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Un corazón atravesado por la caridad
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Un corazón atravesado por la caridad

Actualizado 09/08/2023 07:53
Juan Antonio Mateos Pérez

Santo Domingo se consagró mucho más a persuadir que a perseguir

G. K. CHESTERTON

La contemplación es una simple intuición de la verdad divina, que tiene su origen en la caridad

TOMÁS DE AQUINO

El amor, o si se quiere la caridad, es uno de los elementos más importante del ser cristiano. Es un amor (Agáp?) que reclama y exige la realización del otro, de compartir su suerte y ponerse en su lugar, algo que solo puede ser fruto de la voluntad y la libertad. El Agáp? es el Amor que nos introduce en el amor. Es el amor de Dios que nos permite amar con misericordia y hacernos responsables del otro. El Agáp? es un don de entrega, no es dar limosna, es el compromiso de la persona en todo su ser, es darse a sí mismo.

En la liturgia, el día 8 de agosto está dedicado a la memoria de Santo Domingo de Guzmán. En muchos lugares de España, así como en muchos pueblos de la provincia de Salamanca, lo celebran antes, ya que la fiesta se ha trasladado varias veces de fecha. Domingo falleció el viernes 6 de agosto de 1221, fiesta de la Transfiguración del Señor, rodeado de sus hermanos de la Orden. Su primer biógrafo señalaba, que su corazón era un “hospital de desdichas”, sus entrañas no estaban cerradas a la misericordia, sabía mirar no solo con la razón, también con el corazón. La compasión fue uno de los rasgos más destacados de su personalidad: mirar, sentir compasión, realizar un gesto solidario. Una mirada penetrante y educada en el amor, capaz de llegar hasta las entrañas doloridas del necesitado. Es la mirada penetrante del corazón que llega más allá que el mirar de la razón.

A lo largo de la historia del cristianismo siempre ha existido la controversia de si debe primar la acción sobre la contemplación, pero es un debate estéril porque los grandes contemplativos, como santo Domingo de Guzmán, han sido al mismo tiempo muy activos. En el evangelio de Mateo (12, 34), párrafo que el fundador de los dominicos conocía prácticamente de memoria, leemos: “De la abundancia del corazón habla la boca”. En consecuencia, el predicador debe hablar con Dios y de Dios.

Cuando fue estudiante en las Escuelas Palentinas, llegó a la ciudad y por la región una gran hambre y, los más necesitados suplicaban alguna ayuda para poder sobrevivir. Domingo repartió en su casa todo lo que tenía y hasta el mobiliario. Luego, cuando ya no le quedaba nada más con qué ayudar a los hambrientos, vendió lo que más amaba y apreciaba, sus libros. Diciendo: “No quiero estudiar sobre pieles muertas, y que los hombres mueran de hambre”.

Cuando Domingo fundó la Orden de Predicadores en el año 1216, se estaban produciendo profundos cambios en toda Europa, las ciudades estaban resurgiendo después de años de un mundo ruralizado y feudal. La ciudad y el comercio darán un nuevo dinamismo a la sociedad, el burgués y el artesano tendrán una nueva mentalidad distinta a la del campo, más reflexiva, asociativa, con muna visión del mundo, de la religiosidad y del poder totalmente distinta. En este contexto urbano surgen las órdenes mendicantes: dominicos y franciscanos, con un nuevo espíritu revolucionario que se extenderá pronto por todas las ciudades. Pero también, surgen nuevos grupos espirituales como congregaciones de ermitaños (carmelitas y agustinos) o las órdenes dedicadas a la redención de cautivos (trinitarios y mercedarios).

El ámbito de los dominicos será propiamente la ciudad, nunca fundarán conventos en localidades con menos de 3.000 habitantes, lugar apropiado para la predicación. Una segunda bula del Papa en el 1217 reconocía la novedad de las ideas de Domingo y confirmaba su fundación como una Orden de Predicadores, oficio que delegaba el papado a la Orden bajo su responsabilidad. Se asumía como parte de su vida religiosa y de su carisma, un ministerio que era propio del obispo, predicar la palabra de Dios.

La Orden se organiza siguiendo la tradición monástica de Occidente (castidad, pobreza y obediencia), pero incorpora toda una serie de elementos nuevos que suponen una revolución en la organización en relación con las estructuras religiosas de la época. No hay un rechazo a la sociedad civil, no se practica un “fuga mundi”, buscan vivir en el centro de la sociedad urbana y sembrar en ella el fermento del evangelio. Como otras órdenes de la época, adoptan el principio de la exención, que los eximía de la obediencia a los obispos y los dejaba bajo la autoridad del Papado, necesario para la predicación. Esto generará a la Orden y a sus miembros numerosos problemas con obispos y párrocos en diferentes lugares cuando se practicaba la predicación itinerante.

La caridad atraviesa toda la vida de Santo Domingo, no como un sentimiento humano, sino como una virtud evangélica (F. Martínez). Todos los hombres cabían en la inmensa caridad de su corazón, su fuente es la contemplación de Cristo crucificado, que entregó su vida por amor a todos los hombres. En la iconografía de Fray Angélico, pinta a Santo Domingo abrazado a los pies de la cruz de Cristo.

Domingo pensaba en la victoria de la cruz, en ese amor grande de Dios que transforma el corazón y el mundo. Para Domingo seguir a Cristo, es imitarle en la escuela de la caridad, en la entrega de la propia vida para la salvación de la humanidad, en llegar a los crucificados y dolientes del mundo y de la historia: La pobreza, el hambre, la guerra, la inmigración, la ignorancia, la injusticia, etc.

La antorcha de Domingo sigue alumbrando, la Orden sigue profundizando en su carisma de la predicación, llevando la Buena Nueva allí donde la familiaridad de Dios sea esperada, sobre todo en los lugares más difíciles y donde la necesidad es mayor. Siguen saliendo a las plazas y calles del mundo acompañando, escuchando y aprendiendo de todos, como Domingo, con misericordia y amor.

Uno de sus ámbitos de predicación es la Justicia y la Paz, desarrollando programas de solidaridad, así como la promoción de los Derechos Humanos en relación preferente al colectivo de mujeres víctimas de la trata de seres humanos y del colectivo de migrantes, y con ese motivo se ha creado el Observatorio de DDHH-Samba Martine. La Orden que nació de las lágrimas de Domingo, quiere seguir atravesada por la misericordia en la predicación y la búsqueda de la verdad.

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