El ciclo del cambio climático, que ya prácticamente acepta todo el mundo, está creando en nuestro país una desertización general, que sufrimos todos, y que está promoviendo entre nosotros una preocupación por la falta de agua y de lluvia, que afecta, tanto a la atención a la agricultura y la ganadería, como al abastecimiento mínimo para el consumo ordinario de agua con destino humano.
En estos días se informa de ciudades y otros lugares del sur que están necesitando ya un servicio regular de agua potable por medio de camiones cisterna. Y los frutos de los árboles se prevé que este año se vea reducido a la mitad y menos, de su cosecha en años normales. Y en cuanto a la recogida del forraje y la maduración de los granos, en muchos casos se prevén totalmente perdidos.
Se piensa ya en la necesidad de reconsiderar las previsiones del trasvase de agua del río Tajo al Segura, para asegurar el consumo y el riego de las zonas orientales de nuestro país. Igualmente nos encontramos con un fuerte conflicto por las previsiones promovidas o propiciadas, en dirección contraria, por el gobierno nacional y por el de la comunidad andaluza en relación con los riegos mínimos del coto de Doñana, o la permisión de nuevos regadíos hasta ahora no autorizados.
En el conjunto de España, parece que las reservas del agua embalsada gira en torno al cincuenta por ciento, que es como un diez por ciento menos que la media de los últimos años. Pero en Cataluña el agua embalsada está ya por debajo del treinta por ciento. Ya pueden los catalanes apretarse seriamente el cinturón.
¿Podemos hablar también de otros tipos de sed en nuestras sociedades actuales? Por supuesto que no podemos quitar los ojos y la atención de la situación de sequía de gran parte de los países de África. Incluso en algunas zonas de la gran China pasan por una dura sequía, que hay que reparar a veces por medios no naturales. Y podíamos seguir repasando países y zonas de sequía y de sed, tanto en África como en Asia y en América, incluidos algunos espacios de la Amazonía, tan naturalmente rica en aguas de grandes ríos.
Después de la sobreabundancia de actividad en las procesiones y celebraciones de cuaresma y semana santa, llegamos a la sequía de acciones en el tiempo de pascua, por el que estamos pasando ahora. ¿Podríamos pensar en la soledad y en el vacío por el que pasan frecuentemente nuestros mayores y nuestros ancianos, pero sobre todo algunos de nuestros jóvenes, que se ven avocados muchas veces al mismo suicidio?
¿Cómo podremos remediar las necesidades de la sequía o desertización natural, pero también poner remedio a nuestras sequías interiores, que frecuentemente nos llevan a la desertización del espíritu? ¿Quién podrá remediar las sequías del corazón y del alma? ¿Podríamos poner remedio a nuestros vacíos y sequedades recurriendo a los hombres y mujeres santos, cargados de las riquezas del espíritu?
O quizá podríamos acercarnos a las fuentes del Espíritu de Jesucristo Resucitado: “quien tenga sed, que venga a mí y que beba”. Y de su corazón manarán fuentes de agua viva que salta hasta la vida eterna. Y ¿podríamos contribuir también nosotros, junto con los misioneros, a llevar a todos raudales de agua viva, que empieza a brotar justamente en las aguas del bautismo? Que el Espíritu enriquezca en nosotros las gracias del don de Dios.
Quizá sea bueno que nos hagamos como niños y nos animemos a cantar: “Que llueva, que llueva, la Virgen de la cueva. Agua, San Marcos, rey de los charcos”. Que llueva, que llueva.
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