El presente año 2023 no será un año mágico, pero, visto desde ahora, sí está lleno de incertidumbres. Todo inicio de año conlleva los más variados ritos y simbolismos. Comenzamos con buenos deseos al sonar las campanas de la medianoche, el viejo calendario se va a la basura, sacamos las agendas nuevas que hemos comprado, renovamos las suscripciones pasivas y hacemos el propósito de acudir el gimnasio o a la actividad física que, una vez más, habíamos dejado varada en el pensamiento. El año nuevo es el momento de las intenciones de renovación o de innovación en muchos de los aspectos de nuestras vidas.
Para una gran parte de los inmortales lo mejor del 2023 ya ha pasado. Vinieron los Reyes Magos, nos trajeron lo que en nuestras respectivas cartas les habíamos pedido y se llevaron parte de nuestras ilusiones, bien porque las colmaron o porque, incluso la magia, no puede facilitarnos todos nuestros deseos en este mundo terrenal. Sobre todo, repartieron esa ilusión que hace grandes a los más pequeños y que tanto necesitamos los mayores.
Ilusión que cabalga a lomos de renos, caballos, camellos o carrozas que se deslizan por entre la muchedumbre que abarrota las calles. Una de las experiencias más satisfactorias que este humilde servidor ha tenido, la de ser Rey por un día y ver, desde lo alto del trono, la cara de la felicidad de los niños, junto con la cara de satisfacción de los mayores y todas ellas envueltas por el halo de la ilusión compartida.
Con la Cabalgata de Reyes y la llegada de los regalos acaban las fiestas navideñas y se inicia la larga cuesta de enero, y de febrero, y de marzo… Todo un año por delante en el que cada uno tiene sus deseos, aspiraciones o metas, pero que, entre otras muchas, cabe señalar dos que son comunes y que nos afectan a todos: la paz y la preservación del medio ambiente, ambas no exentas de dificultades y grandes amenazas que se ciernen sobre ellas, cual nubarrones de extrema oscuridad.
Se inicia el 2023 con nubarrones que se ciñen sobre el conservadurismo más populista anglosajón. El nuevo Congreso de los Estados Unidos, con mayoría republicana (conservadores) salida de las últimas elecciones, está inmerso en una división entre los propios republicanos, incapaces de ponerse de acuerdo para el nombramiento del Presidente de la Cámara de Representantes, el republicano Kevin McCarthy, cuya resolución favorable es requisito para que eche a andar el poder legislativo de aquella gran nación. Esto llevaba más de un siglo sin ocurrir. Pero habrá que tener paciencia, porque en 1855 ya tardó dos meses en arrancar la Cámara, tiempo durante el cual se produjeron 133 votaciones hasta conseguir ratificar al Presidente de la misma. Por lo que a este lado del atlántico se refiere, el 2023 puede ser un año interesante para que los británicos se replanteen el Brexit y el tipo de relaciones que quieren, de verdad, para con Europa y el mundo.
La salud, ya sea por la persistencia de la covid y los cuidados que ante la misma hemos de tener, la defensa de la sanidad pública universal, o por los cambios de conducta de los ciudadanos, será otro de los factores fundamentales del 2023. El marcador de la salud o la ausencia de ella durante este año no serán los 10.000 pasos diarios que sugiere la Organización Mundial de la Salud (OMS) sino el grado de actividad o inactividad que llevemos a cabo. La filosofía subyacente es que hay que moverse más, menos sofá o silla de trabajo y más actividad, aunque sea repartida en pequeñas dosis de tiempo e intensidad.
En España y en lo referente a la justicia, el 2023 será el año en el que se despeje el bloqueo del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) que lleva más de cuatro años caducado, dañando la democracia. Los juicios pendientes por la corrupción y el “procés” marcarán el año judicial. Pasando por el banquillo de acusados cargos públicos y organizadores del referéndum ilegal llevado a cabo en Cataluña el uno de octubre de 2017.
En lo político y, consecuentemente, en la convivencia, 2023 será un año de vértigo. A la crispación y la apología de los insultos que se viene dando en los últimos tiempos, especialmente en el Parlamento y en twitter, se une el tener elecciones municipales y autonómicas en mayo y generales a finales de año. Con una política polarizada en alto grado y todos los puentes rotos entre los dirigentes de las formaciones políticas mayoritarias, todo hace pensar que tendremos un año crispado y calentito. La Presidencia Europea que le toca asumir a España en la segunda mitad del año podría, debería, ser un motivo de unidad y prudencia para la clase política.
Las perspectivas no son nada halagüeñas en lo económico. Un tercio de la economía global entrará en recesión el 2023 y entre ella media Europa. En el caso de España, hace meses se pronosticaba una recesión que, de momento y afortunadamente, no se ha producido. Según la OCDE, la economía española crecerá un 1,3% este año, uno de los crecimientos más altos en la zona euro y en el conjunto de la Unión Europea.
La lucha contra el cambio climático ya está en la conciencia ciudadana, forma parte de la agenda de las administraciones públicas y de las empresas. En el 2023, las inversiones relacionadas con la transición verde se multiplican en los planes inversores de los Gobiernos, buscando la independencia energética. Ese es el buen camino, aunque no sabemos si será suficiente.
Nos esperan meses complejos, crispados y acelerados en los que habrá sobresaltos, aunque también surgirán oportunidades. A pesar de la incertidumbre generalizada con la que comenzamos este 2023, sin olvidar las guerras, nos queda la esperanza de que nuevas iniciativas ayuden al desarrollo sostenible de empresas, países y economías, con la profesionalidad, experiencia, eficiencia e innovación, aportadas por una ciudadanía preparada y responsable. La historia recordará a 2023 como un año con algún mito y muchas realidades.
¡Feliz 2023!
Escuchemos a Pablo Alborán en Carretera y manta:
https://www.youtube.com/watch?v=pXQUZU5996M
© Francisco Aguadero Fernández, 6 de enero 2023
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