Como siempre, ha de estallar algún escándalo mediático, como el provocado por la lamentable actuación del presidente de la Federación Española de Fútbol tras el partido final del pasado mundial de fútbol femenino, para que se actualice la interminable dificultad de la lucha contra el machismo que en este país retrocede en lo real cada paso que avanza en lo legal, y que no solo se alimenta de hipocresía y disfraz, sino de odios, frustraciones y envidias de las más variadas formas. Ha tenido que ser la obscenidad de un cargo público, como tantos incapaz de estar a la altura de su tarjetón de visita, la que abra las ventanas a la denuncia (corta, puntual, mezquina en su extensión) del machismo irredento que en este país campa por sus respetos, además de por la calle y en el bar, por despachos oficiales, juzgados de toda instancia, salas de reunión, consejos de gobierno y secretarías, palacios y palacetes, oficinas y cámaras de representación.
Los ejemplos de machismo cotidiano, con multitud de formas, aspectos y motivos, requerirían un relato casi interminable, y de esa abundancia se aprovecha el indigno machismo, el podrido micromachismo y el desdén antifeminista que anida, mucho más de lo que se cree, en los rincones provincianos. Por eso no será ocioso que se narre aquí, en este medio en que tanto se ensalza lo provincial y, ay, el provincianismo, un episodio vergonzoso que no llegó a avergonzar a sus autores que, sin duda, se mesarán hoy los cabellos y criticarán el mucho más importante (sólo por público) de ese presidente federativo.
En la sede salmantina de un sindicato nacional de corte progresista, los liberados sindicales y los empleados del sindicato convivían en armonía realizando las tareas propias de sus cometidos y, hombres y mujeres sindicalistas vivían en amigable camaradería. Quizá, como sucede en este país en toda reunión social, los comentarios machistas que se desprendían jocosamente en modo chistoso, eran celebrados por los reunidos (aunque no por todos). En uno de esos “inocentes” actos de amigable camaradería sindical, uno de los asistentes, en la risa del jolgorio, dió un azote en el culo de una de sus compañeras. Un gesto que a ella paralizó y a él le pareció una risotada más. La mujer le hizo saber al machista su disgusto y pidió una explicación y una disculpa él (esto es un clásico) en el primer momento adujo que era sin mala intención, producto del momento y otras lindezas del machismo que hemos visto estos días repetidas en la voz del presidente futbolero famoso. La mujer, no conforme con semejantes “disculpas”, quiso plantear ante la sección sindical correspondiente al menos la censura de la dirección sindical a dicho comportamiento, citando los múltiples testigos, mujeres y hombres, ninguno de los cuales se prestó a ello. Es más, esa actitud de denuncia, ese pedido de reparación, recibió el rechazo unánime de todos los demás miembros de esa sección sindical, y aun de otras avisadas, en las que figuraban mayoría de mujeres, que hicieron un completo vacío a la denunciante, negándole incluso la palabra en defensa cerrada del machista. La actitud de la denunciante, que no cesó en buscar al menos el reconocimiento de su denuncia, terminó en una asfixia tal por parte de la dirección de la sección sindical, de la unión provincial y de sus “compañeros/as”, que la mujer hubo de abandonar el trabajo y, cuando tuvo oportunidad, abandonó la ciudad de Salamanca, injuriada, insultada y ninguneada por una sección sindical, en la que algunos de sus componentes siguen hoy, pues el suceso no es demasiado antiguo, siguen ocupando cargos (los hombres, por supuesto, han promocionado en su carrera laboral y las mujeres sujetan con brío las pancartas de las manifestaciones del Ocho de Marzo). Es de suponer, como se ha dicho, que unas y otros se “escandalicen” hoy por el comportamiento de ese presidente del fútbol y que ni siquiera sean conscientes de que su catadura moral no desmerece, ni un ápice, de la del más asqueroso machista mediático de este país. Quien esto firma conoce nombres y circunstancias y espera para decirlos, sabe que en vano, la protesta de los sindicalistas.
La lucha contra el machismo no es solo mediática ni solo legislativa ni solo política. Es en la mentalidad gregaria de hombres y mujeres, en la asunción acrítica de comportamientos y actitudes, donde vive ese huevo de la serpiente del patriarcado dominador y la tolerancia ciega origen del machismo. Y es ahí, en todo lugar (también en las pequeñas oficinas sindicales con las paredes llenas de carteles de apoyo al feminismo y a la lucha contra el abuso y el maltrato) donde es mucho más necesaria.
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