Durante la trashumancia propiamente dicha, es decir, el traslado de los rebaños entre los pastos de invierno y de verano, que venía a durar más o menos un mes, los pastores comían sólo dos veces diarias, mientras que una vez instalados en los pastos de invierno o de verano lo hacían tres y de manera más variada.
El rabadán era el encargado de adelantarse y comprar el pan en los pueblos por cuyas cercanías pasaban y repartirlo después a los pastores, a razón de un kilo por persona y día, junto con el vino, pues había jornadas en las que no encontraban otra cosa que beber o desconfiaban, por experiencia, de la pureza de los manantiales.
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