El pregón fue pronunciado a última hora de la tarde del martes en el Teatro Nuevo Fernando Arrabal
Autoridades, miembros de la Peña Puerta del Desencierro, familiares, amigos todos. Gracias a unos, por haberme invitado, y a todos, por acompañarme en esta noche.
La primera de las estrofas de la jota de Vegas dice así:
“Para empezar a cantar, señores licencia pido,
no digan a la mañana, forastera y atrevida”.
Sí, me declaro forastera. Una que llegó a Ciudad Rodrigo con la idea de no estar más de un año en estas tierras y han pasado casi 23. En cualquier caso, ¿quién no quiere ser forastera en un lugar en el que te ofrecen días placenteros que siempre has de recordar?
Pero volviendo al ser, soy la mayor de Javi, el de la Josa; la de Clara, la de Tordesillas; la que está casada con Custodio el de Guinaldo; la delegada de Comunicación del Obispado y la que trabaja para El Norte de Castilla haciendo información agraria. La madre de Manuel, ya lo ven, de cruce de Pollos y Guinaldo, sale farinato, aunque a alguno le cueste creerlo.
Soy todas esas, y seguro que muchas más, pero sobre todo, trato de ser una persona comprometida con lo que hago, con lo que pienso y cómo no, también con Ciudad Rodrigo.
Y es que, los que salimos del lugar en el que nacimos y crecimos, parece que nunca somos de ningún lado. En verano, en Pollos, a veces cuando saludo a alguna persona mayor escucho aquello de: “Maja, no te conozco, ¿de quién eres? Tras las pertinentes aclaraciones llegan los recuerdos: “Ahhh, pero tú eres la que vive en Ciudad Rodrigo. Ya, ya, qué bonito es ese pueblo, si me acuerdo de cuando fuimos a ver las Edades del Hombre”. Y es que permítanme recordarles, que esas Edades del Hombre, marcaron un antes y un después desde el punto de vista promocional, para esta ciudad.
Os contaré como anécdota que unos tíos míos, de Rueda para más señas, hicieron un viaje de jubilados, tampoco sé precisar mucho más, y, casualmente, la empresa de autobuses era de Ciudad Rodrigo. Cuando dijeron al ‘autobusero” también conocido como chófer, que tenían una sobrina aquí la respuesta fue: “Claro, pero esa chica es de Pollos”.
¿Qué quiero decir con esto? Que yo no quiero más a mi madre que a mi padre. Que soy Silvia la de Pollos, la de Ciudad Rodrigo, y que lo que uno es o deja de ser, se demuestra con hechos.
También desde hoy, soy un poco de esta Peña Puerta del Desencierro, la que nació en el portal de Abarca. Un colectivo que en sus orígenes tenían en común ser corredores y hacer un recorrido muy similar, cada uno según sus condiciones físicas. En concreto, en los encierros corrían desde la bóveda hasta el antiguo parque de bomberos o hasta la plaza de toros y en los desencierros, desde la plaza hasta el ensanche del parque de bomberos o hasta la salida de la bóveda.
Terminados estos encierros y desencierros, como si se tratara de un ritual “un grupo nos reuníamos en el portal de Abarca, al lado de la puerta de la plaza de toros, donde entran y salen los encierros y desencierros, para comentar todas las incidencias que hubieran acontecido durante los mismos”. Así se recoge en el libro que se publicó en 2004, por parte de la Diputación, sobre los 25 años de historia de esta peña y es que fue en 1980, cuando decidieron agruparse en peña para ayudar y dar un mayor realce y protagonismo al Carnaval.
Independientemente de todos sus planteamientos, vamos a decir oficiales, como colectivo, este grupo lo componen personas comprometidas con Ciudad Rodrigo, no solo a través del Carnaval, no, esto no solo va de las fiestas grandes, va además de: Amigos de la Ilusión, de la Rondalla, de Farinato Sound o Afecir. Son un grupo de personas que ustedes conocen, seguro, y que con estas explicaciones que les voy a dar, a modo de reunión con amigos, lo van a tener mucho más claro. Allá voy:
José María Dorado Jarrín, Chema el de la farmacia de la plaza, el padre.
Alberto Fernández Ardura, el de la óptica Madrid. ¿Pero sí ahí está un chico que se llama Rubén? Sí, Rubén Blanco Gutiérrez, que también es de esta peña, pero antes estuvo Alberto.
