Jueves, 25 de abril de 2024
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El narcisismo que nos rodea
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El narcisismo que nos rodea

Actualizado 29/11/2022 08:26
Francisco Delgado

Resulta sorprendente cómo un concepto de psicopatología creado en las teorías psicoanalíticas de S. Freud a principios del siglo pasado, se está convirtiendo en los último años en un término que describe o explica generalizadamente la conducta de gran parte de nuestra sociedad actual.

Para aclarar el concepto freudiano de narcisismo conviene distinguir un narcisismo primario, necesario para la salud mental de todo individuo y formado en las primeras relaciones del bebé con la madre o sustituta y el narcisismo secundario, que es, en términos generales, un mecanismo protector de defensa frente al Otro, fantaseado como peligroso o rival.

La propia aceptación y valoración de las capacidades o cualidades es la base de un sentimiento de dignidad y bienestar en la propia imagen, que es el narcisismo (primario) que nos protege sanamente y nos autoafirma. El narcisismo patológico sin embargo es una imagen deformada de sí mismo que tiende a cerrar la apertura al otro, excluirlo, del mundo propio. Es un concepto similar al término egoísmo, utilizado desde hace siglos; el egoísta o narcisista patológico se sitúa en el centro de su mundo interpersonal y considera a los demás sobre todo como medios para satisfacer sus necesidades, siempre en aumento y siempre insatisfechas.

Pero ¿cuándo hablamos de una sociedad narcisista? Cuando la mayoría de sus miembros tienden a comportamientos, en sus relaciones con los demás, de demandar aprobaciones, afectos, privilegios…nos referimos a una sociedad narcisista, en la que, metafóricamente, los demás actúan de espejo de nuestro supuestos valores, virtudes, “excelencias”, siempre exageradas. Gran parte de las redes sociales está basada en esta demanda narcisista de reconocimiento de los demás, publicando las “meritorias” realizaciones, bellezas, cualidades, que supuestamente poseemos. En el pasado, solo en las profesiones que actuaban de cara al público (como artistas, cantantes, etc.) era normal que se publicitaran y pidieran ese reconocimiento público, para darse a conocer a otros futuros seguidores. Pero en la actualidad esta publicidad de las propias realizaciones o simples demandas de afecto, se ha generalizado tanto que da la impresión de que gran parte de ellas provienen de una soledad radical o de falta de seguridad en la propia valía.

Se da la coincidencia, efectivamente, que nuestra sociedad es muy deficitaria con el individuo en sus justas demandas de afecto, acogida, valoración de recursos. Como da a entender el dicho “no tiene abuela” con alguien que tiende a publicitar sus “virtudes”, nuestras instituciones sociales en general no valoran ni tienen en cuenta al individuo; solo manejan números y estadísticas y el sujeto así desatendido, puede obsesivamente buscar la aprobación, el halago o el afecto de los “likes”, a falta del reconocimiento que debería sentir en sus espacios de vida: en la familia, en el trabajo, en el colegio, en su vida profesional o de amistad.

Pero la experiencia demuestra diariamente que esos “likes” de la realidad virtual no llegan apenas a la compulsiva demanda de afectos del individuo y se diluyen rápidos como las nieblas matutinas: les falta el cuerpo físico que, en el diálogo del encuentro interpersonal, sostiene las palabras.

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