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El verano africano
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El verano africano

Actualizado 01/09/2023 08:53
Ángel González Quesada

“A finales del siglo XIX, las potencias coloniales europeas se reunieron en Berlín para repartirse un continente e inventar el nuevo mapa de África. Ningún africano estuvo, ni de adorno, en esa reunión cumbre”. EDUARDO GALEANO, Los hijos de los días.

Gabón, el país en el que más recientemente ha tenido lugar un golpe de estado militar, ha venido a unirse a otros estados africanos como Níger, Burkina Faso, Malí, Guinea o Chad, en los que el ejército toma el poder para intentar corregir situaciones que, a juicio de los militares sublevados, son la causa de los graves problemas de sus respectivos países.

No serán estas líneas las que justifiquen ni argumenten a favor del golpismo militar y su correlato de violencia como política, pero tampoco se alinearán con la autodenominada “comunidad internacional” que censura, critica sin medida ni argumento, amenaza con intervenciones militares y rechaza ostentosamente cada uno de los pronunciamientos militares en la zona del Sahel. Blandiendo un monigote muy querido en las cancillerías euroamericanas, la “estabilidad”, la Comunidad Europea, Estados Unidos y otros devotos del “liberalismo”, rechazan frontalmente las juntas militares de los militares nacionalistas, exigiendo el mantenimiento del statu quo anterior, garantizado casi siempre por gobiernos implantados en procesos fingidamente democráticos, con gobernantes-títere de las grandes corporaciones económicas internacionales y de las compañías extractoras de materias primas que colonizan la vida misma en esos territorios sumiéndolos en la pobreza, la miseria, el hambre, la enfermedad y, siempre, en la indignidad.

De la llamada “primavera árabe”, que hace más de diez años llenó de gritos de júbilo y manifestaciones por la justicia, la cultura y la dignidad las calles de varias ciudades de naciones árabes, apenas ha quedado un rescoldo lleno de frustración para sus protagonistas, asfixiados por la espesa papilla de una despectiva forma de imperialismo occidental que cercenó cualquier intento de democratización y apertura a la libertad de países como Túnez, Egipto, Siria o Yemen. El intervencionismo directo, interpuesto o de chantaje que, para proteger a sus empresas, las grandes potencias occidentales realizaron en todos y cada uno de los países en los que su pueblo pretendía la justicia, lograron seguir manteniendo las palancas del poder económico en manos de los especuladores comerciales a costa de sembrar la división interna y los enfrentamientos civiles que han sumido esos países en una desestructuración política gravísima, un enorme fracaso institucional con inmensa inseguridad jurídica, física y vital, que ha hecho de sus habitantes seres hambrientos, de sus dirigentes, corruptos, de sus jóvenes, guerrilleros, y de la miseria y el hambre, masas de emigrantes en patera, convertida su tierra en mercado principal de la industria armamentista occidental.

Los actuales movimientos militares en los países antiguas colonias de Europa, están en parte inspirados por el deseo de independencia efectiva tanto de sus recursos naturales como de su autonomía económica, social y cultural. Y en un rechazo frontal a las antiguas potencias colonizadoras. Estos extremos, ignorados informativamente en Occidente, probablemente no puedan ocultar los graves problemas de corrupción que las carencias en usos democráticos provocan, y que sufre en gran medida la mayor parte del continente africano, y que los mercaderes occidentales toleran, animan y controlan con gobernantes de paja y administraciones podridas. El verano africano ha comenzado en países con su propia literatura, arte, pensamiento, cultura...; en países con sus mujeres y hombres en una historia que despreciamos y que es tan rica y tan necesaria para ellos como para nosotros la nuestra; países que son solo un nombre en una etiqueta, pero que apenas sabemos situar en un mapa, nunca en una fecha ni en un pensamiento, ni en una obra o el nombre de un justo... Ojalá sus deseos, sus afanes y sus sueños lleguen por fin, sin sombra y sin madrastra, al lejano puerto de la Justicia.

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