Los llamados Derechos Humanos fueron un gran logro después de la Segunda Guerra Mundial. Son hijos de la Ilustración francesa y los pensadores liberales, especialmente, los ingleses y algunos filósofos como Kant.
La catástrofe de dos guerras mundiales y otras tantas, que no nos han abandonado, avergonzaron a la humanidad y los políticos parecieron comprender que necesitábamos la ONU y un consenso sobre derechos y valores básicos.
¿Usted considera que estos logros funcionan bien?
¡Ojalá! Pero estamos muy lejos.
En primer lugar, en relación a la ONU, algunas naciones poderosas, solo lo aprobaron si se les concedía derecho al “veto”. Es decir, un esfuerzo de racionabilidad engañoso: las decisiones pueden ser vetadas, precisamente por los países más poderosos. Y así nos va.
¿Cómo es posible que no se hayan evitado muchas guerras, entre ellas la de Ucrania?
¿Por qué la ONU ni siquiera se pudo plantear enviar los cascos azules a la frontera entre Rusia y Ucrania?
Ya ven, los poderosos pueden cuestionar la razón, es desolador. El poder es necesario, pero conseguir que sea razonable y justo es una utopía.
En segundo lugar, los supuestos derechos universales los aplican, todos los gobiernos, a su gusto. Por ejemplo, poniendo el énfasis en unos y no en otros o, directamente violándolos.
¿En qué derechos pone Occidente sus ojos?
La desigualdad económica y la pobreza en muchos países, entre ellos el nuestro, en el que no dejan de crecer (dice la Banca y Cáritas), mientras los gobiernos tienden a ocultar ambos problemas o a usarlos electoralmente. Y tienen la cara de hablar mal de los ricos y los empresarios. De boquilla son muy evangélicos.
¿Qué derechos o posibles derechos son los prioritarios de nuestro gobierno? ¿Qué delitos no tienen en cuenta y en cuales aumentan las penas?
En tercer lugar, la grandeza de las declaraciones de derechos se ha extendido a la infancia, las mujeres, las personas con discapacidad y un largo etc. Bien está.
Pero tenemos algunos problemas, aún mayores cuando se convierten en leyes. Entre ellos, los gobiernos tienen prioridades descaradas y olvidos.
Muchos ciudadanos consideran que tienen derechos pero no obligaciones, como si “sus derechos cayeran del cielo” o se los debieran al gobierno que reparte limosnas y privilegios.
Y una cuestión fundamental: muchas personas no saben que los derechos son una invención, que los derechos los hemos construido los humanos. Estas declaraciones son los mejores logros humanos, pero no son revelaciones de Dios sino invenciones (aunque puedan coincidir, a veces, con doctrinas religiosas) que se pueden cambiar. Son frágiles y discutibles y, sobre todo, muy manipulables.
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