Ángel Rodríguez Esteban, para mí es el que trabajaba en el banco, el padre de David, al que conozco por mi amiga Rebeca de Elías.
José Ramón Cid, el procurador, que toca la gaita y el tamboril. Y muchos oficios más…
Julio Sánchez Alonso, Julete ‘Moriche’
Julián Segovia Barco, kuki, el de la Tusilago
José María Dorado Álvarez, el farmacéutico de Guinaldo
Adrián Dorado Álvarez, el farmacéutico de la plaza, el marido de Silvia Curto
Maxi Corral, te ha puesto alguna luz o enchufe, seguro
Eugenio Bernal, Geño, el de la bodega
Miguel González, Miguel, crista.
Óscar Gonzalo Pérez, Molanchín, el carnicero
Emilio Hernández, el fotógrafo. Aunque seguro que yo diría: el padre de Noah
Iván Ramajo Manchado, el periodista de La Gaceta. Escribe de deportes pero lo suyo son los toros
Cristian González, para mí, el de Ciudadanos
Y Arturo Cruz Corral. Confieso que he tenido que pedir el comodín del público, lo siento. Me han explicado que su abuelo era zapatero, él es médico, pero en este caso yo tendría que responder: pues no caigo.
Y puestos a presentar, creo que es el momento de que conozcan más en profundidad a los verdaderos protagonistas de la noche, los porteros mayores, una figura que en esta ocasión representan a la perfección Manuel García, conocido como Manolo Tintorero, y Manuel Gutiérrez, Manolo Satur. Han pasado muchos años desde que la peña observó que hay una serie de personajes que de un modo altruista y desinteresado contribuyen a un mejor carnaval, por lo que se acordó se realizara un homenaje nombrando Porteros Mayores a dos o tres de estas personas, siempre que hubieran llegado a la edad de jubilación. Asimismo, se nombran unas madrinas que representan a la mujer farinata y carnavalera, y que este año encarnan Rosa Mari, hija de Manuel García; y Nieves, esposa de Manuel Gutiérrez.
Manolo Tintorero recaló en Ciudad Rodrigo hace 62 años. Aunque el trabajo, el de tintorero, es el argumento de peso, cuando se le pregunta insiste en que está en Ciudad Rodrigo por el Águeda. Qué tendrá el agua cuando la bendicen…
Manolo es del Barco de Valdeorras, y he llegado a la conclusión de que va todos los domingos a misa al Salvador porque el cura también es gallego.
Su historia con Ciudad Rodrigo comenzó con un anuncio, el del empresario local, del mismo nombre y apellido que él, que necesitaba un operario. A nuestro Manolo debió de hacerle gracia y lo que es la juventud, respondió al anuncio sin un verdadero interés porque este mismo trabajo, ya lo tenía en su casa.
Confiesa que no sabía dónde estaba Ciudad Rodrigo, que las negociaciones fueron duras, y que a la subida de sueldo se unió la pregunta fundamental: ¿Tiene un buen río? El mejor río del mundo, le aseguraron. El entonces portero de la Ponferradina, al que también preguntó, fue mucho más explícito: “¿Qué dónde está? Al quinto coño y rodeado de murallas”.
La música es una parte fundamental de su vida, los amigos fueron surgiendo en este ámbito, entre ellos su compadre Manolo Satur. Pero la música, y más concretamente, el primer festival de la canción que organizara una emisora de radio local, le permitieron conocer a su mujer, Ciani Lozano. Observen, de gallego y andaluza también sale farinato: Rosa Mari, María del Mar, Manolo y José Ramón.
Los primeros toros que vio físicamente no fueron los del carnaval, sino los de las fiestas de Fuenteguinaldo, que para eso su compañero de pensión era de la vecina localidad. Después llegaron los carnavales y los sustos, de los que salió airoso gracias a la colaboración de otros mozos porque a Manolo Tintorero, le gustaba meterse a correr el encierro.
Menciona la esquina de Zamorano, y la bóveda donde “los locos”, cito textualmente, “hacíamos tapón”. Toro que resbala, todo que le dio y si sigue vivo, es porque Ferino y su hermano Manolo, “que estos sí entendían de toros”, matiza, se agarraron a los cuernos y al rabo, según relata. Ese día, antes de llegar a casa, sus padres que no llevaban más de tres meses en Ciudad Rodrigo ya conocían la noticia y eso que no existían ni los móviles ni el whatsapp.
