Un ejemplo de vida para sus hijos, sus nietas y todo el que lo conoció.
Una vida meritoria desde la posguerra, su padre murió por secuelas de la guerra y con su madre y su hermano construyeron una casa y una tienda donde se vendía de todo. Telas, escabeche, piensos, chocolates, legumbres a granel. Además con un camión se aprendió España de memoria, no le hizo falta google map.
Como dice su hija muy amigo de sus amigos a los que recordó y de los que se preocupó hasta el final.
Luchó por la concentración parcelaria que hoy todo el mundo reconoce en Muga de Sayago. Hizo casi a escondidas una de las primeras piscinas del pueblo para sus hijos. Para mí un hombre culto adelantado a su tiempo.
Sus nietas siempre lo han adorado, incluso mi hija Beatriz tiene tatuado su fecha de cumpleaños y fue su padrino de confirmación.
Cuántas charlas al brasero, cuántas lecciones de vida. Una historia de quien se hace así mismo y da la vida por los suyos. Igual conducía el camión, que levantaba paredes de piedra o corría un tejado, era de esas personas que aprendió de todo a lo largo de su vida.
Por supuesto lo recuerdo en su furgoneta Nissan blanca que sirvió para vender y después para pasear a su mujer y a sus nietas. Un conductor prudente que siempre nos daba ejemplos que no hemos sabido seguir.
La devoción por su mujer es otro rasgo esencial. El filtro del amor para él fue eterno, siempre la admiró y siempre se quisieron. Un caso real de amor incondicional.
Un año difícil desde que el cáncer se hizo más fuerte. Ni el sufrimiento lo doblegó. Agradecido y satisfecho con su vida acompañado de los suyos. Se emocionaba y nos emocionaba reconociendo cada momento de unión familiar. Supo redefinir en positivo cualquier fleco amargo. Ese fue su último legado, un recuerdo imborrable de paz interior, sus regalos son inolvidables.
Su sentido del humor ha durado hasta el final, hasta en los momentos más sagrados donde la vida parecía sobrar para alcanzar ese merecido descanso. Su rostro inmaculado de verdad es un alivio para los que ya vamos cumpliendo años y nos hemos acercado a la muerte. Sabio también en política y en religión. Acompañó a mi mujer al altar y allí arriba si hay un cielo estará él. Parte de la genética de mis hijas es suya y me enorgullece. Lo reconoceremos entre las estrellas cuando miremos el firmamento. Hasta que nos volvamos a ver Ángel, un abrazo.
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