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Escribir antes de...
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Escribir antes de...

Actualizado 24/05/2023 08:04
Ignacio Martín

Theodor Adorno acuñó una frase, una idea… que Gunter Grass retomó, bastantes años después, en una conferencia que se volvió libro.

Y yo, simplemente, la parafraseo… Habrá quien ya sepa a qué me refiero… y de entre ellos, bastantes que pensarán que exagero. Por lo mismo, tal vez no sigan leyendo: es aceptable; por mi parte, considero que la hipérbole, si en este caso lo es, es una figura retórica que me parece útil para lo que quiero transmitir.

Escribir después, de lo que sea, es periodismo, y del necesario: puede enfocarse desde la reflexión, el análisis, la crónica...

Escribir antes, sin embargo, es un riesgo, aunque callarse puede ser un riesgo mayor; no sé cuántos “no podía saberse” se han escrito después de las grandes tragedias, creo que bastantes… Lo que sí parece evidente es que, al menos antes de las causadas por los humanos, no se escribió lo que debiera; o se contemporizó, se calculó, se pensó que “más vale lo… por conocer” o, simplemente, que “mejor eso que lo anterior”.

Pero no todo el mundo es Unamuno…

En las sociedades actuales, cada vez es más evidente el desencanto; y, ante él, no es difícil manipular… sobre todo si la oferta –la promesa– incluye el recurso a la víscera, a dar certificados de pureza –está bien, para exagerar lo justo, cambiaré pureza por pertenencia al grupo–; sociedades de ghettos, dando por supuesto que el nuestro no lo es; sí, porque aunque el de uno también sea un reducto al que no cualquiera entra, si conseguimos que los diferentes se asuman como tal, ya hay mucho camino recorrido: “si es que no quieren, no aceptan, no se integran”…

A esto, a mi entender, están recurriendo grupos, sectores y, desde luego, gobiernos o prospectos de; demasiados políticos lo usan, como estrategia o como reacción; los decentes –de cualquier signo– porque entran al juego; los indecentes –todo vale si les otorga poder–, para forzar a los decentes a reaccionar como enemigos.

En ese ambiente de enemistades y enojos, se asumen como voz –no representantes, ojo, no; “son” voz, encarnación– del grupo… que importa, que "merece la pena", haciendo que asuma al resto como prescindible.

Da igual si recurren a la religión, a los valores, la moral, las ideas; la mayoría coincide en beneficiarse del miedo, claro, sin decirlo, haciendo como que tienen la clave para llegar a la tierra prometida, a la felicidad, al nirvana, al paraíso en la Tierra, al mundo feliz.

Pero como la vida es complicada; la felicidad, momentánea; la democracia, aburrida, resulta que la libertad no es tan bonita –ni tan defendible– si la ejercen los demás.

Por eso creo que hay que hablar antes de que los evidentes Putin, Ortega, Le Pen o Trump; o los no tan evidentes, todavía, Erdogan, Meloni, Díaz Ayuso o López Obrador, por mencionar cercanos, lleguen al punto de no retorno que, a mi parecer, tienen como objetivo…

O no, pero, si se da, no les da miedo por su falta de escrúpulos… o de visión más allá de sus narices, o de su día a día.

Por eso me he decidido a escribir: porque secundo a Grass en lo de que, a pesar de todo, hay que seguir hablando, escribiendo… si uno considera que tiene algo que decir.

Me arriesgo a equivocarme para no caer en el acto de barbarie que, para Adorno, se volvió el hecho de escribir, poesía o lo que fuera, después de Auschwitz…

De cualquier Auschwitz.

@ignacio_martins

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