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Inés Luna Terrero, el recuerdo fotográfico de la dama de Traguntía
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reportaje

Inés Luna Terrero, el recuerdo fotográfico de la dama de Traguntía

Actualizado 26/08/2023 11:34
Redacción

Merece la pena recordar que su vida está reflejada en magníficas fotografías que relatan su historia y nuestro pasado reciente

Está cerrado el Cuartón de Traguntía, la casa de Inés Luna que convertida en un hotel, nos hacía la ilusión a todos de compartir la magia de su dueña en medio de la dehesa salmantina. Sin embargo, su nombre no cae en el olvido, la definitiva biografía que le ha dedicado tras muchos años de arduo trabajo el periodista Miguel Ángel del Arco, Las dos muertes de Inés Luna, ha vuelto a recordarnos la huella de los Luna en esta provincia que asiste al fin del verano con la traca de la fiesta y las calles llenas de visitantes. Llegarán el otoño, la partida y reflexión melancólica sobre nuestra propia historia, así como el olvido que, en ocasiones, dejamos a un lado para recordar nuestra historia más reciente.

Una historia que, en el caso de Inés nos remonta al siglo XV con Juan de Figueroa, uno de los personajes más curiosos de nuestro pasado, tanto como ese abuelo de Inesita, Antonio Terrero Perinat, ingeniero de caminos y político que quiso traer el ferrocarril por Salamanca, sin conseguirlo. Su yerno, Carlos Luna, sí logró instalar la electricidad en la ciudad adormecida de comienzos de siglo… pero no fueron solo los hombres los protagonistas de esta saga de emprendedores… Inés Terrero era una mujer que viajaba sola y que se quedó embarazada de un misterioso personaje con el que llegó a una Salamanca que miró siempre con distancia. Su niña bonita, nuestra Bebé, se crio entre algodones, en el Madrid del abuelo senador, en el campo donde su padre pretendía introducir la modernidad y en la casa de la Cuesta Moneo donde le gustaba montar en su carro tirado por un cabrito. El legado fotográfico de la familia, que junto a su rica documentación descansa en el Archivo Provincial, es un prodigio de información. Y ya adulta, Inés siempre será una fanática de la fotografía, comprando cámaras e inmortalizando sus viajes, los rincones de su casa, su propia vida.

En la Salamanca quieta que veía a Inés Luna como una excéntrica sin remedio, que de joven se peleaba en La Glorieta con su novio, el Conde de Alba de Yeltes, y de mayor se atrevía a conducir sus coches y a ponerse pantalones, la fotografía era algo excepcional que amaba Luis Huebra y que pocos salmantinos de la modernidad practicaban. El registro fotográfico de Inés Luna ya la convertiría en un personaje a tener en cuenta por lo atractivo y completo de su recorrido en la vida de principios de siglo de las clases acomodadas, sin embargo, la recordamos por su vida incomprendida, su deseo de viaje, su casa plena de modernidades en medio de la dehesa, su errático trabajo como hacendada y su historia de desamores.

Políglota, viajera, independiente, amante del lujo, de la naturaleza y al final de su vida, dedicada a la causa del culto maronita que introdujo en Salamanca, Inés Luna merece la fantástica y exhaustiva biografía de Miguel Ángel del Arco y todos los acercamientos. El cronista Salvador Llopis fue el primero que trabajó su figura, esa a la que el profesor y licenciado en Historia del Arte, Alfredo García Vicente, familia de aquel muchacho de campo del que se enamorara Inés con gran escándalo del patrón, su padre, le ha dedicado investigación y trabajo infinitos, así como a Carlos Luna y a su empeño industrial le escribiera un libro imprescindible el catedrático de electrotécnica Eladio Sanz. Inés, a veces incomprendida, ha fascinado a sus biógrafos, a Macu Vicente, descendiente de aquellos a quienes expulsó de forma vergonzante Carlos Luna, a Basilio Martín Patino, quien realizó sobre Inés y el trabajo de Macu un impresionante documental, “Espejos en la niebla”, utilizando también el eco y la casa del personaje para su “Octavia”, a Luis Arias, espléndido biógrafo de su enamorado, Gonzalo de Aguilera Munro, a las gentes de KomoTeatro que le dedicaron una obra y a mí misma que aún hoy sigo presa de su fascinante historia y de la personalidad de quien sigue abogando por descubrirla del todo para reivindicar la tierra alrededor de Vitigudino. Carlos Mezquita.

Una historia viva para los habitantes de Traguntía y que convierte la Fundación Inés Luna Terrero en becas para los estudiantes de la zona. Hace muy poquito me relataba el músico Víctor Moro, cómo la veían pasar en su infancia del Cubo de Don Sancho, en su lejano estrépito de coches por las desiertas carreteras. Moderna donde las hubiera, se dice de su persona que fue amante de Primo de Rivera, que fue objeto de todo tipo de tropelías de los falangistas de la zona quienes seguramente no aceptaban a una mujer privilegiada y dueña de sí misma a la que se recuerda en su muerte de herencia complicada, en el largo deterioro de su casa de ensueño, en su memoria denostada y al mismo tiempo, capaz de provocarnos una fascinación de la que no podemos sustraernos aquellos que nos hemos acercado a su persona.

Cerrada está ahora la cancela de su puerta y ella descansa por fin en una tumba con fecha y nombre aunque no fuera la que hubiera deseado. La voluntad de los muertos no es nada para los vivos que estamos empecinados en mantener la memoria, no solo de una mujer fascinante… sino de nuestro pasado inmediato que la tuvo como ejemplo de una sociedad detenida que vislumbraba la modernidad y la temía. Riquísima es la historia y la herencia de nuestra Inés… y hoy quizás quiera detenerme en recordar que tuvo de pequeña el privilegio de la cámara de los fotógrafos de la época y de mayor, la voluntad de consignar su vida aventurera… y ese deseo de fijar la historia debería agradecérsele. Niña mimada, joven viajera, ganadera que le daba de comer de la mano a un toro, señora de su casa en el campo, benefactora de los maronitas que nos trajeron la semilla de los cedros del Líbano que ornan nuestros jardines urbanos… Inés es la evocación de una época, y de vez en cuando es de justicia recordarlo.

Charo Alonso.

Fotografías del Archivo Provincial proporcionadas por Alfredo García Vicente.