El informe anual de HRW, que analiza los avances y retrocesos de los derechos humanos en cerca de un centenar de países, pone el foco en cómo los regímenes democráticos han actuado con enorme cinismo facilitando la violación de los mismos derechos que de manera pública defienden.
David Ezquerro del Poyo
Defensor de los Derechos Humanos
Más de 74 años después de su aprobación por la mayoría de los países integrantes de las Naciones Unidas, los derechos humanos siguen siendo una asignatura pendiente a lo largo y ancho del planeta. Durante 2022, la guerra, la represión civil o la erosión de las instituciones han empeorado la situación de manera creciente en los estados bajo regímenes autoritarios. Mientras tanto, los gobiernos democráticos, anteponiendo sus intereses económicos y geopolíticos, han preferido mirar para otro lado ante esta preocupante situación. Así lo recoge el último informe de la organización Human RightsWatch (HRW): «un poder autoritario sin restricciones va dejando tras de sí una marea de sufrimiento humano» concluye su directora ejecutiva en funciones, Tirana Hassan.
El informe anual de HRW, que analiza los avances y retrocesos de los derechos humanos en cerca de un centenar de países, pone el foco en cómo los regímenes democráticos han actuado con enorme cinismo facilitando la violación de los mismos derechos que de manera pública defienden. La invasión de Ucrania por el ejército ruso significó un punto de inflexión en las relaciones internacionales en 2022 y acaparó la agenda mundial de derechos humanos. Mientras el Estado ruso continuó su camino interno hacia un régimen autoritario (reprimiendo toda oposición y estableciendo leyes discriminatorias), en el exterior desarrolló una política agresiva que culminó en una guerra de la que ya se cumple un año.
Las atrocidades bélicas y el sufrimiento del pueblo ucraniano empujaron a las democracias occidentales a censurar el régimen de Putin e imponer sanciones a las empresas y los ciudadanos rusos. Sin embargo, para poder garantizar sus necesidades energéticas, los mismos adalides de la democracia han pactado con flagrantes dictaduras que conculcan toda clase de derechos. Tal es el caso de Arabia Saudita o Catar, con mención especial al mutismo occidental respecto al régimen catarí a causa del pasado mundial de fútbol masculino. Además, la Unión Europea abrió sus fronteras a millones de refugiados ucranianos en un elogiable gesto sin precedentes, pero dejando al descubierto la doble moral con la que los países miembros responden a la llamada de ayuda de otros tantos refugiados: sirios, afganos, somalíes, palestinos, etc.
Pero Tirana Hassan no carga solo contra los gobiernos occidentales, también denuncia el cinismo de algunos regímenes como Pakistán, que defiende a la población musulmana de Cachemira (India), pero no a la de Xinjiang (China), siempre motivado por el interés económico; o Indonesia, que como presidente de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental en 2023 debería liderar una revisión de los derechos humanos en Myanmar —donde gobierna una facción del ejército desde el golpe de estado de 2021— y presionar para interrumpir la llegada de divisas y la compra de armas por la junta militar, quien según HRW «ha perpetrado abusos sistemáticos, incluidas ejecuciones extrajudiciales, torturas y violencia sexual que constituyen crímenes de lesa humanidad y crímenes de guerra».
Con el fin de defender los derechos humanos eficazmente, HRW apela a que los gobiernos se coordinen para dar una respuesta conjunta y rápida ante la mínima amenaza autoritaria. De esta forma, la organización fundada en 1978 abre un camino de optimismo dentro de un panorama, por lo general, bastante desalentador. Hassan elogia —entre tantos casos— la reacción internacional ante la invasión rusa, los movimientos civiles de Sudán del Sur, China e Irán, el trabajo de la Unión Africana en el conflicto interno de Etiopía, la crítica generalizada a la represión de los uigures en Xinjiang y al régimen talibán afgano o la exigencia en bloque de los países del Pacífico para reducir globalmente las emisiones de gases contaminantes.
En el preámbulo del informe del 2023, Hassan propone un nuevo modelo de liderazgo global que sustente firmemente los derechos humanos y afirma que «las crisis de derechos humanos no surgen de un momento a otro. Los gobiernos que no cumplen con sus obligaciones legales de proteger los derechos humanos en su territorio siembran las semillas del descontento, la inestabilidad y, en última instancia, las crisis. Si no se les pone freno, las acciones aberrantes de los gobiernos abusivos se incrementan, y se consolida la idea de que la corrupción, la censura, la impunidad y la violencia son los instrumentos más eficaces para el logro de sus objetivos».
Una reacción conjunta y contundente es lo que, según esta organización, frenaría el avance de las violaciones de los derechos humanos y sus efectos en cadena. Ante la amenaza autoritaria que pone en jaque los derechos humanos, es el momento de responder exigiendo a los gobiernos que abandonen definitivamente su hipocresía y no den la partida por perdida en ninguna parte del mundo.
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