Duendes, hadas, y canguros de todos los continentes, más de veinte países, niños, niñas y educadores. Estudiando los libros de los colonizadores les han impuesto sus sueños mediáticos. La identidad de africanos o europeos está en el corazón, en sus actos heroicos y el color de la piel orgullosa, no en el color de la camisa.
Mil caminos para cuidar la madre Tierra y sus habitantes. La camada de bebés de León, los niños multiusos. En Sidi Ifni misioneros, albañiles, fontaneros, cocineros, médicos, animadores socioculturales, cantantes, jinetes, artistas, jugones del balón con niños descalzos. En Gomecello pastores y queseros. Los amos de casa de la torre de Babel en la asamblea de Chamberí, profesores de huertos ecológicos y dieta sana de vida. En la Milani veterinarios de aves rapaces, jardineros, botánicos, bomberos forestales, ornitólogos, carpinteros, soldadores, mecánicos, monitores de campamentos. Por las Arribes del Duero rescatadores de oficios perdidos, apicultores, viticultores, olivicultores, etc.
En Santander camareros y cocineros. En el barrio Puente Ladrillo gitaneamos integración social con incluye y concilia de cien niños jugando sano con nuestras monitoras de protección.
La empresa el Cielo, las monedas las pulsaciones y los padres nómadas temporales.
La libertad de padres e hijos confiados en la tribu. Capitanías breves y eternas en mares infinitos.
El mestizaje la panacea. El convenio colectivo de la felicidad universal. Navegar los sueños con las hijas sin horario.
Dice la profecía que el uno de septiembre regresamos a puerto con casi todos los tripulantes. Lo están contando en la UNESCO una profesora y un profesor.
Se necesitan muchos otoños de hojas caídas, para ceder la sombra al sol, para abonar la biodiversidad del sustentador ecosistema del suelo, del submundo, de la oscuridad, de los pequeños detalles. Las vidas del prometedor verano se habrán adaptado.
Me ha dicho un sabio: emocionar y repetir. Por eso voto casa escuela Santiago Uno. Tiene alas y sus duendes niños cuidan nuestro mundo, lo transforman. La belleza de sus hadas son las banderas que ondean en el corazón de la vocación de los canguros.
Tenemos la incertidumbre de nuestras debilidades, la fragilidad de sus heridas, el descontrol de las tormentas, la ignorancia de lo invisible, la captación del sol para poder beber agua. Los más pobres nos han hecho un hueco en la raída alfombra de su Haima, Hadiya ha salido de sus treinta y seis metros cuadrados de dignidad, las sonrisas de esperanza de nuestras niñas han ampliado nuestra limitada paternidad.
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