El día, como colofón carnavalesco, traía un buen festival de toros y toreros, sin que al final nadie pudiera decir nada, porque estuvo en consonancia con lo programado
El martes de Carnaval Ciudad Rodrigo era una fiesta, con esa fecha tan tradicional encarrilada para volver a ser lo que fue, uno de los días grandes y más con el grave problema ocurrido con el botellón multitudinario del sábado que debe arreglarse para que no ocurra en nuevas ocasiones. Pero el martes es el martes y así se vivió.
Volvimos a los toros y desde por la mañana, en los ambientes de profesionales y aficionados, se hablaba de la cornada sufrida por el novillero albercano Valentín Hoyos, de la que casi nadie se enteró en la plaza y de la que afortunadamente se recupera tras la intervención realizada por las manos de oro del doctor don Enrique Crespo. Fue la cruz de ese lunes de Carnaval donde dejó este percance que pronto será historia. Porque la sangre también va unida a la grandeza de la Fiesta.
El día, como colofón carnavalesco, traía un buen festival de toros y toreros, sin que al final nadie pudiera decir nada, porque estuvo en consonancia con lo programado. Las reses de Vellosino derrocharon nobleza y sirvieron a los toreros; ya digo, servir, que es una expresión muy manoseada en la actual jerga y que nada tienen que ver con casta. Me explico, con un animal que se haga el amo de la plaza, que venda cara su vida y donde un torero sea capaz de dominarlo y crear, además, con él. Esa es la grandeza. Pero ahora, ya se sabe, se crían los toros para que sirvan en la muleta y ¡no molesten! O que lo hagan lo menos que puedan en clara oposición con lo que de verdad debe ser la bravura, pero es el toreo moderno, el de los toros que sirvan para la muleta.
Y ahí se la vio Miguel Ángel Perera, que rubricó una buena faena ante un noble y flojo ‘vellosino’, donde su poderío, reflejado en su técnica y temple fueron las credenciales que le hicieron triunfar en una coso donde un años antes cuajó una faena para el recuerdo.
También Cayetano cortó el mismo numero de trofeos. Y aquí hay que hacer un inciso, una crítica al palco de Ciudad Rodrigo que debe medir y no premiar todas las faenas con dos orejas. En el toreo hay que cuidad la seriedad siempre, de luces o de corto, en el campo o en la plaza. Esto no una tómbola. Habrá orejas que son merecidas, pero otras muchas no y en el festejo de este martes, desde luego que sobraron orejas, al igual que en los días anteriores. Independientemente de eso Cayetano estuvo bien, dejó impronta de su veteranía, pero ahí quedó todo. Tampoco se descubrió el Mediterráneo y no fue más que una faena aseada, a la altura del utrero.
Quien sí rayó a excelente nivel fue Paco Ureña, de cuyas telas surgió lo mejor, lo más torero y lo más profundo hasta ese momento, al que ya lanceo con mucho gusto y muleteó con sentimiento, muy de verdad, rebozándose de toro
Samuel Navalón llegó a disfrutar el premio de ganar el Bolsín Taurino y desde luego no desentonó con las llamadas figuras. Todo entrega se clavó de rodillas para saludar a su oponente y tras brindar a sus compañeros cuajó una intensa faena, con momento muy de verdad y que remató con manoletinas.
Y con el martes bajado el telón, Ciudad Rodrigo dijo adiós al Carnaval, dåonde tantas coas buenas hemos vivido. Hasta el 2024, ¡que ya está aquí!
Ganadería: Se lidiaron utreros de Vellosino, de buena presentación, cómodos de cara y de juego desigual, en general nobles, aunque faltos de fuerza.
Lleno y agradable temperatura, Media hora antes cayó una tormenta que no afectó al desarrollo del festival