Ahora los encierros se ven en Santa Ana, la música sigue corriendo por las venas, y relata con cariño esos tiempos en los que perteneció a la Rondalla III Columnas. “Entré en el 62 con la intención de aprender a tocar la guitarra”, comenta, pero debieron ver otras cualidades porque le pusieron a cantar.
En su trayectoria musical también aparecen el orfeón, el coro y la rondalla de san Andrés.
Esta noche le acompaña como madrina su hija Rosa Mari, pero como ella mismo dijo en la comida con los miembros de la peña, “da igual mi hermana que yo, de lo que se trata es de acompañar a mi padre”.
Manolo Satur es nacido en Ciudad Rodrigo, su pasión por la música ha calado en sus hijos, pues uno de ellos, Manuel José, es el organista mayor de la catedral; su hija Paloma es profesora de música, a Tevi también la hemos oído tocar en más de una ocasión y podría seguir, porque ahora ya es el turno de los nietos. Y sepan ustedes que de Ciudad Rodrigo y Malpica de Tajo, sale farinato, siete nada más y nada menos: Manuel José, Sonia, Ruth, Tevi, Paloma, Judith y Lidia.
Debo decir que a algunos de los nietos de Manolo prácticamente los tengo en nómina, sobre todo a Marta, Paula y Víctor, expertos cocineros que en más de una ocasión han salido en las páginas de El Norte, con sus recetas, gracias a la colaboración de madres y tía.
Volviendo al padre y abuelo, Manolo también pasó por la Rondalla, de hecho llevó al otro Manolo a estas filas, y es que todo el que haya formado parte de esta institución yo creo que, de una manera u otra, ya tiene un lugar destacado en la historia del carnaval. Además, creó junto a su compadre la rondalla de niños, unos pocos de uno y otros pocos del otro.
Le hemos visto con la Coral, en San Andrés y en tantos lugares en los que la música es protagonista, incluidas residencias de ancianos que siempre han agradecido la compañía, sin olvidar el orfeón y su fundación
Dice que estar sentado esta noche aquí le cuesta un potosí, está sobre todo agradecido de que se hayan acordado de él, lo hace por su pueblo donde ha participado en infinidad de iniciativas desde los 12 años.
Recuerda cómo colocaba a sus hijos en las tablas cuando eran pequeños para ver los encierros y no se le olvida una anécdota en la que el protagonista fue un toro.
Cosas que pasan, cuando Nieves y él si quisieron dar cuenta, el morlaco les pisaba los talones. El animal se dio la vuelta, aunque un tío de ella, ya había presenciado la situación y “me puso verde”, recuerda, pero la hazaña no había terminado porque acto seguido, donde todos estaban, se tiró un cabestro que no había dejado de repartir leña. Por suerte, clavó los cuernos, sin consecuencias para ellos.
En otra ocasión, “un bicharraco” saltó la puerta de la calle Madrid, y desde entonces, en honor a Manolo, se utiliza la expresión: pies para que os quiero.
Pero bueno, aquí están, y es que tres años de cartas diarias, las que se enviaban Manolo y Nieves, demuestran que la distancia es subjetiva y que si el amor es de verdad, todo lo puede.
Por supuesto, hablar de Satur es hablar de su bazar, de su tienda, en la que encuentras de todo no voy a decir, para no sonar exagerada, pero de casi todo, y mucho más si se trata del carnaval. Ahora, en manos de Lidia.
De mi conversación con los porteros mayores unos días antes de Navidad, surgen muchos titulares: Como se vive en Ciudad Rodrigo no se vive en París; este es uno de los sitios buenos para vivir en el mundo; te das una vuelta a la muralla y te haces farinato o no soy nacido aquí, pero soy más farinato que muchos.
Siguen fieles al carnaval, pero como los toros, observan desde la barrera y ante aquellos que aseguran que el carnaval ya no es igual o no es lo que era responden con contundencia: No, los que no somos iguales somos nosotros.
Mi vida es mucho más simple que la de los manolos o manueles aquí citados. Mis carnavales se resumen en trabajar mucho y tratar de compensarlo saliendo más, pero nunca lo consigo porque los carnavales no son sencillos si partimos del hecho de que hay actividades prácticamente a todas las horas del día y, ya lo siento, siempre pasa algo.
