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“He sentido miedo de que pudieran pensar que no tenía comida para darle a mi hijo”
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Recibe ayuda de Cáritas y del Banco de Alimentos para poder vivir

“He sentido miedo de que pudieran pensar que no tenía comida para darle a mi hijo”

Actualizado 18/11/2022 16:08
Vanesa Martins

Hace un año y tras muchas piedras en el camino, M.D.M. llegó con las maletas a Salamanca. Sin trabajo y con un menor a su cargo, vive al límite “pendiente de cada céntimo” que recibe

La lluvia que cae en el centro de Salamanca hace sentir que se trata de un día gris y triste, casi tanto como la mirada de M.D.M, quien prefiere no mostrar su rostro por culpa de los prejuicios que aún existen en la sociedad. Tiene 47 años, pero una mochila muy pesada a sus espaldas que lleva cargando desde hace muchos años. Es madre soltera, tiene un hijo de 16 años por el que llegó a Salamanca y también por el que se levanta cada día para seguir luchando.

Natural de un municipio de la provincia de León, la vida le ha llevado a residir en diferentes puntos de España. En el año 2006 vivía en Alicante, donde formaba parte del equipo de trabajo de una constructora. “La vida me iba muy bien, tenía un buen trabajo y ganaba un buen salario”, cuenta mientras la lluvia se escucha de fondo. Fue entonces cuando decidió dar el paso y comenzar un tratamiento para convertirse en madre. Sin embargo, esa vida cambió con el estallido de la crisis económica de 2008, que supuso un antes y un después en su vida. “Hasta el año 2012 fuimos hacia delante”, explica, pero en ese momento se acabó todo. Ahí comenzó una nueva etapa en su vida, un ir y venir por diferentes lugares siempre marcado por el trabajo.

Unos meses después llegó a la comarca de Aguilar de Campoo donde comenzó a trabajar en una importante empresa, una etapa laboral que califica como “la peor experiencia de trabajo de mi vida”. Unos meses marcados por el acoso laboral que sufrió. “Puedo describir lo que es el acoso laboral con mayúsculas, nunca he visto a gente tan mala como vi allí”. Un año y medio de “infierno” en el que por la cabeza le pasaron muchos pensamientos negativos. “Sufrí muchísimo, lloraba por ir a trabajar. Me levantaba por las mañanas pensado en lo desgraciada que era. Estaba tan al límite que llegué a pensar que por qué no me moriría”.

Cuando se terminó el contrato y tras hacer varios cursos a través del ECYL, encontró trabajo en una residencia de mayores en Reinosa. De nuevo a hacer las maletas con un niño pequeño y a empezar de cero. Precisamente fue allí donde vivió uno de los momentos que más le han marcado en su vida. “Fui a comprar una barra de pan y me faltaban 2 céntimos, si le hubiese dicho a la cajera que me faltaba ese dinero puede que me hubiese dejado llevar la barra igual, pero sentí miedo de lo que podían pensar, que no tenía para darle de comer a mi hijo. Miedo de que me lo pudieran quitar los servicios sociales”. Dos céntimos que para mucha gente pueden ser insignificantes pero que para ella lo son todo. “Ahora si voy a comprar y me sobra 1 céntimo, espero a que me lo devuelvan. Hay veces que la cajera me mira raro, pero para mí 1 céntimo tiene mucho valor”, cuenta.

Tras pasar un tiempo allí y analizando su situación, habló con su hijo y volvieron a casa, a León, para estar cerca de su familia. “Mis padres son personas mayores que también tenían a su cargo a otros familiares dependientes, yo no tenía un trabajo estable y decidimos volver”.

“He sentido miedo de que pudieran pensar que no tenía comida para darle a mi hijo” | Imagen 1

Allí estuvieron cuatro años hasta llegar a Salamanca, donde residen en la actualidad. Para que su hijo pudiera luchar por sus sueños, hicieron de nuevo las maletas y llegaron hasta la capital charra, pues aquí es donde su hijo puede acceder a los estudios que quiere. “Llevamos un año y nos encanta. Mi hijo se ha adaptado muy bien y está muy contento, pero también es verdad que la situación es muy dura porque vinimos con una mano delante y otra detrás”, relata con los ojos humedecidos.

La situación actual que se vive no le ha ayudado a encontrar trabajo. En verano estuvo trabajado en Cáritas cubriendo unas vacaciones y para ella ese tiempo fue un verdadero regalo. “Fui verdaderamente feliz. Lo digo una y mil veces, para mí ha sido el mejor trabajo que he tenido”. Sin embargo, sabe que cubrir unas vacaciones no le ayudan a vivir durante un año.

Actualmente recibe la Renta Activa de Reinserción, también conocida como RAI. Una ayuda de 463 euros durante once meses. Cuando pase este tiempo tiene que parar un año y después volver a solicitarla, así hasta un máximo de tres veces. Sin embargo, esa ayuda es insuficiente cuando paga 400 euros de alquiler, gastos aparte. Y a eso hay que sumarle alimentación y lo básico para vivir. Por ello recibe una ayuda del Banco de Alimentos y los gastos de luz y gas corren por cuenta de Cáritas de Salamanca. Los alimentos que recibe cada vez son menos, puesto que la demanda de personas que necesitan ayuda ha aumentado en los últimos meses. “Al principio me daban una caja de leche, la última vez fueron 2 litros. Parece que no, pero se nota”. Sin embargo, es consciente de que hay más personas en esta situación y de que hay que repartir.

De cara a este invierno, “desde Cáritas nos han dicho que no pasemos frío que ellos van a pagar los recibos, pero con todo esto hay que tener una conciencia. Yo lo que no quiero hacer es aprovecharme de eso”. Vivo mirando cada céntimo, de dónde puede venir. Pendiente de la beca que recibe mi hijo para poder vivir”.

“He sentido miedo de que pudieran pensar que no tenía comida para darle a mi hijo” | Imagen 2

Con todas las piedras que la vida le ha puesto en su camino, no se rinde, aunque hay días en los que no puede más. Vive por y para su hijo. “A mí me da igual que yo pueda comer menos, o pasar frío, pero él no. Es lo único por lo que sigo luchando cada día y por lo que me levanto, si no muchos días ya había tirado la toalla”.

Es una luchadora y no se rinde. A la vida le pide dos cosas: “que mi hijo pueda hacer realidad su sueño y que mis padres tengan la vida suficiente para verlo”. Y si para conseguirlo tiene que volver a hacer las maletas y volver a empezar, “lo haré sin pensarlo”.