Mucho se ha conseguido a nivel legal, sin embargo, eso no quiere decir que en la práctica no haya sectores marginados
Aunque mucho se ha hablado ya del 8M y sus principios, me gustaría destacar desde mi humilde columna ciertos aspectos después de ver que sigue habiendo diferencias en nuestra sociedad este día, dependiendo simplemente del género con que has nacido.
La idiotez de la sociedad masculina a través de los siglos ha venido marginando a más de la mitad de la población, es decir a las mujeres, desperdiciando el potencial intelectual de las mismas u ocultando los progresos científicos, literarios y culturales que conseguían a duras penas en un pasado eminentemente masculino.
Por un momento, me gustaría que se hiciera un ejercicio mental de lo que se ha alcanzado en los últimos años. Tenemos mujeres científicas, profesoras universitarias, deportistas de élite, grandes profesionales en casi todos los campos… Y esto no ha caído del cielo. Hasta la segunda guerra mundial, las mujeres fueron relegadas al interior del hogar, al cuidado de los hijos y de la familia (no menos importante, pero desprovisto, lamentablemente, de valor social). Durante la gran guerra europea tuvieron que sustituir a los hombres en las fábricas y los campos, ya que ellos estaban en el frente. La independencia económica y el valor social que adquirieron por su trabajo les dio una libertad hasta entonces no conocida. Las mujeres ya no quisieron devolver los privilegios adquiridos, por que, siendo sinceros, quién quisiera volver a no montar en bicicleta, a no tener una cuenta en el banco, a pedirle permiso a tu padre o tu esposo para ir a otra ciudad a visitar a tu hermana, a no poder ir a la escuela o la universidad, a no poder tocar un instrumento musical.
Mucho se ha conseguido a nivel legal, sin embargo, eso no quiere decir que en la práctica no haya sectores marginados donde las mujeres son explotadas, mal pagadas o, en los más sórdidos, esclavizadas. Cobran menos que los hombres por el mismo trabajo o son invisibilizadas. En el sector de asistencia a mayores o el de empleadas del hogar (que muchas veces, es el mismo) la mayoría ni siquiera están aseguradas; en los hoteles, raro es el día que no sale alguna noticia de explotación.
Si a todo esto le añadimos la dificultad de articular trabajo con maternidad u otros problemas relacionados con sus cuerpos, la sociedad entera tiene un problema que afecta a todos por igual. Los ‘problemas de las mujeres’ son nuestros problemas. Cuando una mujer duda en quedarse embarazada por si podrá conciliar la crianza con su trabajo, es problema de todos. Cuando una mujer realiza un trabajo brillante, pero es invisibilizado y esa ingeniera/técnica/CEO pierde la fe, perdemos todos. Porque no es una, son muchas. Y no son una amenaza, sino una oportunidad de ver el mundo desde un prisma que quizá nunca habíamos visto antes.
Sólo juntos llevaremos el mundo adelante.