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En México de vuelta
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En México de vuelta

Actualizado 18/03/2023 09:28
Juan Ángel Torres Rechy

Cada separador contaba con una nota del apunte del día. Hoy caminé por un sendero empedrado y puse atención en el toc toc de mi calzado en la piedra. Otro más leía algo como Una joven barre el polvo del pasamanos con su dedo como si encontrara la forma de borrar de su vista el nombre de una persona.

A Fray Luis de León lo viví de cerca. Pisé suelo hollado por sus pasos y vi paredes donde su vista encontró un obstáculo para alcanzar distancias más tendidas al frente. También recorrí los pasos de San Juan de la Cruz, el poeta citado por los poetas. Leí poesía mía en su iglesia de Fontiveros. En Gotarrendura y otros pueblos como Alba de Tormes o como las Batuecas el espíritu carmelita su halo inefable me permitió imaginarlo. La poesía —lo he dicho en otras partes— no se compone en solitario, aislada o aislado de tierra firme. No tiene por sentido la vociferación o el fanfarroneo en despoblado. El sentido de su masa en la sustancia del lenguaje se forma mediante el recurso del oído en la escucha. No sé si pasa igual con la pintura. Los lugares, en un recorrido turístico, cobran una vida nueva para el anfitrión acostumbrado a su geografía. El visitante impregna en esos sitios su alma, y su alma de visitante impregna la del anfitrión con un toque delicado de algo nuevo. El néctar de la experiencia poética ahí gratuitamente se palpa cuando surge del contacto entre dos personas, entre dos seres, entre dos o tres o cuatro o cinco, o por qué no, entre seis personas. Los objetos mismos cobran una estética no maltratada antes por el tacto de la contemplación exquisita. En la casa de una amistad el otro día vi un reloj antiguo colgado en la pared con su péndulo inmóvil en el metal de su hechura. La máquina detrás de la carátula dorada, consumida, su mecanismo horario no lo había echado a andar desde hace no sé cuántos años, cuántas décadas. Se llamaba Drácula el reloj, me dijo la amable anfitriona de la velada. Nos extendió a sus invitados una recepción donde recogí una copa de ginebra y nos llevó a recorrer sus galerías de pinturas de estilos diversos, sus colecciones de libros raros y curiosos. Una sección de medicina me inclinó a inmiscuirme en sus estanterías por el hecho notable de encontrar unos puntos de lectura con flores recogidas en paseos reales. Cada separador contaba con una nota del apunte del día. Hoy caminé por un sendero empedrado y puse atención en el toc toc de mi calzado en la piedra. Otro más leía algo como Una joven barre el polvo del pasamanos con su dedo como si encontrara la forma de borrar de su vista el nombre de una persona. Cada pieza tenía un tratamiento de plástico para fijar la flor, la planta, y la escritura de la frase. La invitación por tratarse de una dedicada en parte a gente mexicana, llevó como oferta para el gusto la posibilidad de una copa más a base de mezcal y vino tinto. Tenía unas lajas de canela, me parece, un toque de clavo, alguna cáscara no sé si de naranja. Yo preferí mantenerme al margen como una glosa. Desvié la mirada en otra dirección. Me asomé a la ventana para mirar si no pasaba el camión de la basura todavía. Un caballero distinguido dispuesto en un conjunto gris oxford y calzado negro sí alcanzó esa copa a sus labios. Solo bastó mirar el entornado de sus ojos para saber el modo no gustoso de ese tratamiento espirituoso así llamado mexicano. No sé si consumió la copa del todo. Algún cuadro de gatos, alguna pieza de barro oaxaqueño, alguna artesanía en papel o en cartón decoraba los espacios de la gala. A Fray Luis de León lo mencioné al inicio porque ahí había un libro en homenaje a su obra. Yo mismo estaba entre los autores enlistados en el índice. Eso me llevó a no sentirme culpable por haber ocultado el volumen en una funda interior de mi chaqueta. En toda la noche no me despojé de mi prenda para no propiciar la ocasión de verme descubierto en el timo. La dedicatoria tenía una firma autógrafa de una poeta de renombre internacional, salmantina, una escritora universal, Isabel Bernardo.

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