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Infiernos de por aquí
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Infiernos de por aquí

Actualizado 30/09/2023 09:31
Ángel González Quesada

El pasado jueves se celebró en todo el mundo el Día por el Aborto Legal, Seguro y Accesible, con multitudinarios actos institucionales y sociales en las principales ciudades del mundo en defensa de la universalidad de ese derecho humano fundamental cual es la interrupción voluntaria del embarazo, y también en apoyo de las mujeres que, en muchos países ahogados todavía, en un siglo XXI que algunos toman por XV, por la intolerable colonización religiosa de dioses de todo pelaje y asfixiados por ritos y liturgias abstrusas y paralizantes, son perseguidas, reprimidas y condenadas por el mero acto de ejercer su derecho de decisión sobre su cuerpo, su futuro y su misma vida.

En Salamanca, una pequeña ciudad castellana enferma de fachadas y apariencia, donde las instituciones practican el tiralevitismo en, claro, lo eclesiástico, aunque también en lo militar, lo especulativo y lo machirulo (signifique esta palabra lo que cada uno quiera), y donde la hostelería reina, gobierna y controla sin obstáculo la dinámica de la ciudad, un grupo de mujeres feministas se han manifestado ese mismo día 28 frente a la Gerencia de Salud para exigir que las mujeres de Salamanca puedan ejercer su derecho a la interrupción del embarazo en la sanidad pública de su propia ciudad, lo que en la actualidad les está vedado, para no tener que desplazarse a otras ciudades, ya que las autoridades sanitarias (“autoridades” es aquí un eufemismo), además de ser descarada, contumaz e ideológicamente contrarias al aborto (hubo intentos aquí de leer la cartilla admonitoria a las mujeres embarazadas, obligándolas poco menos que a abjurar de su propio cuerpo),aducen los que mandan una objeción generalizada de conciencia ante el aborto en el personal médico de Salamanca, extremo éste desmentido por organizaciones sociales, sindicales y ciudadanas y hasta por parte del mismo personal sanitario.

La negación de un derecho tan fundamental como es el del aborto, caballo de batalla de la reacción en todo el mundo y banderín de enganche del fascismo más descarnado, está disminuyendo paulatinamente en países tradicionalmente antiabortistas. Las decisiones políticas, judiciales y legislativas que autorizan (reconocen) el ejercicio de ese derecho, no como graciosa concesión sino como reconocimiento (tardío) de esa instancia de la Libertad, conseguidas por la lucha del pueblo y particularmente de su mitad femenina, están teniendo lugar principalmente en Latinoamérica y países asiáticos, aunque persiste su persecución en los países más radicalmente dominados por las creencias religiosas (o por el reaccionarismo meapilas), institucionalizados bajo hábitos, casullas, tiaras o ternos armani, en perjuicio de la ciudadanía a la que dicen representar o afirman querer salvar, y utilizadas siempre como ariete para el miedo y herramienta punitiva de control social.

Que en Salamanca, ciudad con una ausencia cuasi patológica de autocrítica institucional, fundamentalista de la autoalabanza y donde tantos se llenan la boca con solo pronunciar su monovocálico nombre, apelando presuntuosamente a un pasado académico y de historia antigua (afortunadamente superadas sus costrosas inquisiciones pero nunca valoradas suficientemente sus escasas aportaciones al pensamiento libre de dogmas), pero que se sirve de togas, birretes, paraninfos, fachadas, marisecas y salones para aparentar una gravedad de gualdrapa, todavía se niegue a las mujeres un derecho fundamental como el de abortar en su propia ciudad no es tan sorprendente como indignante, porque a quienes desarrollan su vida en el “alto soto de torres” unamuniano, ya ni extraña la lagotería paralizante que infecta también lo público, ni extraña que ni una sola institución pública se haya pronunciado contra el abuso y la ilegitimidad de prohibir el aborto en clínicas públicas de Salamanca, ni que la mayoría de los medios de comunicación se burlen del reducido número de personas que concitan protestas como la del pasado jueves. Acostumbrados estamos junto al Tormes a las cesiones a lo reaccionario, a las miserias de la apariencia y a la mezquindad de los contenidos, ocurrencias y objetivos que conforman, junto con cuidadísimas estrategias de invisibilización del contrario y del crítico, el inexistente proyecto de modernidad, la desidia por el desarrollo cultural o la molicie costumbrista de lo quieto, en una ciudad que hace de su ancianidad histórica trasunto de su pensamiento.

El mejor abrazo a lo que significa el 28 de septiembre y el más decidido apoyo a las luchadoras que gritaron en defensa de sus derechos, que son los nuestros, es el deseo de que pronto no sea necesaria la celebración de ese día ni manifestación alguna, ni en Salamanca ni en ningún otro lugar porque, libres como el aire de respirar, las mujeres dejen de ser “tuteladas”, insultadas, perseguidas, sojuzgadas ni vigiladas desde cielos lejanos ni infiernos de por aquí.

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