Reconozco que tengo una profesión que me ha permitido estar en si no todos, en casi todos los sitios. En balcones preferentes para grabar encierros a caballo, para ver mover los toros los días previos al carnaval, conversaciones con pregoneros y la parte que más disfrutaba: adelantar los nombres de las ganaderías que iban a participar en el carnaval y cómo no, también los toreros.
No me las doy de nada, soy una más en este competitivo mundo periodístico, pero siempre que me lo he propuesto lo he conseguido, para disgusto de algunos y, no precisamente los políticos.
Y es que seguro que de mi tío Modes he aprendido muchas cosas, pero la primera y fundamental, es que los negocios están en los bares y yo, personalmente, he sacado más información en los bares que en las ruedas de prensa. El periodismo en los lugares pequeños encierra muchos entresijos que no te enseñan en las facultades de Periodismo y tienes dos opciones: o te adaptas, o esto no es lo tuyo.
También corres otro riesgo, y es que como todo el mundo te conoce, es verdad que te informa, pero en ocasiones te reprende: dijiste, escribiste… Tengan ustedes la plena convicción de que unas veces estaremos más acertados que otras, que nos equivocamos seguro, pero de eso a hacerlo conscientemente y con mala intención, permítanme decirles que es un límite que nunca he pasado.
Mi carnaval era antes de ser. De joven, de más joven, siempre venían autobuses al carnaval de Ciudad Rodrigo desde Tordesillas, ven que no es moda nueva. Siempre quise acudir, pero ya dudo si mis amigas y yo alguna vez pedimos permiso a nuestros padres o directamente lo descartamos porque sabíamos la respuesta. Ya ven, las vueltas que da la vida, quién le iba a decir a la joven de 17 o 18, que iba a estar pregonando el carnaval.
Mis carnavales están asociados a la cámara, también la de televisión Ciudad Rodrigo, aquello sí que fueron tiempos de alegrías, corre que te corre porque había que lanzar la emisión. Y es que, en este negocio nuestro, hasta que no sales en la tele parece que no has hecho nada en la vida.
Mi carnaval es el de las tientas del Bolsín. El de un jovencísimo Juan del Álamo con todas las ganas y una alegría desbordante, el de Roca Rey en un 2013, en el que salió triunfador Ginés Marín. El de Javier y Borja Jiménez, a los que recuerdo especialmente, porque llegaban acompañados del padre de Espartaco, o a Tomás Rufo, al que tiempo después he visto tomar la alternativa en Valladolid y del que, a día de hoy, me considero militante.
Y por supuesto, es el de Miguel Ángel, el de Sito o el de Paco Titi, al que no quiero dejar de recordar en esta noche. Paco, sigo echando de menos tu: “Rematas y te vas”.
Mi carnaval es el de las dos sesiones de la rondalla porque una se queda corta. El de las colas para conseguir invitaciones y acceder al teatro. El de Nino dejando el pabellón de la ironía en las cotas más altas, el de las coplas más ingeniosas y el de la expectación de a ver a quién le toca porque lo bueno de esto es que aquí, no se libra nadie. Este año ni Shakira.
Mi carnaval es el de los pregones, muchos, me atrevo a decir, y a lo mejor no es este el momento más indicado para decir que demasiados. Algunos se han caído en este 2023, pero de verdad considero que cada colectivo tiene una parcela en este pre carnaval o carnaval y que esa función, sí o sí, debe mantenerse. Porque se cae el pregón y no pasa nada, pero no se puede caer la alguacililla, y no digo del caballo, sino que una vez afianzada esa figura, debe permanecer en el tiempo.
Mi carnaval es el de tío José alborotando en la plaza y por donde pasa, debo añadir, y gritándome: ¡Silvia Pampanini!, que todavía no sé quién es, pero en mi mente es una actriz italiana súper guapa. Bueno, tío José, con el que no tengo nada, pero así le llamo, es Pichoga, y en cuanto se entere de que le he nombrado se presenta en mi casa.
Mi carnaval es el de Chicho y Chuchi el domingo y la eterna pregunta: ¿qué se les habrá ocurrido este año?
Mi carnaval es el del balcón del Ángel, alternando toros y teclas, las del ordenador, que no se puede perder un minuto porque las ediciones cierran. Siempre con las atenciones de Maika, que para eso es muy madrastrona.
