La Glorieta se rinde a dos toreros de pleno magisterio ante un elenco ganadero de altísima nota que puso el broche final a la Feria
Éxtasis en La Glorieta. La plaza rota, rendida a dos maestros de pleno magisterio ante un elenco ganadero de altísima nota. Todo lo vivido hoy es historia, porque el primer hola y el último adiós, son, probablemente, las dos cosas más difíciles de decir para un ser humano, ese reto de empezar y el trago de la despedida; y qué fortuna que fuera hoy, veintiuno de septiembre de dos mil veintitrés cuando un poderoso Chaves y un soberbio Juli quisieran decir adiós a esta afición tan viva que hoy ha latido desde lo más profundo de cada alma.
Ese último lance, ese último suspiro en la arena, ese último trofeo y ese último acorde. La mirada feliz desde su puerta grande, ese último viaje al hotel y ese último sonido del cerrojo que se cierra dejando atrás un sonrojo ante la trayectoria intachable de un Domingo López Chaves que hoy conmocionó de principio a fin. Lo de menos fue la mañana gris y lluviosa que amaneció, las bajas temperaturas arriba o los aceros que no rozaron la precisión. Lo de más fue el arropo de toda una plaza, la sonora ovación al romperse el paseíllo y el abrazo de maestro a maestro antes de que saliera de chiqueros el bravo ‘Cartuchero’ de la familia de El Puerto de San Lorenzo al que de frente lanceó muy templado; empujó en el peto con ímpetu y firmeza; en el trasteo Chaves lo gozó desde inicios ante la nobleza suprema del de la familia Fraile que tuvo calidad, ritmo y clase humillando en series profundas por ambos pitones y fue a más cuando le propuso el toreo al natural donde se gustó para torear muy despacio; y siguió el recital con el exquisito en presentación y juego que trajo a Salamanca José Enrique Valdefresno. López Chaves saludó con una larga cambiada de rodillas, y vinieron después los dos buenos puyazos de extraordinaria colocación de Héctor Piña, y aquello rompió a más por la embestida franca de ‘Lirio’ y la capacidad de Chaves para exponerle suave los trastos, para arrancarle las mejores tandas por la diestra y le dejó el trapo en la cara tirando de solvencia. Ese era el mejor pitón del animal.
Y la emoción seguía ‘in creciendo’ en su tarde para culminar la obra cuando minutos antes de las ocho salió ese ‘Jabalino’ de Carmen Lorenzo que sería el toro de su adiós y quiso brindárselo a su mujer y a sus dos hijos. Su mejor obra sin duda hecha en vida. Fue muy bravo este quinto de la familia Capea, ya gustó de salida por su bonita lámina. De rodillas a recibir, actitud de todo o nada, y no pesó que fuera derribado y prendido por el animal porque quiso Chaves entregarse desde el corazón para que aquello estallara en un brote de compromiso, capacidad y torería para apostar por la técnica y el valor para tragar los parones entre riñones sin moverse; para templar con gusto exquisito al ralentí con la mano derecha, cuando lo toreó más templado al natural pese a ser de nuevo arrollado y paladear después cada embestida. Pinchó, pero ya no importa ante tanta grandeza.
Y la grandeza del toreo siempre inagotable la trajo también de manifiesto un Julián López El Juli que no vino solo a cumplir. Vino a dar fe de las razones que le han convertido en el número uno porque las casualidades aquí no existen. Fue su tarde de maestría por la importancia de cada gesto, de cada desplante y de cada mirada; por la importancia de los tiempos y de la colocación. Y por ese entendimiento y la comunión entre torero y toro que rozó el éxtasis cuando ‘Ateo’ de García Jiménez pisó la arena y dijo Juli que a ese lo cuajaba de principio a fin, y así fue. Vibrante el saludo de capote con una larga de rodillas, varias verónicas ganando terreno y chicuelinas hasta los medios, quitó por lopecinas y se juntaron la sonora ovación del gesto con el otro gesto del madrileño que tardó segundos en coger las banderillas en su mano para que eso ardiera y sellar tres pares brillantes. Él sabe mandar e imponerse como sólo lo hacen algunos elegidos y a partir de ahí y de rodillas mandó toreando en redondo, soberbio después con la diestra cuando el animal no paraba de humillar; y lo hacía también con hondura por el pitón izquierdo, de excelente calidad. La ligazón siempre se mantuvo y su exquisito trazo como apuesta segura. Soberbio para que esa estocada certera le garantizase las dos orejas y un rabo. Cumbre.
Fue toda su tarde de apuesta y oficio. De toreo de altos vuelos, como ya había demostrado antes cuando firme se impuso a la exigente embestida de ese ‘Avenero’ de Domingo Hernández que había que poderle y darle mando porque no regalaba nada. Antes, al segundo de la tarde, de Garcigrande, le recetó firmeza en el embroque para torearle poderoso por abajo. ‘Enrollado’ fue noble y pronto, metía la cara humillando siempre y Juli toreó con mucha largura, exigiéndole siempre. Poderoso. Figura del toreo.
De torero a torero. De hombre a hombre. Excepcionales ambos. Todo fue emoción lo vivido. Gloria esas despedidas a tiempo del honor. Qué lección la de estos dos toreros que engrandecen este oficio en un país tan cómodamente asentado en lo políticamente correcto. Larga vida maestros. La obras quedan hechas.
FOTOS: MIGUEL HERNÁNDEZ.
El toro a toro de la tarde, aquí.