Para mí acaba el año con mi suegro a las puertas de la muerte. Un hombre ejemplar nacido en 1936. Para él un sentido de la vida es celebrar los logros de mis hijas en medicina, psicología, bachillerato… Coincidimos en que quieran dejar el mundo un poco mejor de lo que lo encontraron.
Mi experiencia con la muerte se llenó de una imaginación que me permitía vivir por encima de las posibilidades de la realidad.
Un hombre bueno demuestra que sin grandes actividades y limitado por la enfermedad puede seguir siendo el pilar de una familia.
El veintidós ha sido otro año de injusticia y confusión . Desde nuestra parcela personal nos enfrentamos a lo que nos cuentan del mundo: guerras, incendios, sequías, desigualdades, avances científicos, vacunas, acontecimientos deportivos, conciertos, y vuelta a la normalidad después de la pandemia. Como si eso fuera bueno.
¿ Qué puedo hacer yo independientemente de lo que me cuentan?.
En el veintitrés quiero aspirar a seguir siendo entrenador de estrellas. Confío en mis hijas, en mi mujer, en mi hermana y en las familias de los barrios periféricos.
Creo que a estas alturas de mi vida algo he vivido y cada día veo mejores intenciones a mi alrededor. Es un buen propósito buscar lo positivo de los que nos rodean.
Nos sorprendemos que muchos jóvenes se vayan a los barrios periféricos cuando creemos darle todo lo que pueden necesitar. Sin embargo no les llena esa vida acomodada y con emociones superficiales.
Parece que van buscando una tribu. Algún sitio de pertenencia donde se pueda fallar. Las soluciones a la motivación para vivir pueden estar a las afueras. En esos sitios poco modernos en derechos que imprimen identidad a las familias.
Queremos que nuestras hijas se adapten y sean felices. Queremos que triunfen como se entiende el triunfo en esta sociedad. Queremos rebeldía sin sufrimiento.
La esperanza quedó debajo de la caja de Pandora. Hemos construido unas prioridades con nuestros jóvenes. Lo llamamos proyecto ecosocial. Hemos puesto como propósito integrar ecosocialmente a los “últimos”. Los últimos es un guiño a Milani.
Transformar la sociedad desde la escuela sí parece una utopía. Pero todos queremos lo mismo los “buenos” y los “malos”. ¿ Todo vale ?. ¿ Os fiáis de las normas?. Qué fácil es criticar sin compromiso y sin riesgos para compensar desigualdades e injusticias.
Entre mis propósitos está escuchar más, querer mejor, reír más y esforzarme más.
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