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¿Quién ha transfigurado mi rostro?
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¿Quién ha transfigurado mi rostro?

Actualizado 03/12/2022 22:23
Eusebio Gómez

Nos cuentan que cuando Leonardo da Vinci pintó el cuadro de la Última Cena, no tuvo la menor dificultad para encontrar los modelos de los de los discípulos. El problema surgió cuando buscaba el modelo para Jesús y para Judas. Un día vio salir de una iglesia a un joven de aspecto muy apacible. Se acercó al mismo y le dijo: “Estoy pintando el cuadro de la Ultima Cena. ¿Me harías el favor de servir como modelo de Jesús?” El joven, después de pensarlo, le contestó: “Pues, no tengo problema alguno”.

Pasado algún tiempo y no encontrando modelo para Judas, un día vio salir a un joven de un antro de perdición. Se acercó, y le propuso, que si se prestaba para hacer de modelo de Judas en el cuadro de la Última Cena. El joven se echó a llorar. ¿Por qué llora, le pregunta Leonardo da Vinci? Y el joven con palabras entrecortadas, le dice: “Porque hace tiempo a mí me escogió para que sirviera de modelo de Jesús. Y ya ve, el vicio y la inmoralidad han transfigurado mi rostro”.

G. Gigerenzer tocó en el grupo de Dixieland –un tipo de jazz– que puso la banda sonora al primer anuncio del Volkswagen Golf. Dice que todo lo que ha conseguido en la vida se lo debe a su madre, que le inculcó “curiosidad, perseverancia y humor”.

La perseverancia es la virtud que nos empuja a seguir adelante a pesar de todas las dificultades. La persona perseverante termina lo que ha empezado, vuelve a intentarlo, aunque haya fracasado una y mil veces.

La perseverancia es una virtud necesaria para todas las actividades de nuestra vida. Nos permite llegar a la meta que nos proponemos. La perseverancia es, por encima de todo, una virtud de la voluntad. Es la victoria de la voluntad sobre los sentimientos.

La perseverancia es igualmente necesaria en nuestras relaciones hostiles. Como decía Jesús, cualquiera puede amar a los que le aman. La prueba del amor es seguir amando a pesar del desagrado, los prejuicios, los desaires, los desprecios, las decepciones y las ingratitudes.

Para todos llega un momento en la vida cuando parece que se juntan todos los problemas y las dificultades. Cuando esto sucede, cuando la vida se pone difícil, es el momento de perseverar a la espera de tiempos mejores. En esos momentos conviene hacer lo que se pueda, sin quejarse ni agotarse. Poner la confianza en Dios, pidiendo su ayuda y mantener la calma, pues con la preocupación nada se consigue; saber que Dios nos acompaña en todos los momentos de nuestra vida. Él es nuestra paz y fortaleza, no hay por qué temer nada, ya que él nos ama. Todo pasará.

Cuentan que Pitágoras obligaba a quienes pretendían convertirse en discípulos suyos, a permanecer durante meses en silencio absoluto como prueba indispensable para poder entrar en su escuela. El gran filósofo no les enfrentaba a un silencio oscuro y vacío, sino al sonido que transciende todos los silencios: a la música callada que desciende de los espacios celestes para conducir al ser humano a la armonía interior, condición necesaria para crear la externa. Y ello exige perseverancia.

Necesitamos perseverancia para conseguir cualquier cosa en la vida, sobre todo ante las adversidades. Los pájaros nos enseñan a perseverar cuando hacen el nido con ramitas y otros materiales. Cada vez que el nido es destruido, vuelven a comenzar una y otra vez y siguen cantando. Las personas tendríamos que ser como los pájaros: por más que nos golpee le vida, tenemos que perseverar y no desmayar en los contratiempos y dificultades”. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas” (Lc 21,19). La perseverancia nos ayuda a buscar lo bueno de las personas, nos abre todas las puertas, es luz en la oscuridad, es fuerza para superar las dificultades.

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