Jueves, 28 de marzo de 2024
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Las heridas de Guadramiro
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Las heridas de Guadramiro

Actualizado 15/01/2023 14:30
Carlos Javier Salgado Fuentes

Hoy Guadramiro sigue conservando su esencia histórica, su alma de nobleza rural, pero lo hace mostrando cada vez más sus heridas, que nos deberían hacer reflexionar.

Tras una noche de tempestad, en que cada vecino se agarraba a las sábanas y mantas con fuerza buscando resguardarse del fuerte viento y la lluvia que se oían más allá de las ventanas, la mañana recogía con los primeros rayos de sol la estampa de un viejo tejado desplomado ante el temporal.

Ese tejado caído era una herida más en el alma de Guadramiro, cuya fuerza se va perdiendo entre chorros de sangre en forma de piedras caídas, de viviendas que se quedan sin moradores, y con tejados perdiendo su altura para convertirse en un incómodo suelo en el que se amontonan tejas, vigas, piedras y, sobre todo, recuerdos olvidados de quienes se fueron para no volver, unos a otros lugares, otros al cénit celestial.

Sin embargo, caminando por las rúas del viejo casco urbano guadramirense aún se puede sentir la grandeza pasada de una vetusta villa nobiliaria, que aunque venida a menos sigue guardando su esencia histórica, con unas calles salpicadas de viejos edificios cuyos arcos, escudos o decoración con bolas isabelinas dejan entrever esas antiguas glorias.

Por su parte, en la Plaza Mayor del pueblo, el baile de luces y sombras que proyecta el tímido sol de enero entre las columnas de los soportales refleja el propio juego del tiempo y la vida, al que cruelmente está jugando el destino con Guadramiro, sumiéndole en una sombra tras épocas de luz, esplendor y alegría, dejando abierta la esperanza a abrir otra época luminosa tras la maldita sombra presente.

Y entretanto, indiferentes ante el devenir de los hechos, los pardales siguen revoloteando por los mismos lugares que los que les precedieron, cuya preocupación ajena a los destinos humanos estriba en poder encontrar la dosis diaria de alimento y un pequeño charco de agua que les permita subsistir un día más en ese maravilloso entorno, que ellos contribuyen a embellecer con sus cantos y vuelos.

Pero el destino no tiene piedad de los enclaves por bellos que sean y la raigambre histórica que escondan, y fruto de ello, los arcos de la alhóndiga diecioechesca de esta vieja villa se asoman ya entre un cada vez más desnudo tejado, como han perdido su cobertura gran parte de lo que en su día fueron hogares plenos de vida, que daban alegría a unas calles donde hoy el silencio gana espacio a la algarabía de los niños.

Y es que hoy, Guadramiro sigue conservando su esencia histórica, su alma de nobleza rural, pero lo hace mostrando cada vez más sus heridas, en un abandono galopante en buena parte de sus viejas casas que nos debería hacer reflexionar sobre la responsabilidad que se posee como propietarios de contribuir a mantener el pueblo en buen estado, a no dejar caer lo nuestro, y a que el tiempo y la dejadez no conviertan en ruinas los siglos de historia de nuestra vieja villa.

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