La residencia ‘San Sebastián’ fue un centro geriátrico pionero en las Arribes hace 42 años, el sueño de un cura en el que se volcó todo el pueblo
La llegada “con el covid’ de la Congregación Marta y María a la residencia de mayores de Vilvestre supuso un importante giro en la gestión de este centro geriátrico levantado en Vilvestre por el sacerdote Victorino García, un visionario entonces que supo adelantarse a su tiempo, pues no en vano la residencia de mayores de Vilvestre fue la primera en abrir sus puertas en las Arribes
Su construcción fue posible gracias a la colaboración de los vecinos de Vilvestre y, especialmente, al empeño puesto por el entonces párroco de la localidad, que hace 40 años supo ver como nadie la necesidad de un servicio de estas características en la zona.
Numerosos vecinos colaboraron en su construcción con sus manos, con donaciones en metálico y hasta con materiales, como recuerda la hermana sor Rosa, actual directora de la residencia. Pero el hecho más insólito fue la organización de una actuación de Manolo Escobar cuyos beneficios se destinarían a la compra de equipamiento para la residencia. Y así fue como Manolo Escobar llegó a Vilvestre para llenar su plaza y de paso recaudar algún dinero para la residencia ‘San Sebastián’.
Su puesta en funcionamiento fue un hito, 40 plazas que comenzaron a ser ocupadas por vecinos de Vilvestre y de otros municipios de la zona. Vilvestre se había convertido en pionero en la atención a personas mayores en las Arribes, una iniciativa que posteriormente siguieron otros municipios a través de sus respectivos ayuntamientos.
Pero en Vilvestre no fue su Ayuntamiento, fue la determinación de un cura acompañado del pueblo quienes hicieron posible este entonces proyecto, un ‘matrimonio’ que con el paso de los años fue acumulando alguna ‘discusión’, principalmente debido a que la gestión del centro se quedó atrapada en el tiempo, con escaso personal para mantener unos precios muy por debajo de los establecidos en otros centros geriátricos de la zona.
A pesar de los desacuerdos y críticas en esta última etapa de don Victorino al frente, nadie podrá negarle al expárroco de Vilvestre haber hecho posible que sus vecinos tuvieran antes que nadie en las Arribes un sitio en el que pasar los últimos de sus días en compañía.
Pero como en tantas otras cosas, la pandemia marcó un punto de inflexión en la residencia ‘San Sebastián’. Además de la nueva normativa para hacer frente al coronavirus, el inexorable paso del tiempo obligaba a una puesta al día de sus instalaciones, lo que llegó a poner contra las cuerdas la continuidad de la residencia después de 40 años abierta.
Fue en ese momento, con la llegada de las hermanas de la Congregación Marta y María, en marzo de 2020 y a petición del obispo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, cuando comenzaría una nueva etapa en la residencia de Vilvestre, un rayo de luz lleno de esperanza porque no cerrara sus puertas, un nuevo camino que no ha estado exento de problemas y dificultades, y el que aún no ha finalizado, como recuerda sor Rosa y en el que destaca “el gran apoyo recibido de la Diócesis”.
Aunque las mejoras aún no han acabado conforme al acuerdo establecido entre la dirección del centro y la Gerencia de Servicios Sociales, para que la residencia de Vilvestre continuara su camino a partir del 14 de enero de 2020, plazo en el que vencía la autorización de la Junta de Castilla y León, en estos tres últimos años la residencia de mayores de Vilvestre ha sustituido sus viejas camas por otras más modernas y articuladas, ha cambiado las sillas de las salas de estar por confortables butacones, se han instalado platos de ducha en los servicios y se ha sustituido el antiguo ascensor por uno nuevo.
En estos momentos la residencia ‘San Sebastián’ mantiene una ocupación del 65% de sus 40 plazas, 28 residentes válidos y asistidos que descansan cada noche en 22 habitaciones repartidas en 18 dobles y 4 individuales. En cuanto a personal contratado para su cuidado, en total son 14 personas empleadas, 8 de ellas auxiliares, además de los servicios externos de peluquería y podología. Por ello, con estos números las cuentas no le salen a sor Rosa, pues si no fuera por el empleo de sus hermanas, la residencia tendría que cerrar sus puertas. La baja ocupación y el precio que abonan los residentes hacen que apenas se cubran los gastos que requiere el mantenimiento de un centro de estas características.
Además de la alimentación y el alojamiento, los mayores residentes también disfrutan de actividades realizadas por una terapeuta ocupacional y cuentan con una “trabajadora social para cualquier cosa que se necesite”, añade sor Rosa. Pero si por algo recomienda su directora la residencia ‘San Sebastián’ de Vilvestre es porque “estamos pendientes las 24 horas del día”, una atención que en algunos casos se ha convertido en la recuperación casi milagrosa de “personas que venían para quedarse definitivamente por su estado de dependencia, y que han regresado a sus casas pudiéndose valer por ellas mismas”.