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“La pobreza energética es más frecuente en los casos o familias que habitan viviendas alquiladas”
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Mercedes Prieto / Trabajadora Social en Cáritas del Programa de Acogida y Animación Comunitaria

“La pobreza energética es más frecuente en los casos o familias que habitan viviendas alquiladas”

Actualizado 18/11/2022 16:08

El perfil de las personas que piden ayuda a Cáritas está caracterizado por “familias monoparentales, con menores, con problemas de conciliación, personas sin empleo o personas mayores que viven solas”

El montón de las facturas crece y los ingresos familiares merman. Eso es una realidad social. Algunas familias pasarán frío y modificarán sus hábitos alimenticios, incluso se llegará a situaciones extremas, en las cuales el dilema será pagar el alquiler de la vivienda o la energía. Estamos hablando de pobreza energética, una cara que no solemos ver de la pobreza.

Desde Cáritas Diocesana de Salamanca, Mercedes Prieto, trabajadora social del Programa de Acogida y Animación Comunitaria, explica a SALAMANCA AL DÍA en qué consiste una de las iniciativas de la institución para aliviar este tipo de presión económica que recae sobre segmentos vulnerables de la comunidad salmantina, y que básicamente busca atenuar el impacto de la pobreza energética en el seno de algunos hogares.

La pobreza energética ocurre cuando las “viviendas no tienen condiciones de habitabilidad dignas en cuanto a temperatura, y esto se puede dar porque la vivienda está en malas condiciones, está vieja, con humedades, sin buenos aislamientos, la familia tiene pocos ingresos y tienen recibos de suministros altos. Entonces, cuando una familia está en una situación de pobreza energética, tiene gastos desproporcionados en función de los ingresos y por eso, les cuesta más, retrasándose en el pago de los suministros que a veces pueden llevar al corte”.

Cáritas Diocesana de Salamanca intenta ayudar con las facturas, abrir una puerta para aliviar las presiones económicas “relativas al alquiler, al suministro para la energía, sean de luz o de gas, son ayudas concretas”. Es decir, “dinero que se gestiona”, pero claro no sólo es el problema económico, dice, es también la situación en la que está la familia, “por eso el acompañamiento que se hace desde los equipos parroquiales es importante”. En ese sentido, Mercedes Prieto señala que lo fundamental “es que las personas mantengan las viviendas”, recalcando que para la institución “lo importante es que son personas pertenecientes a la Diócesis de Salamanca”.

El primer paso para solicitar ayuda es llamar a Cáritas Diocesana; desde allí se activará el equipo, conformado por ocho personas que se reparten en las diferentes zonas parroquiales, para fijar una cita con la persona y dedicarle el tiempo necesario para estudiar el caso, identificando o facilitando cuáles serían las posibles ayudas tanto de Cáritas como de otras instituciones públicas. “Se pide documentación para avalar, se contrasta la documentación con los servicios sociales del Ayuntamiento de Salamanca y luego, se decide sobre la ayuda. Las ayudas están dentro de los rangos fijados por la administración del Consistorio”, que también dispone de otras prestaciones.

Cada fase del proceso es informada a la persona interesada, de hecho, se pueden realizar visitas al hogar con el fin de afinar el diagnóstico y prestar una ayuda más integral, pues el problema también se relaciona con otros temas como empleo precario, desempleo, salud, alimentación e incluso daño ecológico. Las ayudas están tratando de atenuar el impacto de situaciones complicadas relacionadas con la pobreza y en particular, de la pobreza energética dentro del seno familiar. En muchas ocasiones, indica Prieto, las personas “reducen el gasto en alimentación y/o medicinas para poder pagar suministros”.

Este programa, señala, lo gestiona Cáritas con “sus propios recursos” y el perfil de los usuarios está caracterizado por “familias monoparentales, familias con menores, familias con problemas de conciliación, también familias que no tienen empleo o empleo precario, y personas mayores, solas”. Este último es un colectivo que preocupa a la institución, “ya que dan señales de lo que se está comenzando a llamar pobreza energética escondida”, aquella en la que, por no pagar recibos altos, no se enciende la calefacción e insiste en que “son situaciones silenciosas que requieren cercanía para ser conocidas.”

En Cáritas, añade Prieto, “valoramos las facturas en invierno cuando son más altas, aquí se tienen recursos limitados, sobre todo valoramos los apoyos en época de frío y los suministros son más altos. Cada situación tiene su particularidad”.

“La pobreza energética es más frecuente en los casos o familias que habitan viviendas alquiladas. Hay muchos propietarios que no cambian la titularidad del suministro y entonces el inquilino no puede hacer ninguna gestión en cuanto al suministro ni gestión de cambio de compañía o potencia, es lo que esté contratado desde esa vivienda, le favorezca o no”, añade. También señala repercusiones sobre hábitos alimenticios, dice que se “utilizan más comidas precocinadas, son menos gastos”.

Prieto remarca, que a pesar de que hay ayudas, “siempre se queda gente fuera, familias que viven en alquiler y no tienen la titularidad de los suministros, no pueden hacer mucho salvo ahorrar en el consumo. La familia con menores siempre está vulnerable, personas en situación irregular administrativa o personas que tienen solo el pasaporte, no pueden acceder a las ayudas de la administración pública”. Por eso, afirma que “estas situaciones contribuyen a que el problema no sea único, el de la pobreza energética, sino que sea uno más dentro de toda la situación de la familia”.

En relación con estos grupos familiares, “la situación del hogar es de vulnerabilidad estructural”. La vulnerabilidad estructural se refiere a familias que durante un largo período de tiempo están con ingresos bajos o sin ingresos. A personas o familias que les cuesta tener prestaciones sociales públicas, a familias mayores con pensiones bajas, a personas solas en general y enfermas.

La pobreza energética quizás suene ajeno a la comunidad en general, pero es una realidad silente que viven algunas personas o familias que ya estando en situación de exclusión y al no disponer de energía suficiente para atender necesidades básicas en casa, se hacen aún más vulnerables. Por ello, Prieto insiste en que, “siempre que sea posible hay que derivar hacia la administración, la administración debe conocer la situación de sus ciudadanos.”