Mi carnaval es el del Patio, el del Montarco y en otros tiempos, el del Entrecopas. Sepan ustedes que en mi primer carnaval en Ciudad Rodrigo, junto con otras dos amigas, nos robaron los teléfonos y el dinero. Tras el disgusto inicial que duró, lo que duran dos trozos de hielo en un wisky on the rock, que diría el maestro Sabina, seguimos de fiesta porque lo que ya no tiene solución, para qué va a preocuparnos. Seguro que al día siguiente la cosa ya era diferente.
Mi carnaval es el de los Perita encerrando, con Pete, Manzano y tantos más, pero sin olvidar a mis queridos guinaldeses Manolo y Domingo.
Mi carnaval es el de los encuentros con amigos de siempre a los que ves en estos días, con los que una cerveza puede ser un día, porque hay que ponerse al tanto. También es el de Santi, el de Marisa, el de María, o el de Fernando, con los que es un hecho que siempre quedo, pero existe un 90% de posibilidades de que nunca llegue.
Mi carnaval es el de la puerta de la enfermería, esperando el parte de Crespo; el de ojalá que todo salga bien, porque en el fondo tenemos fe en que así va a ser y porque la Virgen de la Salud, se encarga de velar por ellos.
Mi carnaval es el de la caseta de la Asociación Charra del Caballo, sobre todo a mediodía, porque de lo que cuenta uno, añade otro y mi propia teoría, salen crónicas.
Mi carnaval es el de los mensajes de madrugada: ¿te has enterado de lo que ha pasado? El de que pasen los días cuanto antes porque estoy reventada, pero que a la vez no pasen porque la fiesta es alegría.
En mi carnaval no están ni Triguito ni los Becuadros, ya lo siento, y mira que me hubiera gustado conocerlos porque no hay un año en el que no haya escuchado hablar de ellos. Por algo será.
Mi carnaval es el del montaje de tablados, con los Foro, con Riche, padre e hijo, y el de tantos más que tendrán que seguir aplicando sabiduría para que esta construcción sea catalogada como bien de interés.
Mi carnaval es el de Conrado tratando de dar unos pases en la plaza y porque no, tratando de arrebatar unos pases a la vida. También, desde hace unos años, parece que es el de maletillas contra recortadores y siempre me pregunto: ¿pero no hay toros para todos?
Mi carnaval es el de quedarme mirando el camión que trae toros a la plaza y seguir pensando que, de un momento a otro, se va a bajar Javi el de Bocacara, a dar indicaciones pero rápido llega la desilusión: hace años que ya no lo hace.
Mi carnaval es el naranja del campanazo. El de Javier, Juanto y Marcos y el de todos esos concejales que, de un modo u otro, han tratado de hacer el mejor carnaval posible. Voy a mencionar de manera especial a Rosa Esquivel, y mira que podría dar nombres, pero parece como si fuera ahora mismo, esa entrevista en la que animaba a las jóvenes a formar parte de la corte de honor. De verdad que hubo años que lo tuvo muy, muy difícil, pero ella no tiraba la toalla.
Mi carnaval es el de cada día somos más, pero claro, ¿cómo le pones puertas al mar? Es un hecho que nunca vamos a morir de éxito, pero en serio, no entramos más. 150 autobuses el sábado de carnaval el año pasado, este año por los mismos derroteros y 18 de ellos procedentes de Sevilla. Como dicen los modernos: ¿Perdona?
Si vienen, que se queden, con el 1% me conformo, poco a poco, adiós España despoblada.
En mi Carnaval también hay un espacio para la asociación Botón Charro y me atrevo a decir, para las cientos de charras que no habrán vestido para recordar de dónde venimos, que sin tradiciones no somos nada y que hay que lucir con orgullo lo nuestro, como hacen hoy estas cuatro mujeres, ellas sí que están empoderadas.
Mi carnaval es el de David, Pepe y Fernando, siempre en la brega, apoyando, y el de las fotos de José Vicente.
El problema de dar tantos nombres es que siempre te olvidas de alguien, lo siento, así que sed tan amables de no recordármelo porque me cuesta una noche de sueño.
Os agradezco a todos de corazón que hayáis venido a acompañarme en este día, por cierto, mañana vuelvo a presentar el libro de los hermanos Cid.
Y ahora sí, acabo como empecé, con una jota: Allá va la despedida, la que echan los farinatos, sobrevivir al carnaval, no es cosa de novatos.
¡Feliz carnaval y viva Ciudad Rodrigo!