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Así se las ponían a Pedro I
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Así se las ponían a Pedro I

Actualizado 26/06/2023 08:35
Francisco López Celador

Con el debido respeto, quiero recordar a los partidos políticos que no son los dueños absolutos de los votos que reciben en las elecciones. Son depositarios y administradores de los deseos de ciudadanos afines. Faltar a ese compromiso es una infamia –por no emplear el término traición que se ajusta más a su contenido- y debería ser suficiente para que la clase política no juegue con la ilusión de sus votantes, ni quede sin recibir el correspondiente correctivo. Hay que estar hecho de una pasta muy especial para ser capaz de tirar por la borda lo conseguido después de cinco años de calamidades.

En algo más de cuarenta años de democracia, cada uno ha encontrado su albergue político. En la alternancia de poder hemos valorado con qué corriente política podemos sentirnos más hermanados y más seguros. Por estar dirigidas por humanos, sabemos que ninguna es perfecta, pero tenemos muy claro quiénes, a juzgar por su forma de gobernar y los resultados alcanzados, están en nuestras antípodas. Por la misma razón, tampoco existe el votante perfecto. Tenemos nuestros defectos, a veces nada livianos y, llegado el momento, sacamos a relucir nuestra debilidad, sin pensar el daño que podemos causar a quien nada ha incumplido. Si cada cual pretendiera arreglar el mundo por su cuenta, no habría suficientes partidos. La lógica, el consenso y, en una palabra, la razón de ser de la democracia, aconsejan el agrupamiento de personas con ideas muy cercanas, porque la unión hace la fuerza.

Después de que PP y VOX alcanzaran acuerdos de coalición en distintas cámaras con el beneplácito de todos sus simpatizantes, el espectáculo dado en Extremadura no es digno de los votantes que confiaron en ellos. Desde que los andaluces descubrieron que la “amenaza fascista” era otro bulo, que la derecha podía enderezar la ruta catastrófica que tanto retraso había llevado, se estaba dando el primer paso para acabar con esta banda de inútiles y aprovechados. La ruptura en los partidos de la derecha extremeña ha sido un jarro de agua fría. Basta contemplar el grado de crispación de toda esa izquierda – y sus mayoritarios medios de comunicación- para saber que se iba por buen camino. Ahora se ha puesto el carro delante de los bueyes y, lo que es más grave, se ha resucitado a una izquierda que ya estaba en la UVI.

Un destacado número de españoles se muestra partidario del acuerdo entre PP y VOX para enderezar el rumbo de España. Es lógico que difieran en algunos temas. Si no existieran diferencias, serían un solo partido, ccmo sucedía hace diez años. Ninguno de los dos tiene la exclusiva de “españolidad”. En algunos aspectos, unos se quedan cortos y otros se pasan, pero no quieran ahora hacernos creer que son irreconciliables. Echen un vistazo a nuestro alrededor y verán coaliciones mucho menos afines que dirigen democracias más desarrolladas que la nuestra, y nadie se rasga las vestiduras. Es urgente que subrayen los aspectos que los une y aparten lo que los separa

En el caso “María Guardiola”, se ha ido demasiado lejos. Para salir de este atasco, ambas formaciones se niegan a tomar la iniciativa de marcha atrás. Los buenos políticos son los que enmiendan un fallo sin necesidad de dejar muertos, aunque alguien resulte herido. Por mucha autonomía que se quiera conceder a los políticos locales, la dirección de cada partido debe subsanar las “pasadas de frenada”. No se puede esperar el apoyo de VOX sin nada a cambio. Tampoco se puede exigir una recompensa que no vaya en consonancia con su cuota de apoyo, bajo el chantaje de provocar unas nuevas elecciones. Esa actitud pone de manifiesto el ego de algunos protagonistas. Si no se es Pedro Sánchez, ningún otro político debe pronunciar las palabras “nunca” y “jamás”.

A la vista de las declaraciones de la Sra. Guardiola, dudo mucho que sea la persona más indicada para representar al PP. Su lenguaje tiene claros tintes podemitas. Hacerse eco de conceptos y expresiones de la oposición para no ser tildado de intransigente o poco progresista, denota falta de personalidad y deseo de caer bien al oponente. Si eres liberal conservador, no puedes ser, a la vez, populista y “progre”.

En vísperas de elecciones generales, los partidos políticos serios evitan cualquier asomo de desunión. Es el “abc” del sentido común. Los máximos responsables deben amortiguar los fallos de sus subordinados, sin zaherir su amor propio, pero sin dejar de subsanar los posibles efectos De igual manera, también deben sopesar hasta dónde llegan sus poderes. Bien está defender lo esencial, pero no mostrarse indispensable cuando la mayoría se decanta por otro. Acudiendo en las listas del 23-J con la intención de acabar con los desmanes del PSOE, no es de recibo pelearse en público. Los problemas más acuciantes de los extremeños, y de muchos españoles, no se reducen a la forma de calificar la violencia que sufren las mujeres maltratadas –que sí existe-, ni a solucionar el grave problema de los emigrantes –que siguen llegando- o a la atención que se pueda prestar a determinados colectivos – que no debe defenderse con mayor rigor que el empleado, por ejemplo, para perseguir los ultrajes a la Bandera Nacional. No. Los verdaderos problemas de la mayoría de españoles –más acentuados en Extremadura- son de supervivencia. Cada vez hay más hambre, más paro, mayor subida de precios, menos poder de adquisición, mayor riesgo de pobreza, mayor fracaso escolar, etc. Ahí es donde, antes de repartirse sus cuotas de poder, deben emplearse a fondo todos los partidos.

Llegar a las próximas elecciones con ese “órdago extremeño” es facilitarle a Sánchez una mesa de billar con un canal que dirija su bola a la carambola irremediable. Que los responsables no busquen culpables fuera de sus filas. Alborotarse el gallinero en la derecha y calentar motores los medios de comunicación afines, además de las redes “suciales”, ha sido instantáneo. Nadie verá ni escuchará una crítica dirigida a políticos de izquierda. Ni una. Por el contrario, antes de pisar la calle y recibir muestras de rechazo, hasta Sánchez ha fichado por la Sexta –¡Ferreras, peligra tu puesto !- para escudriñar trapos sucios de la derecha y dirigir una burda representación de lo que es mutua adulación. La mentira y la ineptitud adquieren su máxima expresión cuando los protagonistas de la escena no dan más de sí, o cuando están tan desesperados que no son conscientes de su ridículo. Como en tantas otras ocasiones, la derecha se expone a que le coman la merienda. La izquierda tiene agarrado el hueso del enfrentamiento PP-VOX, y no lo soltará. Hacer el Tancredo para no ser considerado el malo de la película, suele acabar en revolcón. Como, por desgracia, el ejemplo no arrastra, los votantes displicentes pueden llegar a ser embaucados a base de escuchar hasta la saciedad tanta ración diaria de fake news. Los partidos convencen con programas posibles y no con peleas barriobajeras.

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