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El mejor gesto
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El mejor gesto

Actualizado 16/08/2023 08:30
Ángel González Quesada

Para Sinead O’Connor, in memoriam.

Un gesto de la cantante del grupo Amaral, Eva, que decidió mostrar su pecho en público para reivindicar el feminismo, el respeto y los derechos e igualdad de la mujer, está siendo contestado por la más abstrusa reacción española con descalificaciones, desprecios y anatemas que, por otra parte, no son nuevos en los ámbitos fascistas que en este país persiguen, obstaculizan e impiden cuanto pueden del avance, imparable afortunadamente, en el reconocimiento de derechos humanos y legales, especialmente las conquistas realizadas en reconocimiento de la igualdad y la justicia a, de, para, en y por las mujeres.

La casi imparable ola del peor conservadurismo que tiene lugar en la política, y que se expresa en cada cita electoral en todo el mundo, está sembrando de radical intolerancia amplias capas de la población, sobre todo joven, desinformada e intoxicada por las sirenas del consumismo y la pura nadería, que complican y paralizan conquistas sociales, no solo en relación con el feminismo o contra el machismo –ambas luchas paralelas-, sino en aspectos tan nucleares de la convivencia como la lucha contra el cambio climático, la eliminación de la crueldad con los animales, el establecimiento de la justicia social distributiva en economía y atención y, sobre todo, la lucha por la conquista de la autonomía plena de la mujer, históricamente marginada y despreciada por los dioses amedrentadores y los hombres en su nombre, y hoy también por ese conservadurismo fascista triunfante en (demasiadas) elecciones políticas y tribunales y que infecta cada brote de libertad que se atreve a mostrarse.

El gesto de Eva Amaral, digno, resplandeciente y emocionante como pocos, plausible, valioso y certero, tiene mucho más alcance que la defensa de los derechos femeninos frente a la podredumbre de la intolerancia. En ese mismo gesto, su libertad de realizarlo y la oportunidad del momento, la voluntad de lucha que expresa, su sentido (que merece todo reconocimiento) y el significado que alberga y proyecta, son toda una declaración de guerra contra la intolerancia y el nazismo, contra las regresiones democráticas y de derechos humanos, contra las trabas bendecidas y las malditas censuras.

Ese gesto de Eva Amaral es, también, un soplo de aire fresco en una sociedad, la española, hoy cangrejo triste en manos de déspotas iletrados, imitadora y compinche de trumpismo y retroceso democrático; ese gesto es un grito de libertad (palabra hermosa de la que quieren apropiarse los más oscuros perros del franquismo, ensuciándola al colgarla en las balconadas del miedo); ese grito, ese gesto libertario de Eva Amaral pide y exige un apoyo solidario claro, rotundo y activo por parte de los defensores de la libertad y los devotos de la democracia, para que nunca desmaye la fuerza de seguir luchando contra la ignorancia, la envidia, la indiferencia, la frustración y la codicia, vestidos todos hoy con el disfraz del buenismo patriotero.

Si los indeseables fascistas españoles, remedos e imitadores de gigantones imbéciles como Trump o Bolsonaro (o el reciente y ridículo Milei argentino, resumen y culmen del más sonrojante nazismo), no hubiesen contado con la complicidad de muchos medios de comunicación, radios, televisiones, webs, iglesias, cuarteles, bancos o grandes empresas (los grandes beneficiados de las regresiones democráticas), la fuerza de sus mensajes xenófobos, machistas, misóginos y criminales, no hubiese tenido la difusión que a tantos jóvenes manipulados por historias falsas y realidades ficticias, hacen caer en las papillas de la burda imitación del hitlerismo. Sin ese coro, sin esa inmensa manipulación de creencias y comportamientos, sin los silencios cómplices, sin el manoseo de la historia, gestos como el de Eva Amaral, brillantes y oportunos, útiles y, sobre todo, efectivos, serían sólo una anécdota más. Habrá que velar para que los tentáculos de la reacción, tan amplios, tan poderosos, no dicten una (otra) fatua contra la cantante. Sería, también, contra nuestra libertad.

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