La celebración tendrá lugar en la Catedral Vieja a las 12:00 horas, y será presidida por el obispo de la Diócesis de Salamanca, Mons. José Luis Retana
En la casa de su abuela Enriqueta, en el municipio argentino de Allen, María Daniela Biló pudo rezar en su infancia ante la imagen de La Inmaculada, de José Ribera, la misma que años más tarde ha sido testigo de su vocación como virgen consagrada. En este caso, en Salamanca, en la parroquia de La Purísima.
El Ordo Virginum (Orden de las Vírgenes) es una vocación desvinculada de una congregación religiosa y cuya misión es servir la pastoral diocesana. Esta orden no tiene fundadoras o superioras, sino que depende del obispo del lugar, quien admite a la aspirante y celebra su consagración. Este domingo, 18 de diciembre, Daniela Biló se convertirá en la tercera virgen consagrada de la Iglesia en Salamanca.
Esta argentina, de 56 años, que nació el día de la Solemnidad de la Anunciación del Señor, un 25 de marzo, llegó a Salamanca hace 16 años para estudiar Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde también realizó el doctorado. Su camino de vocación hasta el paso que dará este domingo al convertirse en virgen consagrada se inicia en su infancia, “con la formación cristiana en mi familia, sobre todo con mi madre, Beatriz, que es la que nos transmitió la fe mariana, la experiencia de la misericordia de Dios”.
Ella es consciente de que al vivir estas cosas desde pequeña, “te hacen más sensible a lo espiritual, que fue mi caso”. Además, Daniela recibió su educación en colegios católicos de religiosas, “con un clima muy apropiado”. Y desde que tenía seis o siete años, reconoce que tuvo una atracción muy grande por la vida de oración. “A esa edad no se puede explicar, pero si una atracción muy grande por el espacio de silencio, de la oración, de la vida religiosa”, relata Daniela. Desde sus ojos de niña veía a las hermanas cómo oraban, “me gustaba acercarme por detrás y sentir eso, una cosa muy bonita”.
Esta argentina, vinculada a la parroquia de La Purísima, considera que ya desde pequeña, “Dios te da como un don, una semilla, experiencias muy profundas que a lo mejor de pequeño no las sabes verbalizar, ni siquiera se te ocurren contarlas, pero están ahí, es una semilla que va a ir creciendo”.
Asimismo, Biló insiste en que cuando mira para atrás, “te das cuenta de que todo estaba en germen, unido a la vida cristiana, como tomar la primera comunión, la confirmación y todo eso, en la vida parroquial…”. En la adolescencia también tenía una inquietud grande por la vida religiosa, “y sobre los 20 años ingresé en una comunidad contemplativa en el Carmelo, porque mi hogar espiritual siempre ha sido el Carmelo, y ha sido una experiencia muy fuerte, muy hermosa, de la que no sería la que soy, si no hubiera mamado de Teresa y de Juan de la Cruz”.
Para esta argentina, la vida contemplativa, “es un regalo que me ha hecho Dios, junto con personas que me van acompañando, un discernimiento que va ayudando a uno a crecer”. Después, Daniela llegó a España a estudiar Teología y dejó aparcada la vida contemplativa, “me incorporé a la vida del Carmelo seglar, que es la misma espiritualidad, pero en el seno de la sociedad, es una manera de vivir el mismo carisma, en la misma regla, pero en el mundo”.
En la actualidad, trabaja en el Grupo Editorial Fonte, de los Carmelitas Descalzos, e imparte clases de espiritualidad teresiana en el Máster de Mística del Cites (Centro Internacional Teresiano o Universidad de la Mística) de Ávila, también de los Carmelitas. “Con estas tareas fue surgiendo la inquietud de radicalizar la consagración a Dios, y de hacerlo con una inserción fuerte en una diócesis concreta, que en este caso es la de Salamanca, donde estoy viviendo”.
Después, conoció el Orden de las Vírgenes, y vio que coincidía con lo que ella ya venía viviendo, “porque es una opción fuerte por la vida de oración, por la vida diocesana, por vivir de manera radical la dimensión esponsal con Cristo y la maternidad en el seno de una comunidad”. A Daniela eso la llenaba, y comenzó a hacer el proceso de conocer un poco más el Ordo, “y vincularme a las vírgenes consagradas, hablar con el obispo diocesano y así hasta el día de hoy, que ya nos preparamos para la consagración, que es un regalo enorme de Dios”.
En cuanto al proceso de formación, depende de cada candidata, como indica Daniela, “también de la formación que ha tenido, de la experiencia familiar, y en mi caso ya había una experiencia cristiana de toda la vida, una inserción parroquial, en la vida de la orden concreta y una formación teológica de varios años”. Por ese motivo, para ella ha sido más rápido, “simplemente tuvimos que esperar por el cambio de obispo y dar un tiempo para conocerse”.
Al llegar a España, el primer contacto con la diócesis de Daniela fue con la comunidad del Carmelo en la calle Zamora, “donde hay una comunidad seglar a la cual pertenezco”, pero en un momento determinado, hace unos ocho años, tenían un grupo de oración y querían compartir la espiritualidad cristiana san juanista con la gente, “y vimos la necesidad de insertarlo en la pastoral diocesana”. En ese momento se incorporó a la parroquia de La Purísima y un tiempo después, a su coro y a la misa dominical.
El día de su consagración, Daniela Biló pensará en su madre, que falleció hace poco, “y a la que siento muy cerca”, y su padre lo seguirá a miles de kilómetros, desde su Argentina natal. “Es una experiencia de comunión muy profunda, de una consagración que llena la vida, que es un anticipo de una plenitud que uno viene anticipando poco a poco, pero que llegará a ser plena en la vida eterna”.
El día de su consagración, Daniela Biló pensará en su madre, que falleció hace poco, “y a la que siento muy cerca”, y su padre lo seguirá a miles de kilómetros, desde su Argentina natal. “Es una experiencia de comunión muy profunda, de una consagración que llena la vida, que es un anticipo de una plenitud que uno viene anticipando poco a poco, pero que llegará a ser plena en la vida eterna”.
FUENTE Y FOTO: Diócesis de Salamanca